La «ciencia basura» del síndrome del bebé zarandeado
«A medida que aumentan las condenas por este síndrome, también crecen las sospechas sobre la fiabilidad del diagnóstico»

Anabel Pantoja y David Rodríguez vuelven a casa con su hija Alma. Redes sociales
Conocer la vida de los famosos no solo sirve para entretenerse y salir del tedio cotidiano, también nos ilustra sobre ciencia. Si gracias a Michael Douglas supimos que el sexo oral puede provocar cáncer de garganta, Angelina Jolie nos enseñó que ser portadora de la mutación del gen BRCA1 puede derivar en cáncer de mama. Ahora es noticia el «síndrome del bebé zarandeado» porque Anabel Pantoja y su pareja están siendo investigados por presunto maltrato infantil. En las televisiones desfilan médicos que tratan de arrojar luz sobre este síndrome que, según la Asociación Española de Pediatría, sufren 100 de los 450.000 recién nacidos que hay cada año en España.
En Estados Unidos hace tiempo que el común de los mortales sabe lo que es el síndrome del bebé zarandeado. En 1997, hubo un juicio televisado contra una niñera británica de un suburbio adinerado de Boston que fue acusada de matar a un bebé de ocho meses tras sacudirlo violentamente. El proceso penal generó conmoción en el país y una reacción conservadora latente que señalaba los peligros de que las madres no se quedaran en casa a cuidar de sus vástagos. El síndrome del bebé zarandeado ha causado condenas por asesinato y ahora un nuevo caso sacude a Estados Unidos, con un padre de Texas esperando en el corredor de la muerte para ser ejecutado.
«Una generación de médicos clínicos había sido «adoctrinada» para creer que un bebé con estos síntomas y sin signos visibles de violencia tenía una sola causa: las sacudidas violentas»
Si bien es cierto que el maltrato infantil es un problema grave, y que no tiene la atención que merece, el síndrome del bebé zarandeado despierta cada vez más dudas entre la comunidad médica, tal y como explican en este brillante artículo en The Free Press. El juicio a la niñera sirvió para que varios médicos que discrepaban de esta teoría testificaran en su defensa. Argumentaban que el diagnóstico se basa demasiadas veces en una interpretación subjetiva y denunciaban que una generación de médicos clínicos había sido «adoctrinada» para creer que un bebé con estos síntomas y sin signos externos de violencia tenía una sola causa: las sacudidas violentas.
Este adoctrinamiento médico habría desatado una ola de pánico y sobrediagnósticos similar a las creencias que hubo en los setenta de rituales satánicos infantiles o al «síndrome de la memoria recuperada», donde muchas mujeres fueron sugestionadas por los propios terapeutas para creer que de niñas habían sufrido abusos sexuales. Libros de autoayuda y terapeutas animaban a las mujeres a «recuperar» recuerdos reprimidos. Con el tiempo, se reveló que esos recuerdos eran falsos. Se había fomentado un pánico moral que destrozó a miles de familias.
La abogada que defendió a la niñera, Gretchen Sween, ha fundado el Proyecto Inocencia para exonerar al hombre de Texas, Robert Roberson, que lleva viente años esperando a ser ejecutado. No es un hombre rico, sino todo lo contrario, y en su juicio tuvo un abogado de oficio. Pero Sween se ha interesado por su caso. Ha logrado que científicos y personas de alto perfil pongan en duda las bases de su condena.
Roberson fue condenado por la muerte de su hija de dos años. Su caso es también particular. Se había quedado con la custodia de la hija porque la madre era drogadicta. Es un hombre autista, que no mostró casi emociones cuando la policía lo interrogó. Al mismo tiempo, el detective privado que contribuyó a su condena se retractó. En un carta dirigida a la Junta de Indultos y Libertad Condicional de Texas explicaba que la forma en que se usó el síndrome de bebé zarandeado en el juicio fue «pura ciencia basura». Al parecer, además, a la hija se la había diagnosticado infecciones crónicas y un medicamento que, en niños, genera mayor riesgo a sufrir cuadros de depresión respiratoria.
«Libros de autoayuda y terapeutas animaban a las mujeres a «recuperar» recuerdos reprimidos. Con el tiempo, se reveló que esos recuerdos eran falsos»
A medida que aumentan las condenas por este síndrome, también crecen las sospechas sobre la fiabilidad del diagnóstico. Investigaciones de médicos forenses han demostrado que caídas en parques infantiles, incluso desde bajas alturas, podían provocar inflamaciones y hemorragias cerebrales en los cráneos -aún por cerrarse- de bebés de hasta tres años. Pero no siempre tiene una causa externa evidente. A veces, según los expertos, procede de depresión respiratoria o coágulos que dañan al cerebro.
El gran problema es que a menudo se desconocen las causas. Y hay una gran necesidad en buscar respuestas y señalar culpables en los sucesos que nos hielan el alma. Pero, como en casi todo, el atajo o dogma psicológico es una rémora, que opera en contra de los aspectos contraintuitivos de la ciencia, y lo que consigue es que no se dedique más tiempo y recursos a investigar las verdaderas causas. Cuando lo importante debería ser dejar que la ciencia avance y halle soluciones.