The Objective
Carlos Padilla

UGT y CCOO: sindicatos sumisos

«Tenemos unos sindicatos adiestrados por Sánchez y Díaz para que no se quejen en exceso, y enciendan su megáfono contra Trump o Milei»

Opinión
13 comentarios
UGT y CCOO: sindicatos sumisos

Los líderes de UGT y CCOO.

En la antesala de un nuevo Primero de Mayo, habrá que recordar que aún existen los sindicatos. Afortunadamente. Porque la fuerza sindical ha conseguido, y negarlo es de estúpidos o ignorantes, avances fundamentales en la defensa del trabajador, en su mejora de condiciones. Hay un derecho a la huelga y hay un derecho a sindicarse. Y con todo, hay que recordar la presencia de los sindicatos, en concreto de UGT y CCOO —los sindicatos mayoritarios del país— porque a estos les ocurre algo parecido al cometa Halley, no es que orbiten el Sol cada 76 años, pero se dejan ver realmente cada vez que gobierna la derecha en España. Cuatro, ocho o 12 años.

No siempre fue así. La huelga más grande de la democracia en España se le hizo a un gobierno socialista, al gobierno de Felipe González. El 14 de diciembre de 1988, la Unión General de Trabajadores y Comisiones Obreras, comandados por sus respectivos líderes, Nicolás Redondo y Marcelino Camacho, hicieron que el país tuviera que pedir tiempo muerto. Con el corte de emisión de TVE, incluido. Aquello fue un éxito, la muestra del poderío sindical. Éramos jóvenes, y pensábamos que todo, aunque se sufriera una jartá, se conseguiría. La unión entre los currantes, la fuerza de los obreros unidos. Que el temor de la Moncloa no fuese, utilizando el cliché, los poderosos del IBEX, sino los humildes de la nómina.

Aquella huelga, el gol de Iniesta de los sindicalistas, tuvo su origen en un polémico plan de empleo juvenil que presentó el gobierno de González. Básicamente, ofrecer al mercado, como carne barata y en condiciones míseras, a miles de trabajadores barbilampiños. España, al cierre de 2024, tenía una tasa de paro juvenil del 24,9%. Siempre líderes. Pero ya no hay huelgas generales, no se corta emisión alguna, ni se le intenta siquiera plantear un pulso al gobierno de Pedro Sánchez. Por hablar en los términos del momento, en lenguaje vaticano, tenemos unos sindicatos ausentes, y no se espera un cónclave cercano que lo arregle. Ausentes de su función combativa contra el ejecutivo, y más. Sindicatos adiestrados por Sánchez y Díaz para que no se quejen en exceso, y enciendan su megáfono en Trump o Milei. Obsesionados con la peligrosa internacional ultra que acecha nuestra existencia.

Sindicatos que han confundido la ideología con el sometimiento. La afinidad gubernamental con el silencio cómplice. Aquí poco importa que Sánchez siga sin presupuestos, sin verdadera agenda social —es decir, la que viene con pasta—, que ponga unos ricos 10.000 millones para defensa y cuatro duros para dependencia, como no hay excesivo ruido por una ineficaz política de vivienda, alquileres inasumibles, la pérdida constante de poder adquisitivo. Tampoco hubo alaridos cuando la cesta de la compra subía hasta el desgarro de la hucha. Si tu papel es criticar constantemente al PP de Feijóo, te llames UGT o CCOO, debes saber que ya hay alguien que es el profesional en eso: se llama gobierno de España. Que tu papel debería ser otro, y que si pretendes arrogarte la portavocía de la mayoría social del país, hay que demostrarlo.

Sánchez puede presumir de paz social como el que presume de su tranquilo vecino, una vez que le ha comprado el piso, le ha obligado a cumplir sus normas y prometerle sumisión. Con la ininterrumpida pérdida de afiliados, ante la previsible poca repercusión de las manifestaciones del primero de mayo, y con la más que palpable distancia entre los que aspiran a representar, harían bien UGT y CCOO en replantearse qué futuro desean, ya no para la nación, ni siquiera para los currantes, para ellos mismos.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D