The Objective
Tadeu

El papa pop: popular y populista

«No quiso visitar España porque antes ‘tienen que ponerse de acuerdo los españoles […] Iré cuando haya paz […] Suelo hablar de forma críptica’. Se le entendió»

Opinión
El papa pop: popular y populista

Alejandra Svriz

El difunto papa Francisco no hizo ni puñetero caso a los médicos que le ordenaron dos meses de convalecencia. Normal, no creía realmente en la ciencia, que niega la existencia de dios, según el consenso más sólido. Y es que no poder todavía explicar el origen del Universo no la demuestra. La ausencia de una explicación no es la explicación de una presencia.

Como en todo buen funeral, mucha gente importante de la política acudió ayer al Vaticano a socializar en las filas VIP, no mezclándose con la muchedumbre de pobres, fieles, turistas y numismáticos, deseosos de despedir a un papa pop, popular, y claramente populista, y en las antípodas de su predecesor Ratzinger, consciente como fue éste que su Reino no era de este mundo. Francisco quiso ser de este mundo. Para lo bueno y para lo malo. Una oveja más que un pastor.

El papa (Franciscus lo llama ahora Feijóo, latinizante) ha tenido un funeral multitudinario solo igualado por otro icono pop, Lady Di. Es lo que obviamente quería. Este papa multicultural y ultra periférico no dejó a nadie indiferente, y acumuló dos sexenios de mucho ruido mediático pero pocas nueces reales, y pura contradicción:  heraldo de la paz, no fue a Ucrania cuando caían las bombas bendecidas por el Patriarca ruso Kiril, no fue a Jerusalén a acompañar a los heridos por el pogromo de Hamás, ni a visitar los hospitales de Gaza bombardeados por Israel. Denunció el totalitarismo y el relativismo pero no excomulgó a los totalitarios Castros, Morales, Ortegas, Maduros ni al Putinejo, el diablo con botas. Fue relativista con los absolutistas y absolutista con los relativistas. Tachó de sicarios a los médicos que interrumpen embarazos porque la vida no es de nadie o es de Dios, como un voxero; pero las Monteros y Yolanda Díaz lo adoran, aunque a la mujer le siguiera dando un papel subalterno en la iglesia. Besaba los pies de los presos pero amenazaba con pegar puñetazos a los supervivientes de Charlie Hebdo, que nunca lo trataron bien, y siguieron dándole pal pelo, como a los jefes de las otras religiones, ecuménicos ellos, santos laicos de la libertad de expresión.

Su modestia pregonada queda desmentida por su pose final: impuso un funeral diferente y ser un papa enterrado por primera vez en 120 años fuera de Vaticano, es decir  en otro país, sin catafalco, ni báculo, y con sus zapatones negros gastados de cura obrero bonaerense.

Era tan pobre, tan pobre, que le pagó el funeral un donante anónimo, pero para que acudiera al sepelio su sobrino desde Argentina, la limosnería vaticana suiza se hizo la sueca y hubo de montarse un crow-funding. 1 400 millones de personas bautizadas lo amaron, soportaron u odiaron. A veces al mismo tiempo. No fue un hombre de consensos. No obró milagro alguno, pero al menos no fue anti vacunas y gracias a eso muchas vidas se salvaron.

Encomiado por parte de casi todos, a derecha e izquierda, su testamento de apoyo a lo desheredados, en el día más simbólico, se ha cumplido a medias, pues en primera fila  han estado los habituales poderosos de la tierra, y los 40 pobres, presos, sin techo, inmigrantes ¡y transexuales! (estarán contentos estos últimos de la compañía) bien escondidos en la parte privada del entierro, lejos de los focos. No hay estética sin ética, por decirlo al verse.
En cuanto a España, madrastra patria, no quiso visitarla porque antes “tienen que ponerse de acuerdo los españoles […] Iré cuando haya paz”. Repreguntado se limitó a jactarse: “Suelo hablar de forma críptica”. Se le entendió perfectamente. 

Todo contradicción y humano, demasiado humano…
 
Por parte española, las ausencias más sonadas y sonoras son la de Puigdemont, el belga (debe de serlo ya,  por arraigo, pues no consta que se le haya renovado DNI y pasaporte en sede consular española en Bruselas)  y la de Junqueras, el beato siniestro © AE. Y la de Sánchez, amparándose en un falso protocolo inventado: non bis: la única explicación es la incomodidad creciente de estar al lado del rey,  especialmente desde el incidente de Paiporta. Tampoco le favorecía la foto de compartir avión de ida y vuelta con Feijóo, no fuera ser que a bordo o en el aeropuerto a Felipe se le ocurriera hacer uso de su obligación de arbitrar y moderar.
Y ahora, el papa al hoyo y Juan XXIV al bollo.

Coda 1) Deteneos balas. Se anula por orden de  la jefatura de Sánchez el contrato de balas israelíes para la Guardia Civil que había firmado Marlaska, en su ignorancia, o en su ceguera, pensando que pasaría inadvertida la transacción, lo que ha histerizado al Podemos garibaldino, al Partido Comunista irredento y al  Sumar de los Bocazas,  todos ellos en su propalestinismo por defecto, sin reparar, con un mero enfoque utilitarista, en que esas balas judías al menos hamás serían usadas contra los palestinos.

