Confirmado: repunte de la inflación y pérdida de competitividad
«La economía resiste en el corto plazo, pero apoyada en el subsidio y en la eventualidad. Vivimos un tiempo de intenso empobrecimiento de las familias»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Se publicó hace unos días el dato definitivo de IPC del mes de febrero y confirmó el indicador adelantado, donde se da un importante repunte de la inflación, sobre niveles de precios ya muy elevados desde hace casi dos años. Así, vivimos un tiempo de intenso empobrecimiento de las familias. Es cierto que la economía resiste en el corto plazo, pero apoyada en el subsidio y en la eventualidad. Nunca se han firmado más contratos indefinidos que han concluido a los pocos días; nunca ha habido más contratos a tiempo parcial; nunca el nivel del gasto ha sido más alto.
La inflación en febrero se sitúa en el 3% interanual, según los datos definitivos de IPC, acelerándose una décima respecto al dato de enero. La subyacente se sitúa en el 2,2% interanual, una décima más que la reflejada en el indicador adelantado, que sigue mostrando mucha resistencia a la baja, y el IPC armonizado con la UE en el 2,9% interanual, que es el homogéneo con el resto de la UE y sobre el que se basa el BCE como indicador de precios. Mensualmente, el IPC crece un 0,4% y la subyacente un 0,3%. Es decir, la inflación repunta, no sólo por aceleración del dato interanual, que por comparación podría crecer debido a efecto estadístico, sino que se produce un crecimiento de la inflación mensual, cosa que ya sucedía en octubre, noviembre, diciembre y enero, de manera que estamos asistiendo a una tendencia de nuevo ascendente de los precios.
Este repunte lo hace sobre un nivel ya elevadísimo de precios, acontecido, especialmente entre julio de 2022 y febrero de 2023. Después, se moderó el crecimiento de los precios, pero no bajaron y mantuvieron algo de incremento.
Sobre dichos precios de entonces, que provocaron una gran brecha de empobrecimiento de las familias, los precios no volvieron a bajar, y ahora la inflación repunta y no alivia a las familias, que ya llegan muy justas a fin de mes. Todo ello, lleva a un empobrecimiento de la economía, que intensifica mes tras mes, con las empresas que no soportan ya más aumento de costes y con las familias asfixiadas por el incremento de la cesta de la compra y la subida de las cuotas hipotecarias variables.
Cuánto mejor habría ido si los bancos centrales no hubiesen tardado tanto en reaccionar, generando con su amplio retardo interno lo que está siendo un larguísimo retardo externo de su política monetaria.
«Desde que gobierna Sánchez, la inflación ha subido un 20,79% y la subyacente un 17,79%»
Y cuánto mejor nos iría si los gobiernos dejasen de presionar al alza los precios, alimentando los cuellos de botella de manera artificial, que es lo que hacen con su política fiscal tremendamente expansiva por el lado del gasto público, que dificulta y retrasa la aplicación de la política monetaria.
Es el empobrecimiento de la población, cuya economía pende de un hilo que, si se rompe, en forma de pérdida del puesto de trabajo, no va a poder afrontar sus compromisos de pago, pues los ahorros los ha gastado ya para combatir la inflación, sin generar nueva capacidad excedentaria de recursos.
Así, desde que gobierna Sánchez, la inflación ha subido un 20,79% y la subyacente un 17,79%.
La economía española no deja de perder productividad y competitividad, y el cambio de modelo económico no está girando hacia una economía más productiva, especializada en productos y servicios de alto valor añadido, sino que marcha en sentido contrario, hacia una economía de bajo valor añadido, con crecientes subsidios y pérdida de capacitación profesional.
Eso hace que la economía no se sostenga por sí misma, que viva anestesiada, y que se estén produciendo flujos migratorios en el campo laboral en ambos sentidos, tanto de entrada como de salida.
Eso provoca que el crecimiento español, además de ser cortoplacista, se impulsa, en gran parte por crecimiento de población, pero con pérdida de prosperidad, como muestra la evolución de PIB per cápita en paridad del poder de compra, donde España ha dejado de converger y ha retrocedido respecto de la media de la UE, quedando en el 90% de la media de la UE, y si no estamos por debajo se debe a la revisión extraordinaria del PIB, que lo ha elevado dos puntos para el mismo año, volviendo a ser potencial receptor de fondos de cohesión a los que optan los países más pobres de la UE.
La inflación, que es una lacra para la economía, retorna de nuevo en España con relativa fuerza, sin conseguir llegar al objetivo de precios del BCE, del 2%. Así, la inflación armonizada española es del 2,9% en febrero, cinco décimas más que la de la eurozona, de manera que la convergencia de España en dicho indicador se está perdiendo, debido a los desequilibrios estructurales de nuestra economía: al no haber retirado suficiente liquidez el BCE, la mayor presión del gasto en España hace crecer artificialmente los precios, y eso provoca una mayor tasa de inflación, que merma el poder adquisitivo de los españoles en comparación con la media de la eurozona, que le puede perjudicar en el efecto de las decisiones del BCE y que hace menos competitivas a las empresas españolas, por encarecimiento de sus productos.
En definitiva, somos más pobres y la política del Gobierno intensifica ese empobrecimiento.