Es un Gobierno gafe
«Conociendo a Sánchez, le faltará tiempo para presentar el apagón como una desgracia personal que ha sufrido su Gobierno»

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
No soy dado a las teorías de la conspiración. No creo que el secreto esté en la prohibida Antártida ni en un poder oscuro que experimenta con nosotros en connivencia con los reptilianos. De lo único que estoy seguro es de que tenemos un Gobierno gafe, al punto de que Sánchez ha convertido España en una entrega de Disaster Movie.
Vivimos en la maldición que persigue a un tipo que continúa en Moncloa con falsedades, vendiendo su alma al primer diablo que se la pide. Y como en un cuento de los hermanos Grimm, de los originales en los que no hay piedad, ahora vienen las terribles consecuencias y luego la moraleja. De hecho, en 2022 dijo que en España, con él al mando, no iba a haber apagones de electricidad, y miren lo que ha pasado.
Y así todo. Con este individuo hemos sufrido una pandemia que se llevó por delante, como en las pestes medievales, a más de 100.000 personas desde marzo de 2020. Pudo evitar que fuera tan mortal, pero quiso celebrar el petardo del 8-M para la lucha mezquina entre Irene Montero, la feminista queer, y Carmen Calvo, la tradicional.
En enero de 2021 sufrimos la mayor nevada de los últimos 50 años, la Filomena. Hubo falta de previsión gubernamental -“solo serán tres o cuatro copos de nieve”-, y con una España en plena glaciación se dejó tirados a los conductores en las carreteras. También explotó un volcán que enterró bajo lava una isla en septiembre de 2021. Todavía sus habitantes esperan las ayudas de este Gobierno de maldición progresista. No podía faltar en la cuadra de Sánchez el jinete de la guerra, y estalló un conflicto bélico en Ucrania que nos ha convertido en más dependientes aún de Rusia porque compramos más gas a Putin que nunca.
Luego vino la dana, en octubre de 2024, mientras la ministra de Transición Ecológica estudiaba una oposición para cobrar más y huir de España, y Mazón estaba de merendola con una periodista. En esto, el gafe de Moncloa, además de arrastrarnos a su maldición, no tomó la decisión inmediata de ayudar a los valencianos con el único y mezquino motivo de provocar el deterioro del gobierno del PP en esa autonomía. “Si necesitan algo, que lo pidan”, dijo el maldito, a lo que añadió con un narcisista “yo estoy bien”.
Recapitulemos. En la mitología, el maldito puede ser un héroe si trabaja para eliminar la maldición, e incluso perece en su sacrificio por los demás; o puede ser un antihéroe si no le importan las consecuencias de su maldición en el resto de los mortales mientras a él no le afecten. Sánchez es este último. No es un héroe -lo vimos en Paiporta, donde salió huyendo-, sino un antihéroe, incluso un villano, dicen las malas lenguas. Su comportamiento no sirve para deshacer la maldición, sino que la agrava porque está gafado.
Voy con el ejemplo del apagón. Decidió cerrar las centrales nucleares españolas a contrapelo de lo que se está haciendo en el resto del mundo porque cree que le da cuatro votos de la izquierda rancia. A unos días de empecinarse en la clausura de Almaraz, se produce el mayor apagón de la historia de España, con su consiguiente drama humano y económico. No solo eso, a una semana de anunciar un plan de rearme en ciberseguridad, quizá hayamos sido víctimas del mayor ataque cibernético que se recuerda en Occidente con un apagón que congela un país de 47 millones de habitantes, y de propina, Portugal.
Lo peor de esto es que, conociendo a Sánchez, le faltará tiempo para presentar el apagón como una desgracia personal que ha sufrido su Gobierno, no como una tragedia que ha vivido la sociedad española y una muestra de debilidad y dependencia de nuestro país. El presidente lo hará con ese victimismo que maneja todo narcisista que tiene como unidad de medida universal su propia persona.
Está gafado. Quizá pase así a la historia, como Pedro Sánchez, el gafe. Por esto, a estas alturas, el único kit de supervivencia efectivo es aquel que tenga fuera de la mochila a Pedro Sánchez. Ahora, lo único que podemos pensar es en cuál será la próxima desgracia que nos traerá la presencia de Sánchez antes de que dimita o las urnas le den un puntapié.