El ministro del Interior no dimitirá, naturalmente, porque el juez en excedencia ama el poder más que la toga, y porque de hacerlo se abriría probablemente la grieta más importante en la parte socialista del Gobierno. Pero si en algún momento el precio a pagar para que Sumar no haga caer al ejecutivo es su cabeza, a Sánchez no le temblará la guillotina. Porque ¿quién manda en el gobierno? Nominalmente es Sánchez, pero una vez más se verifica que cualquier socio interno o externo de la coalición lo tiene a su merced: ya sea Junts, ERC, Pnv o Bildu: o Podemos con su nuevo estatus de francotiradores y su puñado de diputados de bloqueo;  Sumar, o alguno de sus ocho diputados disidentes del yolandismo, podría hacer caer al Gobierno en cualquier momento: las cesiones de Sánchez  a su izquierda no tendrán fin conforme avance la legislatura, cada vez más frágil en el Congreso, pero RESISTIRÁ.

Feijóo, por su parte, quiere sacar tajada de las balas israelíes acudiendo al Tribunal de Cuentas, como quien compra un décimo, no por si le toca premio gordo, sino sólo esperando algo de la pedrea. Vana ilusión: incluso si se dictaminara alguna irregularidad, la censura no conmovería los cimientos sanchistas. Es pues de esperar que Sánchez siga en su huida hace adelante, fiando su futuro electoral a la coyuntura mundial bajo influencia de Trump el Arancelario, quien puede convertirse, sin quererlo ni saberlo, en su mejor aliado, si España logra salir mejor parada de la quema económica que sus socios europeos. Esa es la apuesta del tahúr,  siempre confiando en que Feijóo sea el candidato del PP, con sus evidentes limitaciones y falta de carisma especialmente desde que se quitó las gafas. Y encima, ir de paquete en la delegación española al Vaticano…
 
Del papa dicen que le gustaban las chanzas, y han trascendido su tres chistes favoritos según el periodista francés Marc Fourny:

El jesuita narcisista

«Un jesuita un poco vanidoso tiene un problema cardíaco y debe ser atendido en el hospital. Antes de entrar en el quirófano, le pregunta a Dios:

-Señor, ¿ha llegado mi hora?

-No, aún te quedan al menos 40 años de vida -le responde Dios.

Tras la operación, decide aprovechar al máximo la coyuntura y se somete a un trasplante capilar, un lifting facial, una liposucción, un cambio de cejas, una dentadura nueva… En resumen, sale rejuvenecido y transformado. Al salir del hospital, es atropellado por un coche y muere en el acto. En cuanto se presenta ante Dios, protesta:

-¡Señor, me dijiste que viviría 40 años más!

-Ups, lo siento —respondió Dios—. ¡No te reconocí!».

El sacerdote antisemita

Francisco, contó este chiste varias veces, en particular ante los responsables del Congreso Judío Mundial recibidos en 2013 en el Vaticano. Recordaba, en particular, que los cristianos y los judíos compartían las mismas raíces, ya que Jesús había nacido judío.

«Es la historia de un sacerdote profundamente antisemita. En la misa dominical, comienza su homilía atacando violentamente a los judíos. De repente, la iglesia tiembla, el sermón se interrumpe… Jesús desciende de la gran cruz que preside el altar, se vuelve hacia María y le dice: “Vamos, mamá, que aquí no nos quieren…”».

El papa temerario

«El papa llega al aeropuerto de Nueva York para un viaje apostólico. Se siente un poco incómodo al ver la enorme limusina, pero también piensa que hace mucho tiempo que no conduce y, sobre todo, que nunca lo ha hecho en un vehículo así. Insiste en conducir, el chófer se resiste, pero finalmente cede. El papa se pone al volante, pisa el acelerador, conduce a 80, 120 km por hora… Y es detenido por la policía. El papa baja nerviosamente la ventanilla tintada y el joven policía, que quiere multarlo, se queda pálido. Vuelve rápidamente a su vehículo para llamar a la central:

-Jefe, tengo un problema.

-¿Qué problema?

– He parado un coche por exceso de velocidad, pero hay un hombre muy importante dentro.

– ¿Es el alcalde?

– No, más que el alcalde…

– ¿El gobernador?

– No, más…

– ¿No será el presidente?

– Más, supongo…

– ¿Quién puede ser más importante que el presidente?

-Escuche, jefe, no sé exactamente quién es, pero lo único que puedo decirle es que su chófer es el Papa».

Para cerrar el capítulo, una última broma que a Francisco le gustaba contar: «¿Sabéis por qué se habla húngaro en el cielo? Porque se tarda una eternidad aprenderlo…»

Entrevista bendita al expapa Bergoglio:

¿Había mucho mariconeo en el Vaticano también?

– Sí, pero eso no lo pude decir…

¿Y en el cielo?

-Acá somos asexuales como los ángeles.

¿Creyó usted en Dios realmente?

-Sí, porque creí firmemente en el diablo.

-¿Por qué no vino nunca a España, ni por Snoopy ni por Santa Teresa?

-Cuando haya paz, ya lo dije…

¿Pero qué guerra hay en España?

-¿Ah, pucha, existe todavía?

¿Cómo le gustaría ser recordado?

-Como un hincha de Dios.

-¿Qué le diría a su sucesor Juan XXIV?

-Que no se me meta en política como yo, que decía mi tocayo Francisco Franco.

-¿A quién le pegaría un puñetazo, aparte de a los supervivientes de Charlie Hebdo?

-A San Pedro, que me pidió credenciales.

-¿Por qué lo de la oveja al hombro?  

– ¿Vos preferís un gallino?

Publicidad