Confirmado: España le pagó los polvos a un ministro durante años
«Todo era una tapadera: Jésica ingresaba un salario como auxiliar administrativo, pero el trabajo en realidad se lo hacía al ministro a solas. Y para completar la nómina, vivienda gratis y viajes por medio mundo»

José Luis Ábalos. | Alejandra Svriz
Definitivamente, España es uno de los países más curiosos del planeta. El mismo día en que quedó acreditado ante el Tribunal Supremo que los españoles le han estado pagando una prostituta de lujo a un ministro durante años, resulta que buena parte de la prensa prefirió seguir especulando sobre la larga sobremesa de un presidente autonómico por el simple hecho de que estuvo almorzando con una atractiva periodista. A la primera, a pesar de estar probadísimo que es una profesional del placer, la llaman muchos ‘expareja de Ábalos’. A la segunda, de la que no existe ni una sola prueba de que se acostara con Carlos Mazón, estamos a menos de cinco minutos de llamarla ‘puta’.
Curioso país donde un grupo de periodistas se ha manifestado esta semana con suma gravedad en la puerta del Congreso de los Diputados por el comportamiento de un chaval un tanto tocapelotas, pero no consta que esos mismos periodistas se hayan planteado retirarle a José Luis Ábalos el premio que le dieron en 2022 cuando ya se había comenzado a publicar en THE OBJECTIVE el serial sobre su disparatada vida.
Curioso también que un tribunal rebaje la condena a varios violadores por una chapuza legislativa del mismo gobierno que el ministro putero, pero la única protesta de cierta envergadura que se ha producido estos días en las calles sea una del sindicato de estudiantes echando espuma por la boca contra Partido Popular y Vox por no se sabe muy bien qué y defendiendo, supuestamente desde el feminismo, el derecho a llevar ‘hiyab’ en las aulas españolas.
«Jésica Rodríguez era una prostituta de lujo con la que se encaprichó José Luis Ábalos, hombre fuerte del PSOE de Pedro Sánchez»
Dobles raseros al margen, resulta impresionante que después del espectáculo de este jueves en el Supremo no haya ardido Troya. En un país con millones de parados, con miles de personas que a duras penas llegan a fin de mes, con gente obligada a malvivir de las ayudas públicas, con jóvenes frustrados por no poder emanciparse… resulta que a nadie le indigna que hayamos estado pagando durante años los carísimos polvos de un ministro.
Hablemos claro para ver si alguien despierta de una maldita vez. Jésica Rodríguez era una prostituta de lujo con la que se encaprichó José Luis Ábalos, hombre fuerte del PSOE de Pedro Sánchez. Como no podía pagar su alta tarifa, porque el sueldo de ministro no da para tanto, hizo que la contratasen en una empresa pública (Ineco) dependiente de su ministerio. Todo era una tapadera: ingresaba el salario como auxiliar administrativo, pero el trabajo en realidad se lo hacía al ministro a solas. Y para completar la nómina, vivienda gratis en la Plaza de España a cuenta de la trama de los hidrocarburos y viajes por medio mundo dentro del séquito oficial del ministro.
Todo quedó acreditado este jueves en el Supremo gracias a su declaración. Jésica admitió que le contrataron en una empresa pública pero que nunca fue a trabajar, que el ministro le ofreció que eligiera un sitio para vivir y que le acompañó a un mínimo de 15 viajes oficiales donde él supuestamente pagaba todo. Para los lectores de THE OBJECTIVE nada de esto es nuevo, pues aquí llevamos años desvelando esta y otras historias para no dormir. Ya en su momento llegamos a publicar la dispensa escrita que le hicieron a Jésica para no tener que acudir a la empresa y los emails en los que ella, harta de promesas incumplidas, le pedía a Ábalos que pagara la tarifa acordada.
El ministro deberá ahora contarle al juez de dónde sacaba el dinero para semejante tren de vida y quién pagaba esos viajes, porque no nos queda claro. Los mensajes publicados estos últimos meses por este periódico al menos acreditan que con frecuencia eran las secretarias del ministerio quienes se encargaban de gestionar los vuelos y los hoteles de la amiguita del ministro, lo cual no es buen síntoma.
Pero, aparte del ministro, los hechos ahora confirmados en sede judicial obligan a exigir responsabilidades a todos los afectados en las decisiones que han permitido que le estemos pagando un sueldo a una prostituta. Los que la contrataron siguen dirigiendo Ineco, y por cierto no se pierdan hoy la crónica de Ketty Garat y Teresa Gómez sobre cómo fue la entrevista de trabajo que le hicieron: «¿Sabes leer y escribir? Pues ya está, contratada». Con dos narices.
Llama poderosamente la atención que nadie fuera capaz de alertar de la situación. Deben rodar cabezas, y con urgencia. Los que la contrataron, los que permitieron que viajara con el ministro, los que miraron para otro lado… y, por supuesto, vergüenza deberían sentir todos los que han estado años criticando a THE OBJECTIVE y a sus periodistas por haber osado inmiscuirse en un asunto «personal». El ministro tiene derecho a irse de putas, pero los españoles no tienen por qué pagarle los polvos. Basta ya.