Sombras sobre Kiev
«Nadie sabe cuál es el precio a pagar por la paz de hoy, ni si nos encontramos ante el capítulo final de una guerra o ante el prólogo de un conflicto mayor»

Un trabajador de servicios públicos limpia los escombros de una guardería destruida por un dron ruso en Kiev.
Conviene detenerse en las dobles miradas: opuestos que dialogan, paradojas que alternativamente iluminan y ocultan. Dos nombres, George F. Kennan y John J. Sullivan, ambos antiguos embajadores americanos en Moscú, nos ayudan a entender el destino de una guerra, la de Ucrania, en la que se cifra también el destino de Occidente.
El pensamiento de Kennan está tejido con la tela de los mitos y su voz tiene algo de profética. Analizaba la realidad con mirada literaria, lo cual le permitía desligarse de la dictadura que imponen el tiempo y sus modas ideológicas. Conservador hasta la médula, quizás incluso reaccionario –en el sentido que daba al término su amigo John Lukacs–, Kennan detestaba la deriva política de su país (la que había impuesto, por ejemplo, Ronald Reagan y, desde luego, Joseph McCarthy), que veía como un peligroso giro hacia un populismo de derechas. Si hoy lo recordamos, sin embargo, no es por su mirada sobre los Estados Unidos, sino por aquel famoso telegrama largo de 1946 en el que puso las bases de la llamada «doctrina de la contención», que cimentó la postura occidental ante la Guerra Fría.
Había que evitar un conflicto militar abierto con la URSS y contener a los países del Telón de Acero en sus fronteras, hasta que las contradicciones internas de los regímenes soviéticos provocasen su implosión interna. La Historia –lo sabemos desde 1989– le dio la razón. Pero Kennan hablaba también de la necesidad de mantener una mano tendida. Sabía que el Occidente victorioso subestimaba el resentimiento de las élites moscovitas. Sabía que la humillación de la Rusia postsoviética –despojada de su imperio, controlada por las mafias y rodeada de antiguos vasallos que miraban hacia Bruselas y Washington– podía convertirse en una bomba de efectos incalculables. La invasión de Ucrania en 2022 difícilmente le hubiera sorprendido.
Tampoco sorprendió a John J. Sullivan, que sí vio iniciarse la guerra. Narra el episodio en un libro de memorias fascinante: Midnight in Moscow, en el cual dibuja una Rusia convertida en una especie de tablero de ajedrez en penumbra, poblada de agentes dobles y recuerdos de traiciones pasadas. Ucrania se eleva así más allá del campo de batalla geopolítico –que lo es– para convertirse en símbolo de la obsesión rusa por recuperar un pasado mítico. Kiev es, por tanto, menos una amenaza real para la seguridad que una afrenta a la sensibilidad nacionalista del régimen de Putin. Y, a su vez, un reflejo de la debilidad occidental a los ojos del Kremlin. De una debilidad manifiesta en los valores –corrosivos a su parecer–, pero también en lo militar. ¿Cómo justificar si no la desastrosa retirada de las tropas americanas de Kabul, que supuso un punto de inflexión en la imagen internacional del poder de los Estados Unidos?
«La Ucrania de Zelenski es a la vez un eco de la Polonia de 1939 y el presagio de un futuro incierto»
Kennan y Sullivan escriben desde ópticas distintas y sobre realidades que no son del todo equivalentes, pero que comparten una melancolía similar: la certeza de que la historia no ha terminado y, por tanto, de que esta tragedia cuenta con raíces muy profundas. Creo que ambos seguirían con aprensión las decisiones de Trump, que ofrecen una victoria en bandeja a Moscú. Creo que ambos sugerirían que el alma rusa se niega a negociar con los débiles.
Nadie sabe cuál es el precio a pagar por la paz de hoy, nadie sabe si nos encontramos ante el capítulo final de una guerra o ante el prólogo de un conflicto mayor. La Ucrania de Zelenski, con sus ciudades en ruinas y su resistencia heroica, es a la vez un eco de la Polonia de 1939 y el presagio de un futuro incierto. Europa anuncia su rearme, Estados Unidos –como el Dios de Léon Bloy– se retira. El Kremlin manda avanzar a sus tropas; China observa paciente, sin inmutarse. Quizás el próximo episodio tenga lugar en Teherán en forma de bombardeos selectivos para finiquitar su programa nuclear. El mundo es hoy un lugar mucho más amenazante.