The Objective
Pablo de Lora

Correa, goma del pelo y hechos alternativos

«¿Cómo describir esa relación entre Jésica y Ábalos? Uno encuentra hechos alternativos en los medios. ¿Exnovia? ¿Expareja? ¿Examante? ¿Prostituta»

Opinión
Correa, goma del pelo y hechos alternativos

Jésica Rodríguez, la prostituta contratada por José Luis Ábalos.

No, Iñaki no viene hoy porque tiene correa. 

—¿Correa? –preguntó. 

La conversación discurre en la cocina. El hijo, próximo a la mayoría de edad, se prepara para salir con sus amigos. 

—Sí, hoy sale con la novia.

—¿Correa es entonces ‘quedar con la novia’?

—Sí, así lo llamamos… El otro día Iñaki la lio porque no llevaba su goma del pelo…

—¿Iñaki no llevaba una goma de pelo puesta?

—Noooo papá… Ahora cuando estás saliendo tienes que llevar la goma del pelo de tu novia puesta en la muñeca…

—¿Como los casados con el anillo, como advertencia?

—Sí, algo así… Y el otro día el bobo de Iñaki, que no tenía correa y andaba con nosotros en el bar, sube una foto por el insta y ella, que estaba con sus amigas, ve que no lleva la goma puesta y se lo dice cabreada… Entonces Iñaki le pide a una tía que había por ahí que le preste la goma del pelo, se la pone y le manda la foto, el muy pringao… Carlota se da cuenta y le llama, y bueno, se la lio buena… hoy tiene correa. 

Soledad Gallego-Díaz, una leyenda del periodismo, intervino esta semana en mi Facultad para hablar de libertad de prensa y derecho a la información. A su juicio, como al decir de tantos, la revolución digital ha transformado completamente un modelo basado en la información veraz y la intermediación del profesional de la información y con ello hoy es predominante la irresponsabilidad de las plataformas, la ausencia de moderación de contenidos que promueven discursos de odio, la opacidad sobre los sesgos que subyacen a los algoritmos con los que nos alimentan como usuarios, las cámaras de eco que diluyen el pluralismo que necesitamos en sociedades democráticas y la perniciosa difusión de «hechos alternativos».  

Me dio qué pensar. Ya saben que esto de los hechos alternativos se remonta al 2017 cuando la exconsejera de Trump, Kellyanne Conway, aludió a ellos en una entrevista. 

«Raro era –y es- el profesional de la información que se animaba a declarar que es, o trata de ser, objetivo»

Pero la novedad, ya entonces, era relativa. Durante décadas, eso que livianamente llamamos «posmodernidad» favoreció una epistemología preñada de perspectivismo, particularmente en el seno del periodismo: si leyes causales que explican la dinámica de las partículas subatómicas podían ser caracterizadas como «eurocéntricas», imagínense los «hechos institucionales», la «existencia» o «alcance» de una práctica social, la «interpretación correcta» de la historia o de una norma jurídica, la «caracterización fiel» de conceptos como «democracia», «corrupción» o «fascismo». Insistir en que a las mujeres víctimas de violencia sexual «hay que creerlas siempre» o que los jueces –ellas y ellos- necesitan formación en «perspectiva de género» para valorar la prueba en relación con ciertos delitos, no parece compatible con la vindicación de la existencia de «hechos» simpliciter.

Raro era –y es- el profesional de la información que se animaba a declarar que es, o trata de ser, objetivo. Así que hubo un tiempo en el que la subjetividad campaba a sus anchas y había barra libre para cualesquiera alternatividades con respecto a lo que pasaba. Ahora parece que ya no debe ser así, pero prueben a sostener en algunos de los medios «tradicionales» –por ejemplo en la televisión pública española- que no se puede cambiar de sexo y que, como se trata de una realidad biológica que no depende de la voluntad de los individuos, las mujeres trans no son biológicamente mujeres. O recuerden que, cuando se «moderaban contenidos», afirmaciones como la anterior eran censuradas. 

