The Objective
Esther Jaén

Cuando la 'China durmiente' te roba la cartera

«Ante el primer zarpazo arancelario de Trump, Xi Jinping ha anunciado que corta parte del flujo de tierras raras, a riesgo de paralizar industrias enteras»

Opinión
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Cuando la ‘China durmiente’ te roba la cartera

Ilustración de Alejandra Svriz.

No cabe duda de que la irrupción de Donald Trump, cual elefante en cacharrería, en el escenario del mercado global no puede ser más torpe, ni menos dañina para los intereses de no pocas empresas punteras de su país, en primer lugar, o para los consumidores estadounidenses, que, como tantos otros ciudadanos del mundo, vamos a ser víctimas de una guerra de aranceles que no buscábamos, ni esperábamos ni deseábamos.

Sin embargo, tanta sobreactuación y astracanada ha dejado al descubierto, más allá de las intenciones de Trump, de equilibrar sus balanzas comerciales a golpe de arancel –y con una más que desafortunada estrategia, según los expertos y vistos los efectos inmediatos provocados- una estrategia silente que han llevado a cabo los mandatarios chinos durante décadas, mientras Occidente se regocijaba de lo bien que nos iba en tanto que el dragón chino seguía durmiendo y fabricándonos los chips y componentes necesarios para nuestra tecnología más avanzada y múltiples productos con los que satisfacer nuestro consumismo voraz.

Sin embargo, el dragón chino no estaba dormido, ni estaba muerto y mucho menos de parranda: la China -comunista en lo político y abierta al mercado en lo económico- estaba preparando su asalto definitivo al mercado mundial, su consagración, no ya como una de las potencias con mayor proyección, sino como la principal, o tal vez la única en el mundo. Desde luego, no será porque el mandatario chino, Xi Jinping, fiel seguidor de la máxima que dice que “en política, el que no aspira, expira”, no aspire a ello… ¡y a todo lo que se le ponga por delante!

Desde 1950 hasta la fecha, China ha ido tejiendo su estrategia a largo plazo, con poco ruido, pero recolectando muchas nueces, por ejemplo, en materia de metales de tierras raras. Me refiero a esos 17 elementos químicos con enormes propiedades magnéticas, lumínicas y conductoras, que, una vez tratados, se convierten en componentes imprescindibles para la fabricación de ordenadores, teléfonos móviles, televisores, radares, aviones de combate, vehículos eléctricos, materiales para turbinas eólicas y satélites, entre otras muchas cosas.

China ha desarrollado su minería, en busca de esas tierras raras, mientras en Occidente apostábamos por cerrar explotaciones e industria pesada, en aras de un planeta menos contaminado y más sostenible, confiados, tal vez, en que disfrutaríamos de la bella «China durmiente» por los siglos. Pero China no dormía: trabajaba por las noches, para lograr ser la campeona de la extracción de minerales de tierras raras y convertirse en imprescindible en el procesamiento de las mismas, puesto que esos procesos -altamente contaminantes- fueron subcontratados por Occidente, con grandes dosis de hipocresía, a una China que se niega a subirse al carro de la sostenibilidad del planeta. En resumen, que nuestras tecnologías dependen peligrosamente de China, no tanto de la extracción de tierras raras, como de su procesamiento, para llegar a convertirse en componentes finales.

“China controla más del 70% de la extracción mundial y por encima del 90% del procesamiento de las tierras raras”

Por si fuera poco, China, además de comprar deuda de EEUU en grandes cantidades, ha «comprado» terceros países, o aquellas partes de los países que le resultaban interesantes. Así, buena parte de la minería dedicada a las tierras raras en África está controlada por China, a través de sus empresas gubernamentales, un fenómeno que también se produce en parte de América Latina.

Tal vez Trump, antes de iniciar su cruzada particular, no tuviese claro el alcance del poderío chino… o tal vez sí y, aunque de mala manera, ha iniciado una guerra comercial pensando que tiene alguna posibilidad en esta batalla desigual, en la que China controla más del 70% de la extracción mundial y por encima del 90% del procesamiento de las tierras raras. Una batalla tan desigual que enfrenta a una sociedad más o menos acomodada, con derechos y protección social, frente a una China, con 1.500 millones de almas dispuestas a trabajar sin descanso, sin derechos y sin siquiera plantearse el sistema que rige sus vidas, al son que decida Xi Jin Ping que hay que bailar.

Por de pronto, ante el primer zarpazo arancelario de Trump, China ha respondido con una suerte de «y dos huevos duros», que dirían los Hermanos Marx, en su célebre escena del camarote. Y en este pim pam pum, arancel tú, arancel yo, Xi Jinping se ha permitido la chulería de anunciar que corta parte del flujo de tierras raras, a riesgo de paralizar industrias enteras. ¿qué industrias? Nuevas tecnologías, armamento, etc. Vamos, que a quien perjudica principalmente la restricción de las exportaciones de tierras raras y sus derivados, es a las empresas estadounidenses, que se han desplomado en las Bolsas, y, en buena medida, a los compradores estadounidenses y europeos de esos productos que, bajo bandera americana, se acaban fabricando en Asia.

Seguramente, el dragón chino planeaba despertar en algún momento, pero ¿era necesario sacudirlo ahora, habiendo comprobado que esa Bella Durmiente nos había robado la cartera y tiene capacidad de respuesta y de causar estragos en la economía mundial? Muchas gracias, Míster Tump.

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