The Objective
Joseba Louzao

La fragilidad de un Cervantes

«Merece la pena regresar a las obras de Álvaro Pombo para observar que la fortaleza sólo puede anidar desde el reconocimiento de lo frágil»

Opinión
La fragilidad de un Cervantes

Alvaro Pombo recibiendo el XXXV Premio Internacional Menéndez Pelayo. | Juanma Serrano (Europa Press)

Esta semana Álvaro Pombo ha recibido el Premio Miguel de Cervantes en el histórico Paraninfo de la Universidad de Alcalá, un espacio académico donde se respira el paso del tiempo. Allí parece condensarse el peso de la sabiduría de las mentes brillantes que pasaron por las aulas cisnerianas y cuyo legado aún resuena entre sus paredes. Pombo no pudo leer por sí mismo su discurso, sus problemas de salud se lo impidieron, y lo escuchó con emoción desde su silla de ruedas. Este hecho fue un testimonio más de esa fenomenología de la fragilidad que quiso regalarnos a través del recuerdo de la literatura cervantina (Licenciado Vidriera mediante). Pombo señaló en la voz amiga de Mario Crespo que la fragilidad sigue siendo, “quizá más que nunca”, el tema de nuestro tiempo. Y nos recordó que estamos marcados por la fragilidad siempre y en todo momento: en la enfermedad, en la soledad, en la injusticia o en la falta de convicciones. Resultó un tanto paradójico – también podríamos decir que irónico al modo pombiano– que, rodeado como estaba de políticos que hacen carrera intentando convencernos de que sus discursos salen de ellos mismos, Pombo necesitase de un ventrículo amigo para trasladar un mensaje tan profundo como oportuno. Tanto es así que nadie dudó de que aquella era la voz auténtica del escritor cántabro. 

El acto estuvo marcado también por el luto oficial tras la muerte del papa Francisco. De nuevo, la fragilidad acontece como algo inherente a la condición humana. Se hizo complicado no establecer relaciones entre algunas de las reflexiones de Álvaro Pombo y el fallecimiento del pontífice. En algún lugar escuché que dos de sus muchos entrevistadores recordaban que el entonces jesuita Jorge Mario Bergoglio les había confesado hace años que no tenía miedo a la muerte, pero sí al sufrimiento. En realidad, todos nosotros podemos convenir que somos frágiles. Sin embargo, es más difícil que aceptemos las consecuencias no deseadas e inseparables de nuestra fragilidad. Nos ha tocado vivir en un tiempo extraño donde todo se ofrece a la mirada de los demás, salvo el dolor. Este se intenta hacer desaparecer debajo de la alfombra de los pliegues de la cotidianidad. Nos cuesta desnudar nuestra debilidad y lo quebradizo de nuestra condición.

«El ombligo no es ese lugar para disfrutar de un viaje egocéntrico, sino la huella de nuestra fragilidad más primigenia»

Nos gusta presentarnos siempre sonrientes ante el mundo, mientras queremos ocultar las lágrimas. Pero la risa es inseparable de las lágrimas. Estos dos polos opuestos nos definen más de lo que estamos dispuestos a reconocer. El filósofo alemán Odo Marquard nos abrió los ojos para aceptar la vida tal y como viene: «Es libre quien es capaz de reír y de llorar; y tiene dignidad quien ríe y llora, y entre los seres humanos especialmente quien ha reído y llorado mucho». Hay que reconocer que la experiencia humana está atravesada por la vulnerabilidad como el primer paso para fortalecernos y para entender quiénes somos.

Como dirían algunos maestros orientales, debemos mirarnos al ombligo, que es una de las pocas formas que tenemos de vislumbrar lo esencial. El ombligo no es ese lugar para disfrutar de un viaje egocéntrico, sino la huella de nuestra fragilidad más primigenia: es el lugar donde fuimos nutridos en el vientre materno. Como señalaba Simone Weil, que engrosa la lista de los grandes pensadores de la fragilidad, la vulnerabilidad de las cosas valiosas es hermosa porque ésta es una marca de nuestra existencia. El misterio de la vida se esconde en esta paradoja: la fortaleza sólo puede anidar desde el reconocimiento de lo frágil. Merece la pena regresar a las muchas obras de Álvaro Pombo para reconocerlo, porque es una de las señas de identidad de su narrativa. 

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