The Objective
Esperanza Aguirre

Sánchez y el apagón

«Ante el descomunal fracaso de su política energética, está buscando a quién echar las culpas, y en ningún caso aceptará reconocer sus responsabilidades y dimitir»

Opinión
Sánchez y el apagón

Ilustración de Alejandra Svriz

El lunes España, la cuarta economía de la Unión Europea, y el decimocuarto país del mundo por Producto Interior Bruto (PIB), se quedó más de diez horas sin una gota de electricidad en las casas, en las industrias, en los transportes, en los comercios y en las oficinas. Y, consecuentemente, todos los españoles nos quedamos sin teléfonos, sin internet y sin conexiones de ningún tipo, es decir, sin posibilidad alguna de comunicarnos.

Todo esto tuvimos que vivirlo sin que nadie nos lo hubiera avisado previamente los 48 millones de españoles. Y, lo que aún es más grave, sin que nadie nos diera la más mínima información de lo que pasaba. Sólo seis horas después del comienzo de la tragedia salió el presidente del Gobierno para no decir nada ni de las causas ni de los efectos ni de nada, eso sí, echar la culpa a las empresas privadas.

El fracaso del Gobierno es de tal magnitud que, si España no hubiera tomado ya la senda del comunismo bolivariano, ayer mismo habríamos conocido la noticia de la dimisión irrevocable de todo el Gobierno y la convocatoria de elecciones generales.

Veamos en qué ha consistido ese descomunal fracaso. Sin entrar en el análisis de los detalles técnicos del asunto, que los ingenieros y científicos cualificados tendrán que hacer de forma pormenorizada, es evidente que el apagón de antes de ayer constituye una enmienda a la totalidad de la política energética del sanchismo, que es lo mismo que decir del social-comunismo.

Una política energética que se sustenta en una serie de consignas y coletillas que los social-comunistas llevan siete años repitiendo tan machaconamente que han conseguido que muchos ciudadanos hayan llegado a creerse que son verdades indiscutibles: el calentamiento del planeta, el cambio climático, las energías renovables, la muerte a las nucleares, la destrucción de las presas, etc.

“Qué más tendrá que pasar para darnos cuenta de adónde nos conduce un Gobierno que hizo suyos los objetivos de la nefasta Agenda 2030”

No sé qué más tendrá que pasar para que los españoles nos demos cuenta de hasta dónde nos está conduciendo un Gobierno que ha hecho suyos los objetivos de la nefasta y totalitaria Agenda 2030, que pretende que en 2030 todos seamos pobres, aunque, eso sí, muy iguales, salvo, claro está, los líderes del social-comunismo, que seguirán en el Falcon y veraneando en villas de superlujo.

Por más que el sanchismo, con su reconocida capacidad de manipulación de las conciencias, intente responsabilizar únicamente al gobierno de Mazón de la tremenda tragedia de la dana de hace seis meses, aquello ya vino a demostrar la irresponsabilidad de los socialistas al cargarse el Plan Hidrológico Nacional que, con las presas y obras hidráulicas que tenía previstas, la hubiera evitado en gran parte.

Ahora, el fracaso rotundo que un país tan importante y tan desarrollado como España ha vivido, quedándose sin luz ni comunicaciones durante medio día, es otra demostración de que nuestro Gobierno, al que su sectarismo y su vocación totalitaria le conducen una y otra vez a terribles situaciones que los ciudadanos no tenemos por qué soportar.

Y de paso debería hacernos reflexionar sobre lo que pasa en la Unión Europea, porque resulta muy significativo y preocupante que la máxima responsable de la política medioambiental y energética de España durante los últimos seis años, con los terroríficos resultados obtenidos, sea ahora la responsable máxima de esas mismas políticas para toda Europa.

“Lo verdaderamente grave han sido las respuestas que, desde la soberbia que siempre caracteriza a los autócratas, se nos han dado”

Es posible que los comentarios que no paran de oírse por la calle enumerando las desgracias que nos han ocurrido desde que está en el poder y que la gente atribuye a la condición de “gafe” de Pedro Sánchez den en el clavo. La verdad es que, desde que está en La Moncloa, no paran de ocurrir sucesos terribles: el Covid -con cerca de 150.000 muertos-, la erupción del volcán de La Palma, la Filomena de Madrid, la dana de Valencia y, ahora, el apagón de toda España -y de los pobres portugueses, víctimas también de la política energética española-.

Pero lo verdaderamente grave han sido las respuestas que, desde la soberbia que siempre caracteriza a los autócratas, se nos han dado frente a estos sucesos. Recordemos que España fue el país que peor gestionó la lucha contra el Covid, con un presidente del Gobierno que cerró el Parlamento, que decía apoyarse en unos expertos que luego descubrimos que nunca existieron y que ordenó a la Guardia Civil censurar las redes sociales si en ellas se criticaba al Gobierno. En La Palma siguen esperando las ayudas que prometió. En Valencia, antes de salir corriendo de Paiporta, se limitó a decir “si quieren algo, que lo pidan”. O que, ahora, ante el descomunal fracaso de su política energética, está buscando a quién echar las culpas, y en ningún caso aceptará reconocer sus responsabilidades y dimitir por sus errores y su incapacidad de reacción.

Entre otras cosas porque sabe que ahora, cuando sus aliados de Frankenstein le ven fracasado, le van a apoyar todavía con más fuerza, porque ya lleva siete años experimentando que, cuanto mayor es su debilidad, más seguro está de seguir en La Moncloa porque para comunistas, independentistas, golpistas y filoterroristas gozar de un presidente fracasado es un auténtico chollo.

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