The Objective
Pilar Cernuda

El presidente y el señor Feijóo

“Lo lógico sería que Sánchez fomentara una relación más estrecha con Feijóo para conseguir que en Defensa y Seguridad pudieran compartir posiciones parecidas”

Opinión
El presidente y el señor Feijóo

Feijóo y Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

En tiempos de Leopoldo Calvo Sotelo, gran presidente aunque solo duró año y medio -algunos de los traidores de su partido se sentaban en la mesa del Consejo de Ministros, lo contaba él mismo- volaban las puñaladas por la espalda. Comienzo: en tiempos de Calvo Sotelo, tiempo convulso con una UCD venida a menos y un presidente de Gobierno intentando que nos aceptaran en la OTAN, nadie en España ponía en duda que aquella legislatura iba a ser muy breve y que el próximo inquilino de la Moncloa iba a ser Felipe González. Es más, se daba por seguro que en las siguientes elecciones ganaría por mayoría absoluta. Así fue.

Pues bien, Calvo Sotelo, un señor, con experiencia política y una cultura muy superior a la habitual, despachaba con mucha frecuencia con Felipe. Unas reuniones que iban más allá de los despachos habituales entre gobernante y líder de la oposición, pues Calvo Sotelo, que a los elogios que hemos hecho sumaba un patriotismo auténtico, aprovechaba aquellas conversaciones para hacer reflexiones con el que iba a ser su seguro sucesor.

Le contaba la trastienda de una serie de asuntos que habitualmente solo conocen los gobernantes. Y que él, Leopoldo, consideraba que debía poner en conocimiento de un González al que le iba a tocar lidiar con toros poco fáciles. Entre ellos, la pertenencia a la OTAN.

Fue la gran operación política de Calvo Sotelo, el ingreso en la OTAN en el 82, pero Felipe no estuvo de acuerdo hasta que, ya en la presidencia del Gobierno, comprendió la importancia de formar parte de aquel organismo occidental nacido para garantizar la cooperación militar y seguridad entre sus miembros. Eso obligaba, en tiempos de paz, a participar en misiones y operaciones conjuntas que permitieron que los profesionales españoles pudieron demostrar nacional e internacionalmente su preparación.

El ya presidente González no dudó en rectificar su posición inicial y convocó un referéndum sobre la permanencia en la OTAN. Iniciativa muy arriesgada, pero que impulsó porque consideraba que era lo que convenía a los españoles. Promovió, por tanto, el referéndum con valentía, sin complejos, seguro de sí mismo, de sus conocimientos de política nacional e internacional, fiándose de sus percepciones.

«Sánchez no ha desperdiciado la ocasión de hacer de menos a Feijóo en cualquier oportunidad»

Conviene recordar todo esto, que no son batallitas de los que defendemos aquella Transición que pretende desacreditar el sanchismo -probablemente porque a algunos de sus dirigentes les habría gustado ser parte de aquel puñado de hombres y mujeres que hicieron grande a España- porque este jueves Pedro Sánchez recibe a Núñez Feijóo en La Moncloa.

La última reunión entre ellos se produjo en diciembre del 2023, y desde entonces ni una llamada. Al contrario, Sánchez no ha desperdiciado la ocasión de hacer de menos a Feijóo en cualquier oportunidad que se le ha presentado; no ha desperdiciado ocasión de intentar humillarlo, como si Feijóo fuera un parvenu de la política, un mal alumno. Cada vez que Sánchez hacía demostraciones de desdén, se hacía inevitable pensar que sangraba por la herida de ser el primer presidente que no ha ganado las elecciones. Se las ganó Feijóo, aunque no con la mayoría necesaria. Y Sánchez ha tenido que rebajarse para pedir ayuda a partidos con los que decía que jamás gobernaría, y tuvo que rebajarse a aceptar exigencias indeseables de esos partidos. Lo que ha convertido al presidente español en una figura a la que es difícil tener respeto.

En cualquier país democrático, entre las obligaciones y responsabilidades del jefe de Gobierno está la de mantener diálogo fluido con el líder de la oposición aunque sea desde la discrepancia. Quizá no con la intensidad con que lo hizo Calvo Sotelo, con su gesto de compartir experiencias, información y probablemente secretos de Estado con Felipe González, porque sabía que su mandato sería breve y la llegada del Gobierno socialista se adivinaba cercana y con mayoría arrolladora. Pero sí habría sido lógico, por no decir apropiado en tiempos tan difíciles como los que estamos viviendo dentro y fuera de España, que el presidente de Gobierno no solo aceptara, sino que fomentara, una relación más estrecha con Feijóo para conseguir que en asuntos tan importantes como la Defensa y Seguridad, pudieran compartir posiciones parecidas, si no idénticas.

«Aunque se cree el más capaz, nunca un presidente español se ha visto envuelto en tanta corrupción económica y moral»

Pero Sánchez no se deja llevar por los mecanismos habituales de las democracias occidentales, se lo impide su obsesión por ser el protagonista, que nadie le haga sombra.

Y debía hacérselo mirar, porque aunque se cree el mejor del mundo mundial, el más gallardo y el más capaz, nunca un presidente español se ha visto envuelto en tanta corrupción económica y moral hasta el punto de tener imputados nada menos que a su mujer, a su hermano, a su ex hombre fuerte en el partido y en el Gobierno … y al Fiscal General del Estado. Bingo. Nadie ha sido ni será capaz de igualar esa lista.

En eso, gana a Feijóo. Por goleada.

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