Me dio que pensar también porque tanto ayer, como hoy que escribo estas líneas, me resulta muy difícil encontrar en algunos medios de comunicación, bueno, en uno en particular, información alguna sobre el affaire Jésica Rodríguez. Y resulta que su, presuntamente fraudulento y corrompido, empleo en dos empresas públicas obtenido gracias a su relación con el exministro y ex secretario de organización del PSOE Ábalos, ha ocupado la inmensa mayoría de las primeras páginas de la prensa española generalista. Y uno, que también está muy preocupado por los algoritmos que emplean Zuckerberg, Musk y otros villanos se pregunta: ¿qué algoritmos humanos y muy humanos son los que andan detrás de esta selección y priorización de noticias en los medios tradicionales? Cierto: la mayoría de las veces son transparentes… pero no siempre. 

¿Y cómo describir esa relación entre Jésica y Ábalos? Uno encuentra descripciones o hechos alternativos en medios tradicionales y no tradicionales. ¿Exnovia? ¿Expareja? ¿Examante? ¿Hay descripciones alternativas igualmente fidedignas y relevantes o tenemos que decir «prostituta» para decir la verdad y nada más que la verdad? La cuestión de la prostitución «atraviesa» el feminismo, como saben bien, y el propio Ábalos se había sumado a la posición abolicionista de su partido. Y casi simultáneamente escogía a Jésica «en un catálogo», se lee en un informe de la UCO. ¿Acaso no habría que dar cuenta de ello?

«El ‘caso Jésica’ demuestra que es importante que las ventanas estén abiertas para que corra el aire de la libertad de información»

Este mismo medio en el que escribo, frecuentemente presentado como paradigma de la bulosfera, fue pionero en la advertencia de que siendo ministro el señor Ábalos contrataba servicios sexuales. A mí, como a muchos, nos pareció en su día que aquello no era noticioso, pero resultó que lo que entonces parecía cotilleo infamante ha resultado ser información absolutamente necesaria para que el público valore el desempeño de un cargo público. 

Es un caso más –acuérdense de lo que costaba sospechar y decir que la covid pudo provenir de un laboratorio de Wuhan- en el que se demuestra que es importante que las ventanas estén abiertas para que pueda correr el aire de la libertad de información, el tipo de ecosistema que favorece que, aun con riesgos, se pueda nadar río arriba: frecuentemente hay agua. 

A propósito de los 20 años de la entrada en vigor de la Ley de Violencia de Género el presidente Sánchez nos ha recordado que vivimos en una sociedad patriarcal, dominados por un machismo estructural, especialmente en las redes sociales -«el far west en el que campan libremente machistas y acosadores», afirmaba- y escondida en las palabras, en el decir «violencia intrafamiliar» en vez de «violencia de género». Lo hacen muchísimos países y legislaciones que evidenciarían así su machismo inconsciente.  

Y también aventuro que tienen ustedes buena noticia de cómo esa estructura se solidifica en actitudes bien tempranas: cómo los adolescentes o preadolescentes (ellos) controlan el móvil (de ellas). Lo corroboran los informes que encarga el Ministerio de Igualdad, el Instituto de las Mujeres o cualquiera observatorio o institución análoga cuyo presupuesto depende de que el machismo perviva. 

Pero apuesto a que usted no había oído de prácticas –ingenuas, por lo demás, pero bien características- como las que revela el uso de la goma de pelo como señal de «estar pillado» (solo ellos, por lo que parece). Yo hasta hace poco tampoco tenía idea, y mi magra búsqueda en el océano de las plataformas solo me ha dado como resultado un ingenuo vídeo en TikTok (estos chinos…). «Hechos alternativos», de los que apenas se habla, investiga o pregunta en las encuestas oficiales. 

Pero para eso está uno por aquí. 

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