The Objective
Antonio Elorza

'Delenda est Ucrania! Delenda est Europa!'

«La estrategia de destrucción del otro, de Ucrania primero, de Europa después, reencuentra los modos y técnicas del nazismo, ahora con el ‘pin’ USA en el ojal»

Opinión
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‘Delenda est Ucrania! Delenda est Europa!’

Ilustración de Alejandra Svriz.

El primer mes de presidencia de Donald Trump ha puesto las cosas en claro. Hasta enero prevalecía la imagen de que poco iba a cambiar respecto de la actuación en su primer cuatrienio y que incluso se moderaría, ya que esta vez su triunfo arrollador le habría quitado el malhumor de la derrota en noviembre de 2020. Pero no ha sido así, aunque la verdad es que Trump hizo todo lo posible en el curso de la campaña electoral para desanimar a los optimistas, desde la ferocidad de sus ataques contra Kamala Harris a las promesas a sus buenos creyentes de que no tendrían que volver a votar en 2028, pasando por su inequívoca declaración de intenciones contra los inmigrantes y por el anuncio de que él acabaría de inmediato con la guerra de Ucrania, lo cual anunciaba ya la rendición a Putin.

Por encima de todo, Trump había dejado al descubierto en enero de 2021 su auténtica catadura política al alentar a sus radicales para que asaltasen el Capitolio, escondiéndose después, pero insistiendo en sus falsedades sobre la derrota electoral, para finalmente indultarles. Ratificó así su concepción del patriotismo como imposición por la violencia de unos objetivos ligados a un poder personal, destruyendo si era preciso el orden constitucional. Consecuencia: estamos ante un presidente de los Estados Unidos dispuesto a agotar todos los recursos a su disposición, también los que la da la ley por supuesto, para subvertir el sistema democrático, amparado hasta hoy por la vigencia de la Constitución de 1776. Dos siglos y medio de trabajosa edificación de la libertad, arrojados de un golpe a la basura.

La realidad es desagradable, pero más vale no cerrar los ojos ante lo que supone para los americanos y para el resto del mundo. No cerrar los ojos implica de entrada darse cuenta que la locura de Trump, como la de Hitler, no como la de Mussolini, responde a una visión del mundo, no tan concreta como la de su vicepresidente Vance, pero sí lo suficientemente definida, como para plantear de manera descarnada, sin reparo acerca de la destrucción que pudiera causar, una nueva distribución del poder, tanto en su país como con referencia a Europa. Y caiga quien caiga. Por algo carga de entrada contra la Corte Internacional de La Haya o contra la OMS.

Toda instancia y toda consideración humanitaria, y no digamos ecológica, ha de ser borrada, es woke, y el escenario mundial, no hablemos de orden, es visto como una gran jaula de fieras donde las más poderosas deben prevalecer. Si se quiere una expresión más refinada, podemos citar el proverbio hindú, de que el pez grande se come al chico. Y Trump está dispuesto a hacer realidad que su pez grande, el megacapitalismo USA, ejerza sus derechos de devoración sobre los peces menores a su alcance.

En contra de lo que parece, se trata de una estrategia realista, que parte de reconocer, tanto la imposibilidad técnica como la escasa rentabilidad económica, del sueño imperial con que los Estados Unidos de George Bush Jr. iniciaron el siglo. Hecho añicos muy pronto en el Próximo Oriente, incapaz de contrarrestar el progreso económico chino y ante la agresividad mostrada por el proyecto restaurador de Putin, el gran potencial económico y militar que aun guarda su “América” ha de dedicarse al cultivo del propio jardín, aunque no en el sentido volteriano, sino de dominar y explotar sin límites su área de poder.

“El nuevo pacto Molotov-Von Ribbentrop puede asentarse sobre bases sólidas”

Ello le obliga a asumir plenamente la redistribución del poder económico y militar a escala mundial, en tres grandes espacios, que podemos bautizar al modo de la propaganda turística: “América”, Sueño de Rusia, Nueva Ruta de la Seda.

Por algo Vance les dice a los europeos que ante China hay que resignarse, aunque el reconocimiento por Trump de la hegemonía económica china, efectivo desde la competencia, no excluye la presencia de un área de conflicto prácticamente insalvable con Taiwán. En lo demás, Trump también se resigna y está a la defensiva ante el avance económico chino. Y respecto de Putin, lo mejor es aceptar y reforzar su área de hegemonía, que bien pudiera ser la de los viejos pasaportes: “URSS y países satélites”. Para inversiones familiares de los Trump, Siberia tiene malas y frías playas, y la inferioridad técnica y económica rusa, fuera de lo militar, hace posible fructíferas cooperaciones, por ejemplo, en la exUcrania. El nuevo pacto Molotov-Von Ribbentrop puede asentarse sobre bases sólidas.

Cada fiera tiene bien definido su territorio de caza, a diferencia de lo que ocurría en 1939, por la insaciabilidad de Hitler. Stalin fue leal hasta verse agredido en junio del 41, “suciamente, como por gánsteres”. Creía al parecer en un pacto entre caballeros. Ahora, como buenos gánsteres ambos, se respetarán.

