THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Un destino

«Los tiranos americanos, rusos y asiáticos reunidos en Riad quieren vengarse de la humillación secular que han sufrido por parte de los engreídos europeos»

Opinión
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Un destino

Ilustración de Alejandra Svriz.

No hay que olvidar que cuando Zeus raptó a Europa lo hizo oculto bajo la forma de un toro blanco. En nuestros días es raro ver un toro blanco. Haberlos haylos, pero quedan muy pocos. Da lo mismo: en este momento a Europa podría raptarla perfectamente una vaca. O una cabra. Es triste el estado en que se encuentra el continente, gordo, viejo, calvo, gagá, medio ido de la cabeza, incapaz de tener una idea o defender una justicia. Y pensar que en este lugar se inventó el mundo civilizado…

Hay otros lugares con interés indudable. Zonas asiáticas con colosales monumentos de aspecto enigmático, archipiélagos como el de Japón cuyos habitantes aún no se sabe qué tipo de humanos son, miles de tribus del Pacífico con la piel tatuada, esquimales que viven en el hielo, en fin, una enormidad de lugares todos ellos interesantes o por lo menos curiosos. Pero ninguno de ellos ha creado un pensamiento, una conciencia, un espíritu universal.

La nuestra es una tierra empapada en sangre, de cuya energía brotaron cientos de catedrales, más héroes que árboles y más santos que ríos. Es la casa de disparatados como don Quijote, melancólicos como Hamlet, ciudadanos libres como Oliver Twist, vengadores como Montecristo. Aquí se inventó la tragedia, la misa cantada, los murales pintados al fresco, el cuarteto de cuerda, la metafísica y el derecho civil.

De aquí salieron cientos de guerreros para conquistar (sin éxito) las tierras bíblicas y dejaron sus reinos en manos de admirables mujeres, miles de navegantes zarparon para descubrir continentes desconocidos y civilizaciones sepultadas en selvas espesas. Aquí derrotamos a los mongoles, a los sarracenos, a los turcos, a toda suerte de invasores hasta cerrar unas fronteras inexpugnables. Aquí, por desdicha, también inventamos el asesinato industrial para acabar con la raza elegida o las hogueras de la Inquisición.

En estas tierras apareció el cálculo infinitesimal, la penicilina, la perspectiva geométrica, la locomotora, la enciclopedia, el telescopio y el microscopio, la radio, la bicicleta, el submarino y el cine. En las más antiguas cuevas pintamos animales nobles. Ha sido una tierra fértil en ingenios, sabios, adivinos y titanes del espíritu. Y no sólo encontraron grandezas, también las pequeñeces se hicieron universales como el bolígrafo, el bidet o la minifalda.

«Ahora el continente es un viejo estéril que se desmenuza en decenas de pequeños reinos dirigidos por enanos»

Pero ahora el continente es un viejo estéril que se desmenuza en decenas de pequeños reinos dirigidos por enanos, en cuyas tierras empobrecidas dominan los escribas de culo pelado y los cortesanos comidos por la codicia y la lepra de la estupidez. Una población sin principios mira al cielo con la boca abierta o baila en antros hasta la extenuación.

La insoportable prepotencia de los tiranos americanos, rusos y asiáticos reunidos en una ciudad árabe sin historia, han comprendido que al perro enfermo todo son pulgas y quieren vengarse de la humillación secular que han sufrido por parte de los engreídos europeos. Ahora van a hacerles pagar la humillación, les van a obligar a tragarse su superioridad moral.

El desprecio mostrado en la reunión de Riad va más allá de la justicia o injusticia de una negociación internacional. Va más allá de comerse de un solo mordisco una porción enorme de tierra de cereal y patria de músicos, como si fueran unos Hitler y Stalin de comedia. Se trataba de poner en su sitio a los europeos, esos presumidos que se creen por encima del resto de los mortales. Al condenarlos a la ausencia los arrojan al tercer mundo, junto a los pobres harapientos que se apiñan a la puerta de las iglesias mendigando una limosna.

Y es realmente ridículo ver a los representantes de la Unión Europea reuniéndose y palabreando como si a alguien le importara una higa lo que opinan. Cien mil burócratas descerebrados, corriendo por los pasillos, sin coraje, ni inteligencia, ni dignidad, pero planeando sus vacaciones.

¡Qué miseria tener que contemplar el fin de una era, en repetición de los expulsados de Granada, cuyo rey, Boabdil, lloraba famosamente como una mujer, por no haber podido defender a su gente como un hombre!

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