El caso Le Pen, ¿el gobierno de los jueces?
«Sea cual sea el futuro judicial de Le Pen, es indudable que la sentencia le ha hecho la campaña electoral a ella o a su delfín…»

El clon de la semana: Marine Le Pen. | Alejandra Svriz
Terremoto político en Francia: Le Pen (ya no necesita especificarse su nombre de pila) inhabilitada, con efectos inmediatos, para ser cargo electo durante cinco años, por corrupción y desvío de fondos europeos.
La lideresa del primer partido del país, que encabezaba las intenciones de votos en primera vuelta con un 37%, ve truncada así su carrera presidencialista, por una ley que ella misma votó, aplicada sin contemplaciones por un tribunal en primera instancia: un político condenado por corrupción debe quedar ejemplarizadamente inhabilitado, sin que los posibles recursos tengan efecto suspensivo.
Su delfín Jordan Bardella lo ha calificado de golpe de Estado a la democracia, perpetrado por ese fantasma que sobrevuela Francia desde Mitterrand, que lo puso de moda: el gobierno de los jueces. Y ha llamado a sus simpatizantes a protestar en las calles. Veremos si tiene éxito la convocatoria: el pueblo contra los jueces que castigan la corrupción. En fin.

La indignación (más fingida que real) en el campo de las derechas no se ha hecho esperar. Normal. Quieren recoger algunas nueces electorales del árbol caído. Y hasta el líder de la extrema izquierda, Mélenchon, también se muestra indignado, mientras pone sus barbas a remojar. Menos esperable es que el primer ministro Bayrou se haya mostrado «perturbado» por la decisión (tal vez porque él mismo fue inculpado de un desvío parecido, pero corrió mejor suerte judicial). Gabriel Attal, el delfín fallido de Macron, que no da puntada sin hilo, declaró que «la democracia nunca me perturba».
A nadie ha dejado indiferente la sentencia.
Ante tal conmoción, la Justicia, asustada probablemente por las reacciones, y quitándose la venda que nunca debería, ya ha anunciado que le hará un hueco en el verano de 2026 para ventilar su apelación: será el rien ne va plus de Le Pen. Si es absuelta, la vía real a las presidenciales; si no, el candidato será el joven Jordan Bardella, su hijo político y sobrino político (es pareja de su sobrina), y la estrella ascendente de la extrema derecha, que, si lograse alzarse con el triunfo nombraría a Le Pen como Primera ministra (la inhabilitación, incomprensiblemente, no es óbice para que ocupe este cargo, por no ser electo). A la espera de hacer un intercambio de roles a lo Putin-Medvedev en 2031.
A los efectos de dicha carrera presidencial, que sea Le Pen o Bardella el candidato no cambia en realidad gran cosa para el Reagrupamiento Nacional, al menos en cuanto a la primera vuelta, en la que estarán con toda probabilidad en liza, por parte del campo centrista, los ex primeros ministros de Macron Gabriel Attal y Edouard Philippe, y tal vez el actual primer ministro François Bayrou (y por qué no el ex primer ministro Manuel Valls y hombre fuerte del gobierno, que ha vuelto al ruedo con más ímpetu que nunca y que atesora grandes datos de valoración por su buen hacer ministerial). Cualquiera de ellos debería poder ganar a Le Pen en segunda vuelta con el voto prestado de la izquierda.
En cuanto a la derecha gaullista, podría haber un candidato surgido de primarias, tal vez, el líder actual Laurent Wauquiez, un perdedor nato con nulas probabilidades de pasar a la segunda vuelta. También irá por libre Eric Zemmour, en plan Juanito de Arco, sisando votos a Le Pen para devolvérselos después.
En la izquierda, no faltarán algunos candidatos socialista y/o ecologista de escasa pegada, o bien Raphaël Glucksmann, el independiente de izquierdas con más carisma en décadas y la posible sorpresa en 2027; y el incombustible e insumiso Jean-Luc Mélenchon, el outsider que podría acercarse a la línea de corte de la segunda vuelta, en su probable última intentona de asalto a los cielos.
En caso de duelo Le Pen-Mélenchon en la segunda vuelta, Europa contendría la respiración.
En el fondo, el terremoto, como se ve, no es para tanto. Lo preocupante es cómo estarán Francia y Europa de aquí dos años, si sigue arreciendo el actual trumpismo desaforado.
Sea cual sea el futuro judicial de Le Pen, es indudable que la sentencia le ha hecho la campaña electoral a ella o a su delfín (el victimismo siempre paga) y no sólo entre su electorado, porque al elector de base poco le conmueve que un partido haya empleado los fondos del Parlamento Europeo en tareas distintas a las estipuladas; quién no ha caído en esos pecados veniales, a derecha e izquierda.