Les une la firme voluntad de destruir Europa y con objetivos convergentes. Para Putin, no solo porque la UE se oponga puntualmente a su expansionismo militar (Ucrania) y soterrado (Rumanía), sino porque ha ejercido de polo de atracción económico, cultural y político para los países de esa antigua URSS cuyo desplome, tras el del bloque socialista, hizo sufrir al joven y sensible agente de la KGB que él era en 1991. Leamos a su ideólogo de cabecera, Alexander Dugin. Para Trump, porque su concepción de los intereses imperiales de “América”, excluye tanto el empleo de recursos americanos en defensa de un Occidente, el cual, vía OTAN, comprende a Europa, como la existencia de un polo alternativo a su hegemonía, tanto en lo económico como en lo cultural y político.

“Realmente, Europa como tal no le molesta: la UE sí, es el obstáculo a derribar”

La filípica de J.D. Vance respondió estrictamente a ese propósito. Tal como sois, pensáis y actuáis, no debéis existir, y Vance se lo dice a sus oyentes en Múnich con una palabra común, libertad, cuya acepción europea rechaza y emplea la suya, compatible con el asalto al Capitolio y con la destrucción de Gaza. Realmente, Europa como tal no le molesta: la UE sí, es el obstáculo a derribar. Los instrumentos están ya ahí, con movimientos políticos reaccionarios en auge, a los cuales apoya abiertamente desde un supuesto derecho de injerencia al que disfraza de libertad de elección política. La intervención de Elon Musk en la campaña electoral alemana, apoyando a los neonazis, y la crítica de la anulación de las presidenciales rumanas por injerencia rusa, fueron los dos ejemplos esgrimidos en su discurso, ilustrando de paso la convergencia con Putin.

Lo importante es además la ausencia de argumentos en ambos casos, que avalen la rotundidad de la descalificación. Nadie le impidió intervenir a Musk y sobre Rumanía parece claro que Vance no tiene ni idea. Tira de falsas evidencias, esgrime medias verdades, descalifica y se proclama campeón de la libertad.

No debe extrañar que encuentre multitud de seguidores, incluso entre nosotros y en estas páginas. Cualquiera que lea algún artículo de este tipo, podrá creer que con el horror a la libertad impuesto desde Bruselas, la extrema derecha es perseguida por serlo. Lo cierto es que gozan de muy buena salud. Sigamos en esto al consejo de Mbappé ante las elecciones francesas: rechacemos los extremos. Un cordón sanitario señala solo que sus planteamientos son destructores de la democracia y la democracia tiene derecho a defenderse, marcando sus límites de cara al ciudadano, siempre argumentando.

Resulta absurdo presentar la UE como epicentro del progresismo woke, aunque este no falte en Bruselas y sobre todo en Madrid, y, además, conviene recordar que el gusto por la ridiculización del adversario, su reducción al absurdo, acumular medias verdades envueltas en generalizaciones, nada tiene que ver con el discurso democrático. Al modo de los vendedores de ungüentos mágicos, subidos en sus carromatos, de los westerns, el demagogo puede atraer a una masa de disconformes, pero la cosa está demasiado seria como para fundir la crítica a la UE con el antieuropeísmo de J.D. Vance. Y lo que ya resulta intolerable es seguir el ejemplo del grupo de agitadores de Podemos, dos docenas que en su día se presentaban como “los estudiantes”, y volcar la propia preferencia personal o minoritaria, como si fuera toda “la derecha” quien en España se pone en seguimiento de Vance. Esperemos que no. Vox sí, es lo suyo.

“Si el Estado de derecho está siendo desmantelado en Washington, no existe razón alguna para respetar a Europa”

Entre otras cosas porque el discurso de Vance no es un texto filosófico, sino una violenta y hábil inculpación de Europa, con el objeto de que la víctima asuma las razones del verdugo, lo mismo que Ucrania debe asumir su culpabilidad por resistir a la invasión de quien quiso y quiere aniquilarla, según propone Trump. Aplaudir a Vance es, pues, un acto inútil de masoquismo. Ambas destrucciones, la de Ucrania y la de Europa, son necesarias para Trump y Vance, pero no porque sean perversos, que lo son, sino porque resultan precisas para el cumplimiento de sus fines. Y estos pueden ser detestables, que lo son, pero tienen tras de sí la misma racionalidad que determina la acción del fusilamiento de los patriotas, el 3 de mayo de 1808: toda oposición ha de ser destruida. Lo requiere el monopolio de poder que están construyendo con Trump y a marcha acelerada.

Si el Estado de derecho está siendo desmantelado en Washington, no existe razón alguna para respetar a Europa. Y last but not least, esa lógica encaja perfectamente con la voluntad de poder sin límites de un sistema de intereses articulado por la tecnocasta en Estados Unidos con Musk a la cabeza. El Estado queda reducido a la dimensión represiva. La deshumanización es total y lógicamente la estrategia de destrucción del otro, de Ucrania como blanco inmediato, de Europa a continuación, reencuentra los modos y las técnicas discursivas del nazismo, ahora con el pin USA en el ojal. Basta con mirar las imágenes frontales de Vance durante su discurso, el gesto y la mirada, impasible el ademán, para que se disipe cualquier esperanza que no proceda de una resistencia eficaz. ¿Y con qué medios? Ucrania está perdida. Europa está desnuda.                 

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