De la casta a la tasca
«Podemos ha traído a nuestra democracia inestabilidad, populismo, matonismo y división. Sánchez no sería nada sin las herramientas que tomó de Pablo Iglesias»

Ilustración de Alejandra Svriz.
En el momento en el que escribo estas líneas, 649 personas han aportado un total de 26.422 euros a uno de esos proyectos que pueden cambiar el rumbo de un país: un nuevo bar. «Éramos tres soñadores; un poeta, un cantautor y un profesor de Políticas. No queríamos ganar dinero pero sí ganar un espacio antifascista de libertad», explican en la plataforma de crowdfunding. El profesor de políticas citado es Pablo Iglesias, líder voldemortiano de Podemos. Unidas Aburrimos, de cara a las siguientes elecciones generales.
Además de pedir perrillas para montar un bar, acaba de publicar un libro para desahogarse y revitalizar viejas rencillas. «De la casta a la tasca» me parece un buen título para su próxima publicación. Irene Montero acaba de ser elegida, desprimariamente, candidata de Unidas Aburrimos para las próximas elecciones generales, de llegar algún día. Ya no hay espacios de confluencia. Sumar ya no existe. Los ministros del partido que nunca fue tal se abrazan a sus cargos como un chihuahua a su cojín. Está España para un Jardín de las Delicias reborn.
Le pido a Irene Aguado una definición de «puertas giratorias» y me dice: «Designan, de forma coloquial, el hecho de que un alto cargo público se marche a trabajar a una empresa privada, obteniendo beneficio de su anterior ocupación pública». Si Iglesias no hubiera sido, institucionalmente, lo que fue: ¿Quién iba a meter panoja a su tasca o a su pseudomedio? Si no hubiera jugado con las emociones, con las expectativas, con los recursos, de la ciudadanía: ¿Quién sería Pablo Iglesias? ¿Una persona a la que dar dinero para sus movidas? Yo nunca he conocido a ningún hostelero, amigo músico o bon vivant que haya pedido dinero en redes para abrir eso que todo hombre de mi generación quiere abrir: un antro para ti y para tus colegas donde suena la música que nos gusta escuchar.
Podemos, lo que es poder, ya no pueden. Y cuando pudieron, no supieron. Ahí está su galería de horrores legales, su insustancialidad y sus discursos huecos. Así que, hasta que el cuerpo aguante, van a estar por ahí. Sacando algún cargo, poniéndose camisetas de Lorca debajo de la americana, insultando a algún presidente o alcalde, manifestándose por cualquier cosa, y lucrándose. Podemos, en apenas unos años, ha traído a nuestra democracia inestabilidad, populismo, matonismo y división. Pedro Sánchez no sería nada sin las herramientas que tomó de Pablo Iglesias: su victimización, el retorcimiento de la verdad y el absoluto desprecio a los poderes del Estado.
Montar un bar para combatir el fascismo es un insulto a cualquiera que haya vivido en su familia el drama de los totalitarismos. Son sólo un puñado de amigos bebiendo y arreglando el mundo acodados en la barra. Es un negocio, como lo fueron las Power Balance o el Abflex.
«Podemos, gracias a la endeblez de Sumar, aguantará un rato más y siempre habrá una salida para el matrimonio y sus amigos»
Podemos hablaba de democracia interna cuando elegía sus candidatos a dedo. Hablaba de feminismo cuando se inhibía ante las agresiones sexuales en sus propios actos de partido. Del «corazón de un país» a un bareto. De «los de arriba y los de abajo» a matrimoniadas. Yo no tengo nada en contra de cómo quieran ganarse la vida Pablo Iglesias, Irene Montero y compañía. Pero nada me molesta más que las lecciones no pedidas, las regañinas intelectuales y la hipocresía.
Podemos, gracias a la endeblez de Sumar, aguantará de pie un rato más y siempre habrá un puesto de salida para el matrimonio y sus amigos. Por el camino quedaron personas que creyeron en el proyecto, que tomaron decisiones importantes en sus vidas y que trabajaron para cambiar las cosas. Los círculos ya son de ceniza. Cerraron las sedes. Su momento ya pasó. Su transformación en casta fue inmediato. Fue tocar el poder y comprarse un chalet, eliminar a las voces discordantes y ejercer su ostentoso nepotismo.
Ese bar es ya un símbolo político. De cambiar al mundo a servir tapas y tirar cañas. El populismo es veloz y frágil. Llega tan rápido como se deshace. Ojalá le vaya bien el bar a Pablo Iglesias y monte una franquicia y deje su papel mesiánico, sus análisis y su rencor. España es desconcertante, pero lo de Podemos ha sido demasiado hasta para un país, en muchas ocasiones, tan veleta y embobado.