The Objective
Manuel Pimentel

Incapaces, en electricidad y demás

«Llevamos años gobernados a través de la ideología, no de la gestión de la realidad. En energía, en hidráulica, en agricultura, en infraestructuras, en materia laboral»

Opinión
Incapaces, en electricidad y demás

Ilustración de Alejandra Svriz

Escribo estas líneas el martes por la mañana, cuando el suministro eléctrico parece restablecido casi por completo. Las telecomunicaciones todavía no van al cien por cien. Los teléfonos, al menos, vuelven a sonar y vamos despertando de la oscura pesadilla –de luz, de información, de comunicación– que hemos vivido durante las últimas horas. Inexplicablemente, seguimos sin conocer los motivos de la catástrofe. ¿Ciberataque, desequilibrio por el exceso de renovables, fallos casuales y sistémicos, caída de producción, sobreproducción, gestión defectuosa del operador eléctrico? No lo sabemos. Ojalá logramos conocer pronto el asunto en profundidad. En todo caso, independientemente de su causa, se trata de un fallo extraordinariamente grave que pone en evidencia la incapacidad e incompetencia en nuestras instituciones reguladoras y gestoras.

Debemos ser prudentes al desconocer todavía los por qué, pero sí que podemos ir sacando algunas conclusiones de primera impresión. Red Eléctrica Española ha fallado estrepitosamente, su cúpula se ha mostrado claramente incapacitada para gestionar nuestro sistema eléctrico, sometido -por las razones que fueren- a un fuerte desequilibrio. No nos podemos fiar de sus responsables.

Si ya ha pasado cuando tantas veces afirmaron que esto no podría pasar jamás, ¿quién nos garantiza que no volverá a ocurrir? De hecho, podría volver a ocurrir, si no logran descubrir y corregir sus causas. ¿Y sus mandamases? ¿Qué podemos decir de ellos? ¿Qué criterios de valía o conocimiento del sector presentaba su máxima responsable cuando fue puesta ahí por el Gobierno?

El fallo en cadena nos ha mostrado, una vez más en los últimos tiempos milenaristas, que somos vulnerables, muy vulnerables, sin que nos podamos fiar del todo del Estado que, en teoría, nos protege. Bajo su manto y el de su brazo armado para la gestión del sistema, REE, nos quedamos sin luz, sin teléfono, sin comunicación. A oscuras e incomunicados, que no sabemos que es peor y angustioso. Las viejas radios se convirtieron en las únicas ventanas a un patio informativo… en el que de nada nos informaban. ¿Por qué tardó tanto el Gobierno en dar las primeras explicaciones? ¿Cómo es posible que aún no se sepa el origen del desaguisado?

Son muchas las cosas que comienzan a no funcionar bien. Llevamos años gobernados a través de la ideología, no de la gestión de la realidad. En energía, en hidráulica, en agricultura, en infraestructuras, en materia laboral. Los gobiernos nombran a los máximos responsables de las empresas gestoras con estricto tactismo político –esto es, como premio a los propios– y no por una responsable y acreditada capacidad profesional. La luz se va, los trenes son impuntuales, los campos se abandonan, los alimentos suben.

“Lo ocurrido dejará huellas. ¿Quién se fiará, por ejemplo, del coche eléctrico o del euro digital?”

Pero, todo eso, ¿a quién le importa? Lo importante son los relatos, las ideologías, el odio al otro. Ortega y Gasset, en una célebre conferencia en Buenos Aires, tras conocer los debates bizantinos en los que se empleaban con energía y vehemencia les clamó: ¡Argentinos, a las cosas! Pues eso, españoles, hablemos de las cosas y no solo de debates y enfoques ideológicos. Las cosas del comer, del beber, del regar, de los suministros básicos, de la luz, del comercio, del transporte. No permitamos que el evidente deterioro de nuestros servicios básicos continúe por manifiesta incapacidad de sus responsables. ¿Por qué el apagón nos ocurre a nosotros y no a Francia, a Portugal, a Marruecos o a Alemania? ¿Qué hemos hecho diferencialmente mal? ¿Aprenderemos? Pues supongo que no…

Pero lo ocurrido dejará huellas. ¿Quién se fiará, por ejemplo, del coche eléctrico o del euro digital? ¿De verdad vamos a dejar que nos dejen sin metálico una vez comprobado que era el único recurso a nuestra disposición? Son tantas las preguntas en el aire… ¿Tenemos la mejor política energética? ¿Hacemos bien apagando las nucleares? ¿Debemos aumentar la capacidad de regulación de nuestros ríos para garantizar suministros, prevenir avenidas y producir energía eléctrica en vez de apostar ciegamente por la desrregulación como hemos hecho? ¿Debemos seguir apostando por esos masivos campos fotovoltaicos que aniquilan suelo agrícola y producen esas puntas desgobernables de energía? Y así suma y sigue…

Todo tiene consecuencias. La incapacidad y desconocimiento de la realidad comienza a pasarnos factura. Lo pagaremos caro… y si no, al tiempo.

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