La deslegitimación de la derecha
«La derecha debe dar la batalla política y mediática y reivindicarse a sí misma. Debe apostar de nuevo por todo lo que representa en términos ilustrados»

Ilustración de Alejandra Svriz.
La derecha española está bajo asedio. O, al menos, lo están todos sus principales símbolos desde hace más de una década, aunque el proceso se ha acentuado notoriamente en los últimos años y meses. El mejor ejemplo de ello lo da la nueva RTVE, que tras su enésimo asalto por las fuerzas gubernamentales se ha convertido en un púlpito ideológico de la izquierda, aunque también desde los medios privados se produce este ataque. Y no hay que confundirse, los discursos políticos van más allá de las diatribas matutinas de Silvia Intxaurrondo. Ahora los sermones se disfrazan de comedia. Desde series que caricaturizan a la Monarquía hasta presentadoras que llaman a revertir la familia, pasando por tertulianas que proponen abolir el día del padre y humoristas que no pierden la oportunidad de hacer chascarrillos sobre lo terrible que es Madrid. Nada de esto es casualidad, sino que efectivamente forma parte de un ataque frontal hacia todo lo que representa la derecha con el objetivo de deslegitimarlo y convertirlo en objeto de rechazo.
En primer lugar, se ataca el conservadurismo. En palabras de Giorgia Meloni, ser conservador no es sino tener conciencia histórica de heredar una tradición, una cultura, una pertenencia… En nuestro país, ese pasado común lleva años bajo ataque, llegándose a negar incluso la propia existencia histórica de España. Pero sin duda, si el pensamiento conservador tiene un pilar que está intentando ser derruido, ese es la Monarquía, símbolo supremo de la Historia, la tradición y en definitiva de la unidad y permanencia de la nación. ¿Será acaso fortuito que en 2025 se estrenen casi simultáneamente dos series —Su Majestad y La vida breve— que pintan a la Casa Real como la cúspide de la corrupción, como una institución decrépita llamada a ser abolida? Seguramente no. Puede que algo tenga que ver la creciente popularidad de la actual familia real tras diez años de reinado de don Felipe y la jura de su heredera.
Por otro lado, se busca deslegitimar la ya debilitada ideología democristiana mediante un descrédito constante de la Iglesia. Otra institución corrupta, pervertida y decrépita, ¿verdad? Se olvida a propósito que la idea de «justicia social» no la acuñaron los socialistas, sino los democristianos, los otros partidos de masas, fundamentándose en la doctrina social de la Iglesia. Esta doctrina proclama ideas como la dignidad de la persona humana, la primacía del bien común, el destino universal de los bienes y el principio de solidaridad. A más se asocian estas ideas con el «progresismo» y el «socialismo» y a más se asocia a la Iglesia con curas pederastas y obispos corruptos mientras se olvida deliberadamente a las menores tuteladas abusadas bajo gobiernos socialistas, la derecha va poco a poco quedando vacía de contenido y viéndose obligada a aceptar el marco impuesto por la izquierda.
Finalmente, la izquierda ha encontrado en la madrileñofobia una herramienta con la que desacreditar un modelo liberal exitoso en líneas generales. Da igual que la Comunidad de Madrid sea la región más longeva de la Unión Europea y casi del mundo, que un vecino de Vallecas tenga mayor esperanza de vida que el alemán promedio, o que Madrid sea una de las capitales europeas con más masa arbórea. Madrid es invivible, un infierno gris, una aspiradora, un «sumidero horroroso» en palabras de Inés Hernand. Aunque la CAM podría servir de modelo de prosperidad al resto de España y contribuir a la oferta de oportunidades para el resto del país, se prefiere construir un relato de suma cero por el cual todo lo que gana Madrid es en detrimento del resto. De esta manera, se legitima un discurso antiliberal por el cual hay que atar en corto a la «capital neoliberal».
Toda esta estrategia de demonización del conservadurismo, el democristianismo y el liberalismo lleva en marcha años, pero ahora se está empezando a consolidar en lo que el analista Pedro Herrero ha bautizado como System Contreras, en honor al directivo de Prisa que está detrás de muchos de los proyectos de la izquierda mediática y que sería el muñidor de esta campaña. Como se ha dicho, el objetivo no es otro que deslegitimar a la derecha, convirtiendo en significantes negativos todos sus símbolos fundamentales. Además, se busca blanquear el abandono de la izquierda de los valores ilustrados: el paso de la República de ciudadanos libres e iguales a la republiqueta identitaria de la nación de naciones; del progreso en derechos cívicos y la pérdida de los complejos al puritanismo censor de lo políticamente correcto; y de la socialdemocracia de la tercera vía al populismo económico y el infierno fiscal.
«Tras décadas de demonización, la derecha ha renegado de sí misma y ha aceptado todos los marcos de la izquierda»
De esta forma se ha roto el equilibrio ideológico logrado en la Transición, donde se consolidó una monarquía constitucional plenamente compatible con los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad; un país donde las libertades civiles no entraban en confrontación con un fuerte sentimiento religioso; y una economía de libre mercado equilibrada por un Estado del bienestar eficiente. Ahora, el tablero se ha inclinado. Tras décadas de demonización, la derecha ha renegado de sí misma y ha aceptado todos los marcos de la izquierda. Al menos eso es lo que ha ocurrido en el Partido Popular. Tampoco contribuye un Vox cada día más antimonárquico, antieclesiástico —véanse las últimas críticas a los obispos españoles a raíz de la resignificación del Valle de los Caídos— y, por supuesto, antiliberal.
Tal vez el culmen de la diabolización llegará con el aniversario de los 50 años de Franco, pues la Memoria Democrática no es sino otro intento de ingeniería social que busca deslegitimar el hecho de que fueran hombres de la dictadura quienes después se convirtieron en padres de la Constitución. Sí, Fraga, fundador del PP, fue ministro de Franco, pero también fue uno de los siete ponentes constitucionales. Él y Suárez —a la sazón ministro-secretario General del Movimiento— contribuyeron a la llegada de la democracia mil veces más de lo que lo hizo cualquier dirigente de un PSOE que durante la dictadura decidió irse de vacaciones. Revivir a Franco y deslegitimar a esa media España política y social que provenía del régimen es imprescindible también para atacar a la Monarquía, la Iglesia e incluso a la prosperidad madrileña.
Por todo esto, la derecha debe romper la dinámica, dar la batalla política y mediática y reivindicarse a sí misma. Debe apostar de nuevo por todo lo que representa en términos ilustrados. Lo que tan bien resumió ese lema con el que Alianza Popular, el Partido Liberal y la Democracia Cristiana se refundaron en el Partido Popular: España y libertad. Y tal vez, en estos tiempos de zozobra, la mayor reivindicación que puede hacer la derecha es la de la familia, porque esta es a la vez símbolo de todo lo que representa. La familia es herencia, es comunidad y amor, y es núcleo de la economía doméstica. ¿Qué puede haber más atractivo que reivindicar que la vida tiene más sentido, mayor confort, mayor prosperidad, si es junto con aquellos a quien quieres? ¿Qué puede haber más bonito, más universal que la familia para que la derecha comience su reconquista cultural?