Mazón y la leyenda negra de la dana
«La narrativa construida desde Moncloa y desde el primer momento ha conseguido colocarle el cartel de culpable al presidente de la Generalitat valenciana»

Alejandra Svriz
Durante 500 años la leyenda negra ha acompañado a España en su mala fama internacional, basándose en una sola y repetida idea: los españoles somos vagos, despóticos, sanguinarios y fanáticos. Nuestros enemigos se encargaron de expandir una pésima reputación acerca de nosotros: los Reyes Católicos, la Santa Inquisición, el Duque de Alba o la conquista de América fueron los villanos de ese relato hispanófobo que se extendió por el mundo y por el que López Obrador exigió que Felipe VI pidiese perdón.
Pero lo más curioso de todo es que fue un sacerdote, el padre de las Casas, quien primero creó y después un historiador, Juderías, ambos españoles, quien posteriormente dio nombre a la leyenda negra, una especie de autoodio o reflejo de un reflejo, como lo denominó el historiador Chaunu: «La imagen exterior de España tal y como España la ve desde el interior». De nuevo, otro de los tópicos, puesto de relieve: el cainismo, unos españoles contra otros o contra la propia idea de España.
Julián Marías decía que la leyenda negra había dividido a los españoles entre indignados contra ella (los imperiofóbicos) y contagiados por ella (los imperiofílicos). Y es que buena parte de la izquierda progresista desde el siglo XVIII en adelante (muchos de los ilustrados y regeneracionistas liberales, así como la mayoría de los socialistas y comunistas a posteriori) han usado ese relato. Y buena parte de la derecha conservadora (en sus diferentes expresiones) ha sido incapaz o ni se ha molestado en contrarrestarlo.
Controlar la narrativa ha sido el punto de fuerte de nuestros vecinos y también de casi todos aquellos que, parcial o totalmente, defendieron dicha leyenda negra dentro de España. Despreciar la narrativa o contrarrestarla de forma torpe ha sido el punto débil de casi todos aquellos que, parcial o totalmente, rechazaron dicha leyenda. Se ha caído históricamente -y todavía se cae- en uno de los primeros errores que estudiamos y enseñamos en Comunicación: si tú no dices lo que eres, otros dirán lo que no eres.
Algo así es lo que le ha ocurrido, de nuevo, a la derecha española con Mazón a cuenta de la gestión de la dana el pasado otoño, ahora que la lluvia vuelve a azotar la península. La narrativa construida desde Moncloa y desde el primer momento («si necesitan ayuda, que la pidan») ha conseguido poner el foco de atención (del que salió Sánchez desde el primer momento, incluso el funesto día del barro y los insultos que iban dirigidos contra él) y colocarle el cartel de culpable al presidente de la Generalitat valenciana.
Incapaces de sacudirse de encima el fango de la DANA con el que les ha embadurnado y bien embadurnado el PSOE, el PP de Feijóo sigue intentando desmontar la leyenda negra de la gestión del desastre -o del desastre de la gestión- que se ha orquestado desde fuera y a cientos de kilómetros de Valencia con eficacia y constancia: ni los propios votantes populares -o por supuesto de Vox- salvan a Mazón de la quema de esa particular falla valenciana en la que se ha convertido el juicio público de los hechos.
«Si desde el Palau de Fuentehermosa no dices lo que ha pasado, desde el Palacio de La Moncloa dirán lo que no ha pasado»
El primer error de bulto es el apuntado antes: no llevar la pelota, no anticiparse y liderar la comunicación. Si desde el Palau de Fuentehermosa no dices lo que ha pasado, desde el Palacio de La Moncloa dirán lo que no ha pasado. Las informaciones sobre dónde estaba Mazón la tarde de los hechos o la tardanza del Centro de Coordinación Operativa Integrado en lanzar la alarma a los móviles aparecieron antes de que lo hiciesen las noticias sobre dónde estaba la delegada del Gobierno o el apagón de la Confederación Hidrográfica del Júcar a la hora enviar las alertas a la Generalitat Valenciana. La leyenda negra española fue construida antes de que lo fuese la leyenda dorada. Una vez que te ponen el sambenito es muy difícil quitártelo de encima.
El segundo error de calado es creer que puede haber un héroe (vestido durante días con chaleco rojo de emergencias, hasta que alguien le advirtió del ridículo) sin que haya una víctima y, por tanto, un villano («quiero agradecer muy especialmente la presencia y la atención del presidente del Gobierno, querido presidente, gracias por venir tan pronto»), al igual que no puede haber un juicio en la opinión pública sobre unos hechos de estas características sin que haya un solo y único culpable final. El culpable del atraso de España -y, por ende, de Iberoamérica- en la leyenda negra apareció antes de que el inocente se defendiera: los conquistadores sanguinarios e inquisidores malvados. Además de que a la derecha no le faltan sus propios Bartolomés de las Casas.
Y el tercer error de consideración es pensar que algo así se puede resolver creando una narrativa paralela (la reconstrucción tras el desastre de Valencia en 2024, como la de la regeneración tras la debacle de España en 1898) al margen de la original, sin entrar a rebatir de raíz y en todos sus puntos -punto por punto- esta nueva leyenda negra creada en torno a una desgracia a la que se sumó la falta de planificación histórica y una mala gestión conjunta de las administraciones con competencias, tras haber perdido desde el inicio la primera parte del partido. Porque siempre hay segundas partes en los partidos, pero sigue siendo el mismo partido y no acaba hasta que se pita el final. Si uno mismo renuncia el primero, los seguidores se acaban marchando del campo antes de tiempo.
Han tenido que ser historiadores de los propios países en los que se creó la leyenda negra, como el estadounidense Maltby, quienes hayan empezado a reivindicar el papel positivo de España en la historia de América y del mundo. En su libro La leyenda negra en Inglaterra: el desarrollo del sentimiento anti-español el profesor emérito de la Universidad de Missouri afirma: «Quizás la leyenda negra no constituya un punto de vista legítimo o justificable, pero es necesario recordar que es una leyenda y no un mito. Nació, como todas las leyendas, de hechos reales y estos no pueden ser ignorados por intereses partidistas. Los españoles cometieron grandes errores, pero al igual que lo hicieron los hombres de otras naciones importantes en la historia de la humanidad».
No en vano, el propio Maltby es quien ha escrito también la mejor biografía realizada hasta el momento sobre el Duque de Alba -el hombre del saco para los niños holandeses-, en la que realiza un retrato veraz del personaje, con sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus errores. O una editorial holandesa, Karwansarai, es la que le ha dedicado una monografía excepcional -en inglés- con expertos de 8 países que revisan y hacen justicia a la figura de don Fernando Álvarez de Toledo.
Quizás algún día no sea tarde y a alguien se le ocurra que sean terceros los que, sin propaganda y con historicidad, expliquen de manera imparcial lo que se hizo bien y lo que se hizo, lo que realmente sucedió en aquellos trágicos días de un otoño para olvidar y unas víctimas a recordar y llevar siempre en la memoria.