El salto sin red
«Quizá va siendo hora de que la filosofía abandone los exiguos límites del ensayo. ¿Quién se atreverá a dar ese salto sin red? ¿Y quién no acabará aplastado al fondo del abismo?»

Portada de la novela 'Una mujer educada', de José Carlos Ruiz. | Amazon
Si para los filósofos es malo el viaje a Siracusa, hay otro aún peor: el viaje a la novela. Convendremos en que Caronte aguarda y Arcadia no son los mejores libros de Savater y Gómez de Liaño, por citar dos de nuestros más laureados pensadores. Tampoco Heliópolis de Jünger está a la altura de sus diarios, Los mandarines desmerece frente a los ensayos de Beauvoir y las nivolas de Unamuno son mejores como novelas que como ideas…
El filósofo que se aventura en la novela es un trapecista fiado a la solidez de su arnés conceptual. Si le da por sentar cátedra cuando el lector le exige que lo entretenga, entonces no es más que un volatinero que puede dar por segura la costalada. Una trama no es un silogismo y de nada sirve la disciplina del lógico sin la astucia del narrador. Tampoco los personajes son conceptos encarnados, sino bestias de circo que huelen el canguelo del domador; si el filósofo los toma por semovientes con que arrastrar sus ideas, estos se rebelan al látigo, desmintiéndolo con sus acciones.
Por eso es valiente el triple salto sin red que José Carlos Ruiz (Córdoba, 1975) ha dado con Una mujer educada (Destino). Después de haber logrado un resonante éxito con sus ensayos filosóficos, nos ha sorprendido a muchos con esta novela llena de ideas (pero no, por fortuna, novela de ideas) que se lee con auténtica delectación.
Son muchos los hallazgos de esta magnífica novela. Destacaré dos. Por un lado, su extraordinaria protagonista. Eva esperó a culminar su carrera para ser madre. Fue catedrática con 40, lo que suponía serlo muy pronto; fue madre con 41. Y, poco después, le descubrieron un cáncer de páncreas en fase 4. En sus últimos momentos se pregunta por qué la filosofía discute tanto sobre la buena vida o la eutanasia y tan poco sobre la maternidad. Las tribulaciones de la moribunda sobre la suerte de su hija es otro de los hallazgos: bien mirado, ¿cuántas novelas han abordado en serio las cuotas de las madres solteras?
«En sus últimos momentos se pregunta por qué la filosofía discute tanto sobre la buena vida o la eutanasia y tan poco sobre la maternidad»
Nos hartamos de leer a divulgadores lo importante que es el pensamiento crítico, lo liberadora que es la filosofía, las chiribitas que se hacen en el caletre al pensar… Curiosamente, ninguno de los que dicen estas gilipolleces son capaces de arremangarse y ponerse a filosofar. Ruiz sí lo hace. Después de unos cuantos años descendiendo a la liza de lo mundano para acercar la filosofía a la gente (lo hace, además de en sus libros, en prensa y en su sección radiofónica, en el programa de Francino), ahora aborda en una novela unas cuantas cosas que la filosofía ha pasado por alto.
Por aquí desfilan unas cuantas cuestiones filosóficas: la culpa, lo inútil, la soledad, la conversación, lo cotidiano, lo cómico, la sinceridad… Pero no hay nada ni remotamente tratadístico. Una mujer educada te deja unas cuantas ideas en la cabeza, pero también las trazas de la inolvidable Eva y la fascinante Catalina. ¡Gran novela! Quizá va siendo hora de que la filosofía abandone los exiguos límites del ensayo. ¿Quién se atreverá a dar ese salto sin red? ¿Y quién, de entre los pocos que se atrevan, no acabará aplastado al fondo del abismo?