La productividad es fundamental para el progreso
«La mejora de la productividad del capital humano y la disponibilidad de mano de obra cualificada requiere de un sistema educativo eficiente»

Un individuo trabajando en su despacho. | Pixabay
La productividad es un factor determinante para poder aumentar la competitividad, se trata de elevar esta a un mayor ritmo que la evolución de los costes o conseguir un producto diferenciado que compita por atributos distintos al precio. Las ganancias de productividad son más intensas en la industria que en el sector servicios; por lo que la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas semanales penalizará especialmente los costes en estos últimos, como el caso del comercio, la hostelería o la limpieza.
La productividad del total de los factores se redujo en España un -7,3% entre los años 2000 y 2022 frente al aumento de un 15,5% en EEUU y un 11,8% en Alemania.
Existen diversos factores que influyen en la productividad. La inversión en capital humano contribuye a la mejora de esta, como refleja la mayor retribución obtenida por los individuos más formados. Además, la adopción y la difusión de nuevas tecnologías se ve favorecida cuando los trabajadores poseen un alto nivel de cualificación.
Los costes de producción también afectan a la productividad de las empresas, especialmente de aquellas que producen bienes comerciales a escala internacional con escaso índice de diferenciación, nivel tecnológico bajo o intermedio, e intensivo en manos de obra poco cualificada. La baja productividad en España, muy inferior a la media europea, y más lejana aún de la estadounidense, es uno de los lastres que mina las posibilidades de crecimiento futuro de la economía española.
Asimismo, hay que destacar que se necesita un adecuado nivel de desarrollo tecnológico y para esto es necesario que se invierta en actividades de investigación desarrollo e innovación. Existe una relación directa entre los avances en la investigación tecnología y la capacidad de competir. Además, se ha comprobado que estas inversiones en I+D llevadas a cabo por las empresas privadas tienen una influencia directa y positiva sobre el crecimiento de la producción y de la renta per cápita mucho más concreta que las inversiones en los mismos términos llevadas a cabo por el Sector Publico.
“Existe una correlación positiva entre crecimiento económico y capital humano”
La mejora de la productividad del capital humano y la disponibilidad de mano de obra cualificada requiere de un sistema educativo eficiente; existe una correlación positiva entre crecimiento económico y capital humano, tal y como muestra la moderna teoría económica sobre el crecimiento, derivada, en gran medida, de las ganancias de productividad asociadas a la acumulación de dicho factor.
Así, la educación, entendida en su concepción más amplia, se convierte en un instrumento fundamental para dotar al factor trabajo de las habilidades y de la adaptación, con el menos coste posible, a los cambios permanente que exige la globalización y la proliferación de las nuevas tecnologías.
La educación inicial y la formación permanente no solo explican parte del valor añadido de las empresas, sino que además se convierten en una de las principales fuentes de ventaja competitiva al permitir a las organizaciones la obtención de recursos difícilmente imitables ante la presencia de barreras. En este sentido, la educación debería ser considerada, desde el punto de vista económico, como una inversión para las empresas, cuya financiación estaría justificada por el rendimiento esperado –y originado por el aumento de la productividad derivada de la misma-, tal y como señala la teoría del capital humano, y no un gasto corriente como ha sido considerada por las interpretaciones más tradicionales.
Es importante establecer la diferencia entre la formación general y la específica, ya que los incentivos de los agentes a invertir en cada una de ellas son notablemente distintos. Dado que la formación general dota al individuo de competencias y de capacitaciones profesionales que tienen utilidad para muchas empresas, pertenecientes a diversos sectores, el trabajador se revaloriza en el mercado laboral y la empresa tiende a reducir al mínimo la financiación de la formación, ya que se trata de un recurso fácilmente transferible.
“Cuanto más concreta sea la formación profesional, mayores serán los beneficios que reviertan a la empresa”
Sin embargo, la formación profesional específica, al conferir competencias que no pueden trasladarse al proceso productivo de otras organizaciones, favorece la estabilidad del trabajador en la empresa e incentiva a la misma a financiar tal inversión, puesto que se beneficiará de los rendimientos del empleado.
Por lo tanto, cuanto más concreta sea la formación, menor será su transferibilidad y mayores serán los beneficios que reviertan a la empresa, siendo esta quien se responsabiliza de los gastos de tal inversión. No obstante, es evidente que, en ocasiones, es la empresa quien soporta los costes de la formación genérica, lo que explica al admonitor que existen imperfecciones en el mercado, tales como la información asimétrica, por lo que la empresa podría tener incentivos para financiar la formación genérica.
Sólo se es un ciudadano libre si se tiene la formación adecuada para poder tener capacidad de elección con la información necesaria. Por ello la formación del individuo como tal, resulta esencial en valores y conocimientos. Asimismo, resulta fundamental la formación para la empleabilidad, con la que te dotas de los fundamentos esenciales para realizar adecuadamente una profesión; es decir, ser competitivo como capital humano input esencial en el proceso productivo. En un mundo complejo como el actual, cambiante y global en ambos casos resulta imprescindible una formación básica; pero también una continua a lo largo de toda la vida.
En España la primera ha ido perdiendo calidad en los últimos años y en el uso de la formación para la empleabilidad existe un claro desajuste entre la oferta de puesto de trabajo y la cualificación de los demandantes de empleo. Esta realidad se debe fundamentalmente a que, en los últimos años, se ha tratado de impulsar desde el gobierno una política educativa en la que no primara el esfuerzo y en la que se impulsaba la “igualdad de resultados” frente a la necesaria “igualdad de oportunidades” y que la educación requiere intrínsecamente de un esfuerzo. Asimismo, con los cambios de color político en el gobierno, se ha modificado los planes de estudio y las leyes educativas, agudiza por la desestabilización de la educación al tener las competencias las Comunidades Autónomas.
Por todas estas razones resulta esencial que la política educativa de un país tenga carácter de asunto de Estado y no de gobierno, como sucede en la mayoría de los países europeos.