Mientras haya jueces en Francia, los políticos deberán seguir comportándose. No en vano dictan todavía sus sentencias en nombre del pueblo francés.
Coda 1) El arancelario. La batería histórica e histérica de aranceles para convertir a América en una autarquía again, reverdeciendo las páginas más sombrías de su aislacionismo, aparte del previsible efecto regador regado (la bronca de los Musk, Bezos, Zuckerberg ha debido ser de antología, vistas las pérdidas millonarias en 48 horas) puede llevar a una recesión global si este lunes las bolsas siguen cayendo a ritmo del 5% por día. A un chantajista ventajista como Trump sólo se le puede replicar en su propio lenguaje: a arancel, arancel y medio. Europa ha de prepararse y pertrecharse para una larga guerra comercial contra Trump que es también una guerra moral, que Europa ha de ganar para que Estados Unidos puedan regresar a liderar Occidente dentro de cuatro años. El orden liberal sólo puede ser de economía abierta y global. De lo contrario, Trump y sus sucesores podrían tener la tentación de integrar un eje despótico sino-ruso y buscar un tercer mandato ilegal. En tal caso Europa y Canadá tendrán que empezar a pensar en una OTAN sin Estados Unidos.
Coda 2) El encargao. Javier Cercas ha escrito un libro por encargo sobre el Papa, reincidiendo, a lo impostor, en una crónica ficción/no ficción/reficción, en el que glosa su viaje a Mongolia siguiendo al sumo pontífice. A Mongolia. ¿Qué demonios sacará el Vaticano de este libro-encargo? Cercas, el poder y la gloria, claro está. En la portada, un papito pequeño ante un Buda samurai gigantesco, obeso. El actor Eduard Fernández ya puede ir cogiendo kilos.
————–
Iñaki Ellakuría, periodista de largo recorrido, publica un libro imprescindible en estas horas sombrías para Occidente. Atento, desde su posición periférica y de francotirador, a los graves riesgos políticos y sociales de nuestro tiempo, el wokismo y otros virus identitarios: feminismo radical, independentismo, nacionalismo, islamismo…
Cuestionario maldito a Iñaki Ellakuría :
¿Cómo lo lleva, viviendo em Barcelona con tantas ‘k’ en su nombre y apellido?
-Como un oKupa en su propia casa.
¿Ellakuría como el jesuita asesinado por la guerrilla en El Salvador?
-Exactamente, primo de mi abuelo. Poco antes de que lo asesinaran, estuvo con nosotros en Barcelona. Recuerdo que alguien le dijo que no volviera, que podían matarle, y que él contestó que tenía la obligación de estar con su gente en El Salvador.
¿Es duro ser perico y ser tachado de madridismo-periquismo?
-Al contrario, me resulta muy divertido, porque no hay nada más parecido a un culé que un merengue. Reúnen todos los síntomas y comportamientos del nuevo rico de provincias.
Es usted el delegado de El Mundo en Barcelona: ¿se siente un poco aquello de los buzones de antaño «Capital» y «Provincias»?
-Más bien me siento como Joseph Roth en la Viena crepuscular. Mientras haya vino y cerveza a buen precio, todo irá bien.
Como gran observador del Procés que ha sido y es: ¿en qué fase se halla actualmente?
-El procés nunca existió, solo fue un término político-periodístico para definir un momento de aceleración del proyecto de autodeterminación catalán, que, obviamente, no empezó con Artur Mas en 2010, sino que lo hizo más de un siglo antes; y que, obviamente, no acabó con el fracasado golpe del 2017, sino que sigue en modo «cuarteles de invierno» y dejando hacer el trabajo a Illa.
¿Es Illa un criptonacionalista o es un fiel escudero de Sánchez?
-Es el más fiel escudero de Sánchez, como pago a haberle hecho capataz del PSC tras la defenestración de Iceta. Pero ojo, también es el mejor posicionado para sucederle. En cuanto a su posicionamiento en el debate identitario catalán, es un socialista muy católico, es decir, un pujolista fetén.
¿Volverán las oscuras golondrinas indepes a tener mayoría en el Parlament?
-Sin duda. Y además con la ultra Sílvia Orriols, de Aliança Catalana, como su principal referente. Cosa muy positiva, ya que no camuflarán con estribillos cumbayás su halitosis identitaria.
Entrevistó precisamente a la racialista Sílvia Orriols: ¿a quién le robará más escaños?
