The Objective
Manuel Pimentel

Más peligro de deuda que de guerra. Y Marruecos...

«Tenemos más posibilidad de entrar en un conflicto grave con Marruecos a costa de Ceuta y Melilla que el vernos inmersos en las luchas de las estepas del este»

Opinión
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Más peligro de deuda que de guerra. Y Marruecos…

Ilustración de Alejandra Svriz.

Por vez primera en nuestras vidas sentimos el aliento de la guerra, con sus estragos y desgracias. Las noticias y los mandamases de Bruselas jalean nuestro temor, con intención clara de convertirlo en pánico. Estamos en peligro, nos dicen, Rusia puede atacarnos. Debemos prepararnos pues, nos advierten, hay que tener un kit de emergencia, con pastillas de yodo ante el riesgo nuclear. ¿Cómo no atemorizarse? Y nos muestran gráficos y mapas del alcance de los misiles y drones rusos, que podrían entrar letales por la ventana de nuestra cocina. Y así, día tras día, hasta conseguir la congoja general que justifique el bendito rearme europeo que nos protegerá frente al desalmado de Putin. Y de paso, alguna que otra pérdida de libertad, que todo sea por la sacrosanta seguridad.

Curiosa palabra la que han escogido, rearme. Rearme significa volverse a armar. Pero, ¿cuándo fue la última vez que estuvimos armados?, ¿en la Guerra Fría, quizá? No, no fue en la Guerra Fría, porque todo su artefacto militar, bases americanas, escudos antimisiles, ojivas nucleares y demás, siguen estando como estaban. ¿Cuándo, entonces? Exacto, ha acertado, pues en la Segunda Guerra Mundial. De manera consciente o inconsciente –a veces mucho más efectiva– no retrotraen a aquella época de espanto, a la que juramos no volver jamás. Pero los ciclos de la historia son inexorables y hete aquí que nos encontramos rearmándonos con furia y pasión. Bien es sabido que Sánchez no es precisamente mi líder preferido, pero, en esta ocasión, debo darle la razón. Rearme no es la palabra adecuada, ¿o quizá, sí, visto lo visto, y quieren llevarnos, o ya lo estamos, al punto de partida de la Tercera?

Que los expertos en geopolítica pontifiquen y dictaminen riesgos, alianzas y posibilidades. Desde la simple posición de observadores, podemos reiterar lo obvio. Que Estados Unidos ha perdido interés en la defensa europea y que parece acercarse al régimen ruso. ¿Por qué? Pues porque ha cambiado su eje de interés. Del Atlántico ha pasado al Pacífico, que es donde se mueve ahora la economía y el poder. Los sabios norteamericanos han dictaminado que su enemigo potencial es China, y que Rusia ha descendido a la categoría de potencia regional, que ya no global. Por eso, trata de ganársela, para hacer pinza sobre los chinos. ¿Y los europeos? Pues que se la arreglen ellos solos, que para eso ya les hemos pagado la fiesta durante demasiado tiempo. Pero, ¿y Ucrania? Pues la trocearemos para salvar la cara a Putin. Ya estarán preparando el relato que lo justifique.

Los europeos nos sentimos solos, de repente, sin la sombra protectora del coloso americano. Y nos asustamos y sobreactuamos. ¿Qué hace falta invertir más en defensa? Sin duda alguna. ¿Qué los europeos debemos tomar posiciones comunes? Bienvenidas sean, no podría ser de otra forma. ¿Qué estemos en un peligro real? La respuesta es más compleja. ¿Puede Rusia, con una población de 143 millones de habitantes –descendiendo– y un PIB de 1,9 billones de euros competir con la UE, con una población de 450 millones de habitantes y un PIB de más de 17 billones de euros? No parece rival para atemorizarnos de tal manera.

Es cierto que posee un terrorífico arsenal atómico y un ejército experimentado y bajo mando único, pero, si no han podido derrotar a Ucrania, ¿se atreverían contra la UE? Pues no. O, al menos, parece que no plantearían un choque frontal. Otra cosa es que fueran a por algún país báltico y eso nos arrastrara a un conflicto de repercusión mundial. ¿Correría riesgo España en tal supuesto? Parece que no. Misiles y bombas tendrían otros destinos prioritarios. Pero toda precaución es poca, por lo que tendremos que invertir en defensa y confiar en nuestros militares profesionales, dignos de toda confianza, a mi parecer.

«¿Qué tenemos un problema? Pues endeudémonos para solucionarlo. Y así, suma y sigue. ¿Hasta cuándo?»

Pues eso, nos vamos a armar o rearmar, según el gusto de cada cual. ¿Y cómo vamos a conseguirlo? Pues con la fórmula que más gusta a nuestros dignatarios. Con más deuda, con mucha más deuda. Oiga, pero si ya estamos muy endeudados, ¿es prudente seguir aumentando la cuantía de nuestros préstamos? Pues parece que sí, que lo vamos a hacer, aquí, en EEUU y en el resto del mundo. Vivimos es plena orgía crediticia. Recuerdo que Greenspan, el célebre director de la FED, advirtió sobre la «exuberancia irracional» de los mercados antes de que la crisis financiera explotara en 2007 y abriera la puerta a la Gran Recesión de 2008 que tanto nos hizo sufrir.

Pues bien, nos encontramos de nuevo ante una exuberancia irracional mundial de la deuda –pública, pero también privada, no en España, en este caso–, en una carrera para ver quién debe más. En la UE nos hablan de 800.000 millones, curiosamente la misma cuantía que pedía Draghi en su famoso informe sobre la situación económica de la UE. ¿Qué tenemos un problema? Pues endeudémonos para solucionarlo. Y así, suma y sigue. ¿Hasta cuándo? Pues hasta que esto explote. Pero, ¿cuándo será? Pues ni idea. Pero pasar, pasará. Cuidadito, cuidadito, que graves problemas financieros veremos. Y como siempre ocurre, explotará en el momento menos pensado y en el lugar más inesperado. Bastará una chispa para que se incendie el ninot de deuda colosal en el que el mundo entero ha incurrido con irresponsable gozo y algarabía.

¿Riesgos para España? Pues tenemos más posibilidad de entrar en un conflicto grave con Marruecos a costa de Ceuta y Melilla que el vernos inmersos en las luchas de las estepas del este. Ayudemos sin duda a la causa europea, pero pidamos a cambio garantías en caso de problemas con nuestro vecino del sur. Que Marruecos se lleva muy bien con EEUU e Israel, que no son precisamente amigos de nuestro calamitoso gobierno. Oiga, ¿y la deuda? Pues aquí ocurrirá como en los demás países, la aumentaremos mientras la fiesta dure. Y eso que en deuda pública no somos de los peores de la clase. Pero, también, preparémonos para cuando la fiesta finalice, porque es más probable un desastre financiero mundial por la deuda acumulada que el que un misil ruso entre por la ventana de su casa. Y Marruecos…

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