The Objective
Ignacio Vidal-Folch

Una amiga para el próximo Papa

“Lo ideal sería que tuviese una compañera de confianza. Las mujeres suelen tener más sentido común, le aportaría sensatez cuando fuera a hacer algo desatinado”

Opinión
Una amiga para el próximo Papa

Alejandra Svriz

Habría que ir pensando ya en buscarle una amiga al próximo Papa.

Últimamente, los Papas están tomando decisiones yo creo que extraviadas sobre asuntos de cierto calado. Juan Pablo II puso en duda la estabilidad del limbo, el limbo de los justos, donde van (¡o iban, hasta que se lo cargó!) las personas buenas pero que por un motivo u otro murieron sin estar bautizadas, y además los nonatos y los profetas del Antiguo Testamento.

Al bondadoso Padre le parecía excesivamente cruel dejar a los niños en esa región del más allá, tibia, brumosa, a media luz, de vagos confines, donde las almas no reciben premios ni castigos y uno está como en duermevela hasta el día del Juicio Final. Yo personalmente imagino el limbo como un inmenso, soñoliento y desangelado bufet de estación de tren, con grandes ventanales por donde entran grandes haces diagonales de luz turbia, en la que bailan infinitas partículas de polvo. Un sitio aburrido. Pues bien, Wojtyla insinuó que no era probable que los niños permanezcan durante mucho tiempo en esa especie de antesala. Confió su inmediata subida al cielo a “la misericordia de Dios”. En efecto, como ésta es infinita, en cuanto niños y profetas entran en el limbo, un ángel se los lleva en seguida al Paraíso. Me quedo solo en ese bufet desafecto. Ya es triste estar aquí, sobre todo porque el siguiente Papa, Benedicto XVI, lo calificó como una “mera especulación”, lo que es tanto como negar su existencia.

Por cierto que el mismo Benedicto cuestionó la presencia en el pesebre de Belén del buey y la burra, tan icónicos y tradicionales. El Papa intelectual señala en su libro La infancia de Jesús que los relatos evangélicos del nacimiento de Jesús no mencionan la presencia de animales junto al pesebre. Se puede poner sus figuritas en los belenes navideños, pero teniendo en cuenta que son presencias simbólicas.

Se comprenderá que la existencia simbólica de las cosas es un mazazo a las ilusiones de los niños. El sucesor de Benedicto, Francisco, que acaba de fallecer, hizo algo aún más controvertido, declarando que el infierno es un estado mental o un estado anímico, no un lugar físico.

“Bioy Casares decía que el hombre que está demasiado tiempo solo está loco”

Vale decir que es un asunto subjetivo. Con todo el respeto, Su Santidad: ¡Qué ganas de quitarle las ilusiones a la gente!  La existencia física del infierno tenía un sentido consolador: hay gente mala que nos amarga la vida, pero después de la vida los perderemos de vista porque ellos irán al infierno y nosotros al cielo. Ahora bien, si no hay infierno, y el purgatorio es un lugar transitorio, ¿nos los encontraremos allí, en el cielo, a esos tipos, otra vez? Menuda gracia.

Tomás de Aquino, en su Suma, afirmó que en la bienaventuranza los santos tendrán plena visión de la miseria de los condenados “para que su gozo sea mayor”. Esto es muy fácil de comprender. Renard decía que para triunfar de verdad no basta con tener éxito, es preciso, además, que los amigos fracasen. Él iba con el botón rojo de una condecoración del Estado en la solapa, y si se cruzaba con otro tipo que llevaba la misma distinción, le fastidiaba: “¡Cómo! ¿Ése también?”

¿Qué daño hacían el limbo, el buey y la mula, el infierno tan temido? Yo creo que todas estas iniciativas extravagantes que están introduciendo los Papas y que perturban una rica tradición se debe a que son hombres solos. El hombre, cuando está solo, tiende a darle demasiadas vueltas a las cosas y luego sale por peteneras. Bioy Casares decía que el hombre que está demasiado tiempo solo está loco, y sólo cuando se pone a hablar con otro, o con otros, va saliendo poco a poco del área de la locura y empieza a entrar en razón.

“Claro”, me dirás, “depende de quién sea ese ‘otro’ o esos ‘otros’, porque, oye, también el remedio puede ser peor que la enfermedad”.

Es verdad. Imagínate que estás solo, loco perdido, y de repente, para colmo, te pones a hablar con… (pon tú mismo en los puntos suspensivos ese nombre en el que estás pensando).

Yo creo que lo ideal sería que el nuevo Papa tuviese una compañera de confianza, no diré una barragana, pues decir eso sería casi como blasfemar, y ya veo llegar a mi buzón una comunicación de los Abogados Cristianos. Pero, si no una barragana, como en tantos curas de antaño, sí una compañera, incluso una esposa. Las mujeres, sabido es, suelen tener más sentido común, le aportaría sensatez cuando estuviera a punto de hacer algo desatinado:

Estoy pensando –diría, por ejemplo, el Papa- que eso de los ángeles no es, en el fondo, sino una figuración simbólica, y que en realidad no exist…

-¡Ni se te ocurra! –saltaría la compañera del Papa-. ¡A los ángeles ni tocarlos, que a la gente les encantan! ¡Y cómete il minestrone que se va a enfriar!

¿Significa eso que postulo la liquidación del celibato sacerdotal? No. Sólo sugiero humildemente que con el Papa, sobre quien gravitan tan altas y abrumadoras responsabilidades, la Iglesia debería hacer una excepción, una salvedad. Darle una compañerita. Pero, del Papa abajo, como hasta ahora, nada debe cambiar. ¡Todos célibes y a fastidiarse!

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