THE OBJECTIVE
Pablo de Lora

España cuántica

«¿Y si el objetivo no es ese? Que no malgastemos su precioso tiempo dedicado a gobernarnos; que renunciemos a nuestra ciudadanía inquieta y demandante»

Opinión
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España cuántica

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

En la última entrega de la pérdida de tiempo (con esa exactitud microscópica ha descrito el parlamentarismo vigente en España la portavoz del Gobierno) que acontece de cuando en cuando en el Palacio de las Cortes, el presidente del Gobierno espetó al líder de la oposición no fijar posición sobre un proyecto de «computación cuántica» en el País Vasco. Ni sobre la IA, ni la emergencia climática ni sobre las amenazas que sufrimos de ciberseguridad. 

Fue en el transcurso de un pleno en el que Sánchez informaría sobre el necesario aumento del gasto en defensa, dados los compromisos que hemos adquirido con la OTAN y la realidad geopolítica que se dibuja desde el ascenso de Trump a la presidencia. Y lo que hizo fue «pedagogía», pero de la suya, es decir, durante 50 minutos ni informó, ni explicó ni justificó nada de lo que es atinente: ni las razones específicas de tal rearme; ni las amenazas que se ciernen; ni qué necesitamos; ni cuántos efectivos estaríamos dispuestos a comprometer en una posible fuerza «pacificadora» en Ucrania y en operaciones de guerra futura; ni el monto total, siquiera sea aproximado, del dinero que supone incrementar nuestra contribución a la OTAN ni cómo será posible librar esos fondos sin comprometer otras partidas del presupuesto. El presupuesto prorrogado, claro. 

En una de sus lecciones del curso Fundamentos de Física que imparte el físico Ramamurti Shankarde la Universidad de Yale (el tema correspondiente a la mecánica cuántica), Shankarde evoca lo que célebremente dijera el gran físico Richard Feynman a propósito de esa teoría: «Nadie entiende la mecánica cuántica». Como nadie lo entiende, el objetivo del curso -señala Shankarde-, es lograr que no solo él, sino los estudiantes que le siguen tampoco entiendan la mecánica cuántica y difundan la buena nueva de esa ignorancia. Saber por qué no se entiende es una manera de ser sabios, como sabemos desde Sócrates. 

En su discurso ante los manifestantes reunidos en Cibeles a finales de noviembre de 2023 protestando por el infame pacto de legislatura que supondría el canje de siete votos por la amnistía, Andrés Trapiello aventuraba que el proyecto de Sánchez consistía en volvernos locos, hacer que perdamos definitivamente «el juicio» convencernos de que la noche es el día, que lo blanco es negro. Yo creo que quiere que entendamos la mecánica cuántica. 

Me explico con un simpático cartel que circuló en las redes hará unos días, un aviso que cuelga en la puerta del médico de un centro de salud. Reza así: «Por favor, no abra ni llame a la puerta. Espere a ser atendido. Está dentro otro paciente, y podría ser usted (esta paradoja espacio-temporal podría destruir el Universo y ya bastante nos ha pasado últimamente). Gracias por su paciencia». 

«¿No les parece que vivimos en una realidad de estados superpuestos y que hay quienes pretenden actuar como el observador?»

Quién sabe si la médico que pergeñó el cartel ha seguido el curso del profesor Shankarde, y más concretamente la explicación del experimento del gato de Schrödinger, pues así pareciera: el paciente puede estar siendo atendido o estar esperando a ser atendido a la vez, y solo al llamar a la puerta lo corroboraría, de la misma manera que solo al abrir la caja donde se ha encerrado al gato comprobaremos si el átomo se desintegró o no y si con ello el gato está vivo o muerto. Ya conocen la moraleja del experimento mental y los muchos – y rentables aunque muy venenosos y precipitados- frutos que ha brindado en algunos pagos de las ciencias sociales: dos estados de cosas perfectamente excluyentes entre sí se superponen y es el hecho de la observación lo que determina cuál de ellos se da finalmente. 

Puestos a tirar de las posibilidades metafóricas de esa ilustración de la mecánica cuántica, ¿no les parece que también vivimos en España una realidad de estados superpuestos y que hay quienes pretenden actuar como el observador? Yo creo que es lo que el presidente del Gobierno quiere que captemos, que España es una realidad cuántica.  

Es decir, podemos estar al mismo tiempo en guerra contra Rusia y comprarle petróleo; diseñar un programa para que las universidades españolas atraigan el talento estadounidense que «huye del fascismo» (sic) y negarle a una física teórica el visado y no convalidarle su título de Doctora de la Universidad de Berkeley; sostener que la Constitución española – en una interpretación literal de lo que dice un precepto en el que no se atisba sombra de ambigüedad o vaguedad- exige que el Gobierne presente un proyecto de presupuestos generales del Estado en el plazo de tres meses antes de la expiración del anterior – y que, por tanto, el presidente que no logra hacerlo debe dimitir y convocar elecciones- y entender que el Gobierno tiene permiso para prorrogarlos y no convocar elecciones; describir a Junts como miembro de una coalición progresista y describir a Junts como representante de la derecha conservadora xenófoba; considerar que lo que gastamos en Sanidad Pública, transporte ferroviario y en reforestación corresponde a la partida propia del fortalecimiento del Estado del Bienestar y a la lucha contra el cambio climático – santo y seña del Gobierno progresista- y considerar que lo que gastamos en todas esas cosas forman parte del robustecimiento de la seguridad y defensa europeas (no diga «rearme» o «armas»).  

Todos esos estados de cosas, significados, predicados y valoraciones perfectamente incompatibles entre sí quedan superpuestos y para saber a qué atenernos, o sea, cómo se conforma esta realidad macroscópica nuestra, solo el presidente y su cohorte de nadadores sincronizados resultan determinantes, como el observador de Schrödinger o el paciente del centro de salud. 

Díganme si no es para volverse locos, o sencillamente sumirse en la desafección más absoluta, en lo que en tiempos se llamó pasotismo. ¿Y si ese es en el fondo el objetivo? Que les dejemos hacer a lo ancho y largo; que no les incordiemos –«silencio: estamos gobernando dejándonos la piel»- que no malgastemos su precioso tiempo dedicado a gobernarnos; que renunciemos a nuestra ciudadanía inquieta y demandante.  

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