El feminismo hiperventilado
«Las feministas oficiales han usado el feminismo como arma para arremeter contra los adversarios políticos mientras empeoraban la vida de las mujeres»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Con un mentón elevado y una gestualidad que recordaba a Benito Mussolini, María Jesús Montero vociferó: «¡Qué vergüenza que todavía se cuestione el testimonio de una víctima y se diga que la presunción de inocencia está por delante del testimonio de mujeres jóvenes!» Seguramente, el fascista italiano estaría encantado con esta afirmación que se carga de un plumazo uno de los principios fundamentales de una democracia liberal, algo en lo que, por cierto, llevan tiempo empeñados desde el sanchismo y de ahí los aplausos que levantó, aunque después, tras el escándalo provocado, pidió disculpas con la boquita pequeña. En privado, sus compañeros de partido achacaron estas palabras a lo afectada que estaba, tan feminista ella, por la sentencia absolutoria de Dani Alves.
Pues no sé, pero por muy afectados que estuvieran ella y todos los que la aplaudieron, digo yo que si alguna vez son denunciados por una mujer joven, preferirán que su presunción de inocencia prevalezca ante el testimonio de esta, pero, en todo caso, me sorprende lo selectivos que son algunos en la defensa de las mujeres. Cuando unos mastuerzos perpetraron unos cánticos tan cafres como inofensivos, la entonces ministra de Justicia habló de «violencia verbal, de género, contra las mujeres» y la fiscalía inició una investigación. Y qué decir de la que liaron con el pico de Rubiales a Jenni Hermoso. Vaya por delante que soy contraria a ambos comportamientos, pero me resulta indignante que hayan hecho de ellos causas nacionales mientras los que se rasgaban las vestiduras y pedían las sales, miraban hacia otro lado ante los supuestos acosos sexuales de Íñigo Errejón o de Juan Carlos Monedero.
La misma ceguera selectiva que hizo que nadie denunciara el uso de empresas públicas para colocar a amantes y prostitutas que, por si no fuera bastante corrupto enchufarlas, ni tan siquiera tenían que tomarse la molestia de ir a trabajar. Los usuarios de Renfe pasan por un calvario gracias al servicio tercermundista que ofrece esta empresa pública y ahora todo empieza a encajar: resulta que Adif lleva años pagando a personas que no están cualificadas o que, incluso, no trabajan. Fue este periódico el primero que destapó el caso de Jésica, que ha resultado ser la punta del iceberg de las colocaciones a dedos de lo que en los medios llaman eufemísticamente «pareja» y que en los documentos internos denominan con el castizo «sobrina», lo que hace que todo esto resulte imparodiable porque sobrepasa toda la caspa imaginable.
Escándalos sobre los que las feministas gubernamentales y las que viven de los chiringuitos políticos, ni mu, oye. Tampoco han dicho nada sobre las seis educadoras agredidas en un centro de menores no acompañados. Es decir, se ha de defender a las mujeres de cánticos erótico festivos o de besos robados, pero no de las agresiones físicas que causan lesiones.
En el caso del colegio mayor, los chicos eran pijos y, por lo tanto, susceptibles de ser atacados y en el de Rubiales, un gañán al que llamar «señoro» o «machirulo», pero en el caso de las agresiones físicas a seis mujeres, los maltratadores son menores extranjeros no acompañados, esos mismos que según Silvia Intxaurrondo, portavoz oficiosa del Gobierno, «vienen a aportar su talento para hacer brillar esta sociedad», pero, por lo que sea, nadie quiere en sus municipios, empezando por los propios socialistas. Recuerdo a la alcaldesa del PSC de Rubí cuando, a pocos días de las elecciones municipales, micrófono en mano gritaba «aquí no» para oponerse a acoger a 80 menores extranjeros. Finalmente, el centro no se abrió y ella volvió a hacerse con la alcaldía.
«Nuestro país ha caído del puesto 5º al 27º en el ránking de mejores países para ser mujer desde la llegada de Sánchez al poder»
Y es que hay pocos casos en los que se vea tan claramente la distancia sideral entre la opinión pública y la opinión publicada: mientras que los medios de comunicación oficialistas y algunos políticos nos vende la imagen de que hay que ser muy desalmado para no querer acoger a unos pobres críos indefensos, la realidad es que la mayoría de la ciudadanía no comprende por qué se ha de destinar tantísimo dinero de su bolsillo para mantener a unos chicos que en la mitad de los casos no son menores de edad y que crean conflictos allí donde están.
La mayoría provienen de Marruecos, donde no hay ninguna guerra y donde se gastan ingentes cantidades de dinero en drones y estadios de fútbol que podrían destinar a mejorar las condiciones de vida de los marroquíes. Si un niño francés se escapa de su casa, la obligación de las autoridades es devolverlo lo antes posible a sus familias, por lo que cuesta entender por qué no sucede lo mismo en el caso de otro país fronterizo como es Marruecos. Los que los defienden dicen que «solo» el 20% de ellos comenten delitos. Volvamos al caso de Rubí: ¿por qué extraña razón los rubinenses iban a querer tener 16 potenciales delincuentes en su ciudad? Y es que, además, los delitos que suelen cometer son los que afectan más directamente a la ciudadanía: robos y agresiones sexuales.
Aproximadamente, la mitad de las violaciones las perpetran personas de origen extranjero –eso sin contar los ya nacionalizados–, pese a que son el 20% de la población. En la última década, los casos de violencia sexual han aumentado el 144% lo cual es un ataque frontal a la libertad de la mujer que tanto costó conseguir en este país, pero las supuestas feministas oficiales prefieren no analizar estos casos y dedicarse a criminalizar los piropos, las películas de Disney o las canciones de Amaral, es decir, a hiperventilar por minucias mientras nuestro país ha caído del puesto 5º al 27º en el ránking de mejores países para ser mujer desde la llegada de Sánchez al poder.
Han usado el concepto feminismo como arma para arremeter contra los adversarios políticos mientras empeoraban la vida de las mujeres y dilapidaban el dinero del Ministerio de Igualdad que debía ser para la protección de las víctimas de violencia en pintar bancos y en talleres de perreo. Literalmente.