-Ya está ganando terreno a Junts. Dice y piensa lo mismo que el 90% de los votantes de Puigdemont. Pero también está quitando votos a Vox. Es la transversalidad de la Internacional Putitrump.
Ha cobiografiado (con Pablo Planas) a Sánchez y a Puigdemont, ¿en qué se parecen más y en qué se diferencian más?
-Son dos tahúres a quienes la fortuna todavía no les ha dado la espalda. Pero Puigdemont, a diferencia de Sánchez, sí tiene una ideología que le inspira y le mueve. Claro, una ideología fétida, como es el nacionalismo.
Usted que tan bien conoce las entrañas de Ciudadanos, ¿cuándo se jodió el invento?
-Fueron la esperanza para muchos y una gran amenaza para demasiados: Psoe, PP, nacionalismo catalán. Acabaron con ellos unos pipiolos de Barcelona con exceso de ego cuando creyeron que habían llegado demasiado lejos y a modo de escarmiento.
¿Por qué sus columnas son «El último escaño»?
-Podrían haberse llamado «El último de la fila». Son una advertencia de una voluntad de periferia. O quizá de una obligación de ella, la vida me envió desde muy temprano al rincón de la periferia.
¿En qué sentido el rincón de la periferia?
-Periferia geográfica, sentimental e ideológica.
Es usted un gran debelador del wokismo, del islamismo y de los identitarismos: ¿es Cataluña el mejor ejemplo interseccionalidad?
-Cataluña siempre ha sido el laboratorio y la vanguardia española de todos los ismos, especialmente los más tóxicos. Desde la caída del pujolismo y la alianza de la izquierda y el independentismo, a través de los gobiernos tripartitos de Maragall y Montilla, Cataluña ha sido un referente de la combinación de todas las tonterías wokes. El clímax de la izquierda boba, pero con segunda residencia en la Cerdanya y tercera en Menorca, que es como se deben hacer las revoluciones: con las espaldas bien cubiertas.
Pero ¿hay riesgo de islamización en ciertas poblaciones de Cataluña?
-Cataluña es uno de los feudos europeos del salafismo, y la tolerancia con el integrismo es muy alta. Están aumentando los matrimonios forzosos de menores (si las niñas casadas a la fuerza se apellidaran Abascal, Pérez o Pujol las autoridades también mirarían hacia otro lado), el uso del velo. Hay que combatir con dureza el islamismo y eso no se hace con xenofobia sino con algo tan democrático como el cumplimiento de la ley.
Exuda usted afrancesamiento en sus artículos, ¿hay alguna razón para ello?
-La culpa la tienen algunas mujeres parisinas que me pervirtieron demasiado pronto.
¿Y para su pro judaísmo?
-Mi educación sentimental se nutrió de películas de Woody Allen.
¿Hay que ser valiente para hablar de islamismo sin parecer de Vox?
-Vox y otros ilustres representantes de la Internacional Putitrump lo ponen fácil, ya que su integrismo católico se parece, en tantas cosas, al integrismo islámico que dicen combatir. Detesto todos los integrismos, como el islamista, y este nuevo feminismo vociferante, neomarxista y castrador que considera a los hombres culpables de todo.
¿Por qué el feminismo radical se ha impuesto al feminismo tradicional?
-Porque se ha aliado para ello con los enemigos de la mujer.
¿Es decir el islamo izquierdismo?
-Una peligrosa excrecencia neomarxista.
¿Acabará Trump con el viejo orden mundial? ¿Forzará un tercer mandato?
-Trump puede acabar siendo la marioneta boba y gagá de una nueva derecha norteamericana, con JD Vance como portavoz en la Casa Blanca, que odia la democracia liberal y el libre mercado. Una nueva derecha, con ideólogos como Curtis Yarvin y mecenas como Peter Thiel, que se inspiran en un nuevo paleoconservadurismo previo la guerra de independencia norteamericana, y que ha penetrado en la Administración norteamericana para llevar a cabo esa revolución. Sí, el viejo orden mundial, ha empezado a desmoronarse.
¿Será irreversible? ¿Podría ser este segundo mandato de Trump un escarmiento para el pueblo americano, que dé pie a una presidencia de Kamala Harris o de Michele Obama?
-Más que acabar con el wokismo, Trump representa un wokismo de derechas que puede llevar a Estados Unidos a votar a su Yolanda Díaz, esta chica llamada «Ocaso» Cortez.
¿Tiene también usted convicciones íntimas respecto a Alves?
-No entraría con él en el lavabo de una discoteca, desde luego.