The Objective
Ignacio Ruiz-Jarabo

España y la bomba arancelaria

«El portazo dado al PP en las incipientes negociaciones para el diseño del paraguas anti-aranceles parece evidenciar la imposibilidad de alcanzar un acuerdo nacional»

Opinión
España y la bomba arancelaria

Ilustración de Alejandra Svriz.

La drástica decisión arancelaria adoptada por Trump ha supuesto un tsunami en el comercio internacional y en la economía mundial del que, como es lógico, no puede escapar España. Y no ya por la teoría del efecto mariposa, sino por las consecuencias que nos puede acarrear de forma directa o en primer grado, así como por las indirectas o de segundo grado que a buen seguro también nos va a provocar.

La primera cuestión a resaltar es que, frente a lo que sucede con muchos otros países, los Estados Unidos no tienen un déficit en su relación comercial con España. Así costa en un informe de la oficina económica y comercial de la Embajada española en Washington en el que se reflejan los datos del intercambio bilateral entre ambos países. Según el citado informe, en el comercio de bienes el importe de las importaciones españolas supera en un 50% al de las exportaciones, siendo el déficit para España del orden de 15.000 millones de euros.

En el comercio de servicios sucede lo contrario, dado que España exporta más de lo que importa siendo nuestro superávit aproximadamente 5.000 millones de euros. Quiere decirse que, globalmente, somos nosotros los que tenemos un déficit comercial global en torno a los 10.000 millones de euros. En la terminología de Trump, España no estafa a Estados Unidos.

Lo anterior no obsta para que sin duda suframos consecuencias negativas directas por la bomba arancelaria que ha lanzado Trump. Una, los exportadores españoles de bienes y servicios a Estados Unidos verán como se encarece su consumo en aquel país y, por ello, tendrán dificultades para la venta de unos y otros. Dos, dada la respuesta arancelaria que prepara la Unión Europea y dado el carácter comunitario que tiene el arancel, los consumidores españoles de bienes y servicios procedentes de Estados Unidos verán encarecer el precio de sus productos.

Ambas circunstancias serán negativas para la economía española y afectarán para mal a la evolución de nuestro PIB. Pero no acaban aquí los efectos negativos esperables para España, pues el resto de los países con los que comerciamos sufrirán, como nosotros, las consecuencias directas del tsunami y consecuentemente, sus respectivas economías se resentirán lo que provocará que su relación comercial con España se contraiga también.

«Sánchez y los suyos son capaces de enturbiar o impedir la necesaria respuesta conjunta a un serio problema como el que se nos avecina»

Ante el escenario descrito, el ministro de Economía ha realizado una estimación considerando que las consecuencias directas procedentes exclusivamente de la relación bilateral España-USA pueden afectar al 80% de nuestras exportaciones a los Estados Unidos, solo unos 15.000 millones de euros de los cerca de 20.000 que allí exportamos. Siendo así, y dado que el perjuicio provocado a los exportadores no es el importe de su actual exportación sino solo una parte de éste, la cifra sobre la que debe construirse el proyectado plan de contingencia no resulta en absoluto inasumible. Otra cosa serán las consecuencias indirectas antes aludidas que también vamos a sufrir, cuya intensidad es hoy imposible de calcular pues dependerá del impacto global que lo decidido por Trump tenga en la economía mundial.

Expuesto lo expuesto, dos nubarrones sobrevuelan sobre el reseñado plan de contingencia. El primero es la actitud del Gobierno de Sánchez que, incapaz de resistirse a la tentación de utilizar políticamente cualquier hecho o situación para agredir a la oposición política, acabe por frustrar la posibilidad de alcanzar un gran acuerdo nacional para salvaguardar los intereses nacionales. El portazo dado al PP en las incipientes negociaciones para el diseño del paraguas anti-aranceles así parece evidenciarlo. Hay que decirlo con toda claridad y contundencia: la irresponsabilidad de Sánchez y los suyos es mayúscula. Ni siquiera en una cuestión como ésta son capaces de orillar el cortoplacismo político que les caracteriza y son capaces de enturbiar o impedir la necesaria respuesta conjunta a un serio problema como el que se nos avecina.

El segundo nubarrón es el riesgo consistente en que el Gobierno de Sánchez vuelva a recrearse en su magia estadística y elabore un plan cuyo único objetivo sea trasladar –falsamente– a la opinión pública la idea de que el Gobierno, raudo y eficaz, acude en socorro de los empresarios españoles afectados. Lo vimos con la crisis pandémica, en la que el Gobierno sumaba dos veces la misma ayuda –concesión de créditos públicos y concesión de avales para lograrlos– ofreciendo así una imagen duplicada de la ayuda real percibida por el empresariado.

Lo estamos viendo también con motivos de la ayuda a los afectados por la dana que hasta ahora han recibido una parte ínfima de las ayudas anunciadas a bombo y platillo por el Gobierno. Si el Gobierno cae también ahora en la misma tentación, y todo apunta a que así será, tendremos un plan de contingencia soportado por el papel –que lo soporta todo– pero que en ningún caso será la respuesta que necesitan las empresas españolas afectadas. Al tiempo.

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