THE OBJECTIVE
Antonio Caño

El peor gobernante en el peor momento

«España está en manos de un líder ambicioso y de instinto autoritario, lejos de la altura política y moral que exigen los tiempos»

Opinión
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El peor gobernante en el peor momento

Alejandra Svriz

La guerra de Ucrania se aproxima a un final que se parece más a una victoria que a una derrota de Rusia, lo que justificaría la estrategia expansionista de Putin. Europa se rearma ante la posibilidad de tener que responder sin el acostumbrado respaldo de Estados Unidos a las amenazas contra su seguridad. Donald Trump rediseña las alianzas internacionales sobre la base de la ley de la fuerza, encumbrando a todos los matones del mundo. Vivimos una época de acoso a la democracia en el que se requiere de líderes moralmente dotados para movilizar a los ciudadanos en la defensa de las libertades y derechos que corremos el riesgo de perder. Habrá que hacer grandes sacrificios y sólo un político de gran estatura podrá pedírselos a la población.

Desgraciadamente, todo esto nos pilla en España con el paso cambiado, en manos de un dirigente incompatible con los valores que hoy toca defender, un presidente del Gobierno de instintos autoritarios, sin convicción democrática, que no dudaría en intentar sacar ventaja de la peor catástrofe. Eso es exactamente lo que está haciendo estos días. Insensible a la trascendencia del momento y a la gravedad de las consecuencias que todo esto puede tener para los españoles -al fin y al cabo estamos hablando nada más y nada menos que de la forma de evitar una guerra en Europa-, Pedro Sánchez se afana con más pasión en castigar en la televisión a Isabel Ayuso o asegurarse el control absoluto del grupo Prisa, y pone más entusiasmo en humillar al líder de la oposición en sus ridículas «rondas de consulta» que en buscar la necesaria unidad de la sociedad ante los desafíos que se adivinan.

«No esperemos un gesto de grandeza de Sánchez porque eso sería tanto como esperar el ladrido de un gato. Es un político nacido para dividir y destruir»

No lo esperemos. No esperemos un gesto de grandeza de Sánchez porque eso sería tanto como esperar el ladrido de un gato. No está en su naturaleza. Sánchez es un político nacido para dividir y destruir. Hoy que los tiempos exigen lo contrario, España se encuentra atascada y condenada a una incertidumbre fatal. Sánchez obtuvo su primera victoria con la división y posterior destrucción del Partido Socialista y se ha consagrado desde su llegada al Gobierno por crear suficiente enfrentamiento y quiebra en la sociedad española como para que su mandato no se viera en peligro.

Ahora que los tiempos exigen otra cosa se le ve desnortado, esperando todavía una ocurrencia o una circunstancia que le sea favorable, pero sin duda empecinado en no hacer lo que debería. Es obvio que carece de apoyos parlamentarios para cumplir con los compromisos que Europa exige y que debería, por lo tanto, convocar elecciones o buscar un acuerdo con el Partido Popular. Pero ambas cosas serían contrarias a su naturaleza. No concibe renunciar al poder por un bien superior porque no entiende ningún bien superior que sí mismo. Siempre buscó en la política única y exclusivamente la obtención del poder, no con el propósito de gobernar en beneficio de la población, sino por el mero disfrute del mismo. Tampoco forman parte de sus registros como político y como persona la humildad y la generosidad que se requieren en estos momento para hablar con la oposición y hacer las renuncias que sean necesarias con tal de conformar un bloque democrático y europeísta. Sólo así sería España capaz de responder a lo que este tiempo requiere. Pero, en su lugar, lo que tenemos es al Sánchez de siempre, el mismo Sánchez que no ha dudado en abrir las puertas de Moncloa a Bildu y en darle al independentismo catalán el poder que les negaron las urnas única y exclusivamente para mantenerse en el poder. En esas manos está España en esta hora crítica de nuestra historia.

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