El impacto negativo de los aranceles
«La respuesta económica racional que debería tener la Unión Europea y cualquier otro país afectado no debería ser contestar con aranceles, sino con mayor libertad»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Vivimos un tiempo en el que parece que el proteccionismo y sus prácticas tratan de abrirse camino de nuevo en el contexto internacional, con todo el efecto negativo que ello tendría en la economía y el empleo, frente al entorno de prosperidad que el libre comercio ha demostrado en la práctica. Todo ello, lo analiza el Observatorio Económico de la Universidad Francisco de Vitoria.
Así, sólo se puede entender el desarrollo actual de nuestra sociedad, tanto de la nacional como de la internacional, desde la óptica del libre comercio, de su internacionalización y del derribo, por tanto, de barreras al mismo. Los datos no dejan lugar a dudas: tanto en la primera mitad del siglo XIX como en la segunda parte del siglo XX y el tiempo que llevamos en el siglo XXI han sido momentos de gran expansión económica y una paz internacional más duradera y amplia. El libre comercio y la internacionalización de la economía aportan elementos muy positivos al progreso económico:
- Generan competencia entre las empresas, para las que constituye un incentivo para ser más eficientes para poder vender más.
- Esa competencia consigue disminuir costes, que desemboca en mejoras de la productividad.
- Esas mejoras de la productividad, que hacen bajar los precios, logran una mayor competitividad de dichas empresas y productos.
- El libre intercambio, sin aranceles ni barreras, permite que los ciudadanos puedan comprar más tipos de productos y más baratos, lo que les hace mejorar su bienestar, tanto por la diversificación de productos y servicios a los que tienen acceso, como por el menor precio que tienen que pagar por ellos, que les hace ganar poder adquisitivo.
- Todo lo anterior permite aumentar transacciones, actividad económica y empleo, que dotan a las sociedades de prosperidad, seguridad y paz.
Por el contrario, las restricciones al comercio y a la internacionalización de la economía son nocivas para el desarrollo económico, al frenar la actividad económica y el empleo. Cuando se implantaron en la segunda mitad del siglo XIX, generaron el caldo de cultivo de las dos grandes guerras del siglo XX:
- Por tanto, el proteccionismo es un peligro para el crecimiento económico, el empleo y la prosperidad de todos los ciudadanos, pues impide el progreso y, con ello, la generación de actividad, puestos de trabajo y riqueza.
- Sin embargo, el presidente Trump ha incrementado su guerra comercial y ha impuesto aranceles a una gran parte de países, desde pequeñísimas naciones hasta las más desarrolladas economías, porque, según él, han saqueado a Estados Unidos. Aunque ahora se haya decretado una pausa de noventa días, la incertidumbre sobre qué sucederá sigue vigente y no parece que la guerra comercial vaya a desaparecer del horizonte, pese a las negociaciones que parece que se abrirán al respecto.
- Así, como se ha señalado, todo proteccionismo es empobrecedor, tensa los precios, disminuye la capacidad adquisitiva de los agentes económicos y perjudica a la inversión vía un menor ahorro, por pérdida de renta disponible, y vía una menor confianza a la hora de invertir en determinadas localizaciones, además de por el probable mantenimiento de tipos altos en la zona dólar, para combatir las potenciales presiones inflacionistas que pueden surgir derivadas de los aranceles que se establezcan.
- Ese proteccionismo aplicado causará un daño importante sobre el conjunto de la economía internacional, que puede ver rebajado su crecimiento de manera importante.
- De esta manera, y aunque no es fácil estimar el impacto debido a que dependerá de las respuestas de todos los países afectados, de las potenciales negociaciones y de las relaciones indirectas de la economía, el Observatorio de la Universidad Francisco de Vitoria estima que el comercio internacional puede verse mermado entre 4 décimas y 6 décimas. El de la UE caería de una manera similar, ligeramente más intensa; y el de España algo más bajo, por la menor relación comercial con Estados Unidos, entre 1,3 décimas y 3 décimas. Todo ello según sea la intensidad de respuesta y la escalada en la guerra arancelaria, con la consiguiente pérdida de puestos de trabajo. Esto se da en un entorno de desaceleración económica en la UE y quizás en Estados Unidos, pese a la fortaleza que ha mostrado su economía hasta ahora, tal y como ya están recogiendo los mercados de valores, de manera que ya muchos agentes económicos conceden unas mayores probabilidades a un escenario de recesión. Dichos cálculos se basan en estas primeras consecuencias. Si la volatilidad sigue apoderándose de los mercados y la incertidumbre del conjunto de la economía, entonces el impacto puede ser mucho mayor, ahora mismo de consecuencias difícilmente cuantificables.

- Con estas medidas, Estados Unidos está generando una guerra comercial que a quien primero va a empobrecer es a los estadounidenses. Con dicha política comercial, los estadounidenses serán los primeros que perderán poder adquisitivo.
- A corto plazo, también empobrecerá al resto de economías, pero si éstas son inteligentes, harán como Australia, no contraatacar e ignorar la política comercial de Estados Unidos, que puede sumir a la economía estadounidense en una presión inflacionista derivada del proteccionismo.
- La respuesta al proteccionismo no puede ser más proteccionismo, sino más liberalización. La respuesta económica racional que debería tener la Unión Europea y cualquier otro país afectado no debería ser contestar con aranceles, sino con mayor libertad, con reformas profundas y con la eliminación de tanta traba que asfixia a ciudadanos y empresas, especialmente a las europeas.
- Si la UE opta por esta vía reformista, puede liderar la economía internacional ante esta actitud de Estados Unidos. Si contesta, por el contrario, con aranceles, empobrecerá a sus ciudadanos como Estados Unidos va a empobrecer a los estadounidenses con los suyos.
- Adicionalmente, España y el resto de países miembros de la UE, deberían facilitar la rebaja de costes a las empresas no con ayudas, sino con disminución de impuestos, de cotizaciones y de trabas a la actividad económica, que suponen una losa importante para la generación de riqueza y empleo.
- Por tanto, lo económicamente racional es contraatacar con mayor libertad y mayor comercio, desde el reformismo y liberalismo económico, para, en ausencia de Estados Unidos, que la UE lidere la economía mundial. Además, probablemente, ello haría rectificar a Estados Unidos. Si la UE no actúa con dicha inteligencia y contesta con medidas proteccionistas, sólo conseguirá empobrecer más a sus ciudadanos, pues no aliviará la caída de exportaciones por los aranceles estadounidenses y añadirá la pérdida de poder adquisitivo por los aranceles que erigiese en contestación a Estados Unidos. El camino es más libertad, no más proteccionismo.