The Objective
Daniel Capó

Hacia una patria europea

“Si un pueblo requiere memoria, justicia y trascendencia, la UE no debería construirse desde las élites de Bruselas, sino desde un diálogo entre sus ciudadanos”

Opinión
Hacia una patria europea

Las banderas de los países de la UE. | Pexels

¿Qué nos espera después de la nación? Esta es la pregunta fundamental que recorre el pensamiento político del filósofo francés Pierre Manent, quizás la mayor autoridad mundial en Tocqueville, quizás el crítico más lúcido del actual modelo de construcción europea. La pregunta se halla implícita en su concepto de “momento ciceroniano”: el periodo histórico que se sitúa entre dos formas de Estado, ya sea la república y el imperio –como sucedió en tiempos del ilustre orador romano– o entre el Estado-nación y un superestado todavía amorfo, todavía incompleto –como ocurre actualmente en la UE–. Y en esa tierra de nadie, entre dos tiempos o entre dos épocas, todo puede suceder. Durante los interregnos, se vuelve perentoria la cuestión de si es posible construir una democracia sin una nación que la sostenga. Por supuesto, me refiero a la nación en su sentido político y no a la caricatura romántica de los nacionalismos.

Uno de los libros más interesantes sobre este tema lo escribió hace algunos años el catedrático de bioética Leon R. Kass, a fin de plantear una relectura del Éxodo como texto fundacional del pueblo judío. Founding God’s Nation se titula el ensayo y conviene detenerse en él, porque sus principales claves son universales. El mundo antiguo sigue hablando al hombre de hoy y a sus problemas sociales. Según Kass, el Éxodo no es simplemente la historia de la liberación de los israelitas de la esclavitud en Egipto, sino el proceso por el que dejan de ser una multitud desarraigada para convertirse en un pueblo cohesionado.

“La memoria, una justicia humana con rasgos universales y un ideal de trascendencia son los principios universales de cualquier nación”

Esta metamorfosis fue posible por medio de tres pilares que el autor desgrana a lo largo del libro. Primero, la importancia de una narrativa compartida: la memoria colectiva de la opresión y la redención. Segundo, un código moral que se concreta en la ley mosaica y que trasciende la mera supervivencia para aspirar a la justicia. Tercero, una devoción dirigida a un ideal superior, que orienta toda la comunidad hacia lo trascendente. Estos elementos, argumenta Kass, no son exclusivos de los israelitas. La memoria, una justicia humana con rasgos universales y un ideal de trascendencia que nos lleva más allá de nosotros mismos son los principios universales de cualquier nación. También son los fundamentos necesarios para la democracia.

Y esto me conduce de nuevo a la pregunta de Manent, al momento ciceroniano. La UE no es un superestado ni una federación plena. Como un híbrido aún sin forma, oscila entre la cooperación entre Estados y la cesión de poder, entre la memoria de las naciones y la aspiración a una identidad compartida. En este sentido, la nueva Europa carece, por ahora, de los tres pilares que Kass identifica como esenciales para la cohesión de un pueblo. ¿Cuál es el relato compartido, el éxodo colectivo de los europeos? ¿Cuál es nuestro ethos común? ¿Y cuáles son nuestros dioses o nuestro sentido de la trascendencia, más allá del bienestar material inmediato?

El momento ciceroniano ofrece también motivos para la esperanza. Si un pueblo –en su sentido político– requiere memoria, justicia y trascendencia, cabe pensar que la UE no debería construirse desde las elites de Bruselas, sino desde abajo, desde un diálogo entre los ciudadanos que la integran. Pensemos, pues, en el Éxodo como en un relato abierto: caminando por el desierto de la prueba el pueblo de Israel llegó a la tierra prometida. La pregunta, entonces, antes que si puede haber una democracia sin nación, es si puede surgir alguna nueva forma de nación –plural, abierta y cohesionada– capaz de sostener una democracia que se expanda más allá de sus fronteras tradicionales. El reto que nos plantea el momento histórico también es este. Necesitamos una patria europea con forma política, una ciudadanía común.

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