Frente al proteccionismo de Trump, más libre comercio
«La globalización ha sido usada como chivo expiatorio de populistas para explicar muchos de sus males, pero sus efectos positivos son incontestables»

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump.
Es uno de los grandes pilares del orden económico mundial. Desde los acuerdos del GATT alcanzados en 1947, entonces suscritos por 23 países, y, más intensamente, desde la creación de la Organización Mundial de Comercio (OMC) a finales de 1994, respaldada entonces por 123 países, los intercambios comerciales internacionales han sido el principal motor del desarrollo del mundo. Han generado riqueza para todos: las economías avanzadas, emergentes y en desarrollo. Pero también desigualdad. Aun así, el balance es positivo: cientos de millones de personas, hoy consumidores globales, han logrado salir de la pobreza y son muchas las economías emergentes cuya renta per cápita es similar o superior a la de los países avanzados. Un progreso que los masivos aranceles anunciados hace dos días por Donald Trump ponen ahora en peligro. El país fundador de ese orden promotor del libre comercio dice ahora ser su gran víctima.
El pulso que ha echado por el presidente estadounidense el orden económico mundial es arriesgado. No sólo por las probables represalias de otros bloques comerciales competidores, como es el caso de China, que ya ha anunciado que aplicará un 34% de aranceles a todas las importaciones procedentes de EEUU, sino por las consecuencias que puede tener en la primera economía mundial. De mantenerse en el tiempo su plan arancelario y no ser sólo un arma negociadora para doblegar la voluntad de sus socios, como hemos visto en el inicio de su mandato, el proteccionismo radical de Trump puede ser suicida. La Bolsa de Wall Street ya está avisando de ello. En dos días ha caído un 5% adicional. Las pérdidas acumuladas desde la llegada de la nueva Administración superan el 10%. Y eso que heredó un Bull Market, con un alza generalizada de los valores sostenida en el tiempo. Todo un récord tras apenas tres meses en el poder. Sólo superado por Bush hijo en 2001, cuando la bolsa cayó un 18%. Eso sí, entonces el daño no fue autoinfligidlo. Fue el resultado del pánico inversor que desataron los atentados terroristas del 11 de septiembre.
Los consumidores, las empresas y los mercados financieros estadounidenses están paralizados por el miedo a los efectos que las sanciones tendrán en la economía nacional. Los servicios de estudios de los principales bancos del país avisan del riesgo de que EEUU entre en recesión y de que esta venga acompañada por una subida de la inflación. Y Wall Street hoy es también Main Street. Es decir; la caída del mercado bursátil tiene efectos inmediatos en la percepción de riqueza de la población. El 62% de los ciudadanos del país tienen gran parte de sus ahorros invertidos en la bolsa. La sensación de empobrecimiento es inmediata.
¿Es el fin del libre comercio mundial? La respuesta debe ser negativa. Y el resto de los bloques comerciales, con la Unión Europea a la cabeza, debe responder con nuevas medidas para desmantelar sus barreras internas y buscar nuevos socios en otras áreas geográficas. Si el acercamiento de Trump a Putin ha servido para que Europa se comprometa con el rearme militar, este nuevo ataque del presidente estadounidense al orden político y económico mundial surgido de la II Guerra Mundial debe servir para que el continente, el mayor y más abierto bloque comercial del mundo, intensifique sus intercambios comerciales intracomunitarios y alcance acuerdos con terceros, como el reciente logrado con Mercosur, aún pendiente de ser aprobado por los 27. Europa tampoco debe descartar la incorporación de nuevos socios a la Unión, como Canadá, cuyo Gobierno ha roto relaciones con Washington por las amenazas de Trump de convertirla en el 51 Estado, despreciando su independencia y su soberanía territorial. Su democracia cumple de sobra los requisitos de pertenencia a la UE.
Los intercambios comerciales entre la UE y Estados Unidos ascendieron a un billón de euros en 2024. Dos tercios de ese importe corresponden a las exportaciones europeas al socio americano. El anuncio de Trump de elevar los aranceles a la UE al 20% tiene por tanto un fuerte impacto. Pero hay cómo compensarlo. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha calculado que las barreras al comercio interno de productos manufacturados suponen un arancel del 45% y en el caso de los servicios, el 110%. Quitar regulaciones, abrir sectores protegidos, crear una unión de los mercados de capitales, recetas que están ya incluidas en el Plan para recuperar la competitividad elaborado por Mario Draghi, más que amortiguaría el golpe de Trump.
La globalización ha sido usada como chivo expiatorio de populistas a la derecha y a la izquierda para explicar muchos de los males de sus economías, pero sus efectos positivos son incontestables. Entre 1995 y 2023 el comercio internacional creció un 5,8% de media anual. Un ritmo vigoroso teniendo en cuenta las crisis sucesivas de los últimos años y sus efectos en la demanda: la Gran Recesión (2008-13), la pandemia del Covid (2020-22) y la invasión rusa de Ucrania (2022 a nuestros días). El crecimiento de los intercambios comerciales en algunas partes del mundo, especialmente Asia, ha alterado los equilibrios geopolíticos en el mundo por la pujanza de alguna de esas economías, con China a la cabeza. Allí el progreso asociado al libre mercado no ha servido para traer los avances democráticos deseados. Pero sí en otros países, como Corea del Sur o la mayoría del Este de Europa tras la extinción de la Unión Soviética.
El progreso asociado al libre comercio debe prevalecer. La tentación de contraatacar con aranceles es comprensible. En un primer momento y con carácter quirúrgico puede ser un arma que utilizar, pero entrar en una espiral de represalias arancelarias puede asestar un golpe mortal a la economía mundial. Es mejor tomar nota del acuerdo alcanzado entre China, Japón y Corea del Sur justo un día antes del vergonzosamente llamado Día de la Liberación. Más bien el Día de la Ruina, como acertadamente titulaba en su portada el semanario The Economist. Las tres grandes potencias comerciales y económicas de Asia, hasta ahora habituales enemigas y competidoras regionales, han anunciado su intención de crear una zona trilateral de libre comercio para responder al desafío de Trump.
Gracias al presidente estadounidense, la dictadura china, identificada por el presidente americano como la gran enemiga económica de EEUU, y las dos grandes democracias de la región, tradicionales aliadas de Occidente, han unido fuerzas para defender sus intereses comerciales y hacer frente juntas a la guerra arancelaria declarada por Washington. ¿Cómo ayuda esa alianza a defender los intereses económicos estadounidenses? ¿A Make merica Great Again? Más bien lo contrario. Le ha salido un colosal competidor. Impensable hasta hace poco.
A medida que se vayan extendiendo acuerdos comerciales similares, Estados Unidos estará más aislado. ¿Reaccionará su presidente a tiempo para evitar un daño mayor a la economía mundial, pero sobre todo a la economía estadounidense? Difícil prever si la presión de Wall Street y de los agentes económicos servirá para hacer recapacitar al más impredecible y temerario presidente de la historia reciente estadounidense.