Los aranceles empiezan a pasar factura a EEUU
«Aunque a primera vista el retroceso del PIB en EEUU pueda parecer alarmante, conviene analizar con más detalle los elementos que lo componen»

Ilustración: Alejandra Svriz.
Esta semana hemos sido testigos de que el panorama económico de Estados Unidos muestra síntomas de debilidad. El dato más significativo ha sido la contracción del Producto Interno Bruto (PIB) en el primer trimestre de 2025, con una caída del 0,3% en términos anualizados. Esta reducción del crecimiento económico se explica, en gran medida, por la carrera de las empresas estadounidenses por abastecerse de bienes extranjeros antes de que entren en vigor los nuevos aranceles anunciados por Donald Trump. Como consecuencia directa, el déficit comercial de mercancías alcanzó un máximo histórico en marzo.
Aunque a primera vista el retroceso del PIB pueda parecer alarmante, conviene analizar con más detalle los elementos que lo componen y cómo podrían evolucionar en los próximos meses.
La contracción del PIB
Debe subrayarse, ante todo, que esta caída del PIB es una manifestación de la incertidumbre política y económica que se cierne sobre el país. Y esa incertidumbre no es accidental: se ve alimentada por decisiones concretas, como el anunciado aumento de aranceles. El incremento de las importaciones (materias primas, componentes, productos de consumo y bienes de equipo), son compras anticipadas ante la amenaza proteccionista y restó cerca de 4,8 puntos porcentuales al crecimiento del PIB.
Parte de esas importaciones se tradujeron, eso sí, en inversión empresarial. La formación bruta de capital fijo contribuyó positivamente con un 1,3%. Más revelador aún fue el aumento de inventarios, que añadió 2,3% al PIB. Las empresas están acumulando stocks para protegerse de las distorsiones comerciales que se anticipan. Es una señal clara: se preparan para escenarios más adversos, fruto de las políticas de comercio exterior impulsadas por Trump.
El consumo privado —que representa casi el 70% del PIB— creció solo un 1,8%. Aunque positivo, este ritmo es más moderado que en trimestres anteriores. Por su parte, el gasto público descendió un -1,4%, reflejo de recortes fiscales discrecionales que restaron en torno a medio punto al crecimiento. En suma, tanto el sector privado como el público muestran síntomas de contención.
El mercado laboral se debilita
Los datos de empleo publicados ayer correspondientes a abril también revelan un cambio de tono. La economía añadió 177.000 empleos no agrícolas, por debajo de los 185.000 del mes anterior. A pesar de que la tasa de desempleo se mantiene en el 4,2%, el número de desempleados de larga duración (más de 27 semanas sin empleo) aumentó en 179.000 personas, hasta alcanzar los 1,7 millones. Esta cifra representa ya el 23,5% del total de desempleados, una proporción que no debe subestimarse.
La ralentización del mercado laboral puede reflejar la creciente cautela de las empresas ante un entorno más incierto. Además, el empleo en el gobierno federal cayó en 26.000 puestos desde enero, un descenso atribuido a los recortes impulsados por el Departamento de Eficiencia Gubernamental liderado por Elon Musk. Dado que muchos de estos despidos fueron voluntarios, es posible que las cifras oficiales no reflejen aún todo su impacto. Todo apunta a que las empresas privadas podrían ralentizar la contratación en mayo, anticipando un segundo trimestre marcado por un entorno internacional más hostil. En conjunto, el mercado laboral muestra señales de enfriamiento.
La inflación persiste
Los datos de esta semana sobre inflación confirman que las presiones sobre los precios persisten. El índice de precios del gasto en consumo personal (PCE) subyacente aumentó un 2,6% interanual en marzo. Este dato, anterior a la entrada en vigor de nuevos aranceles a las importaciones anunciados por Trump en abril, apunta a una dinámica inflacionaria que podría agravarse en los próximos meses.
A ello se une, el crecimiento de los salarios medios por hora, del 3,8% en el mes de abril: lo que refuerza las expectativas de que la Reserva Federal (Fed) mantenga una política monetaria restrictiva en su reunión de la semana que viene. Con tipos de interés ya elevados, todo indica que la Fed se verá obligada a prolongar su estrategia actual, lo que podría seguir penalizando el consumo y la inversión.
A corto plazo, este equilibrio precario entre inflación, tipos altos y estancamiento económico no augura un escenario fácil.
La combinación de un crecimiento negativo del PIB, una creación de empleo más débil y una inflación que persiste deja entrever síntomas preocupantes de una ligera estanflación. No es aún un diagnóstico claro. Pero, si las empresas y las familias continúan ajustando su comportamiento ante la nueva política económica, el escenario económico podría deteriorarse más de lo que muchos anticipan.
Una economía en la cuerda floja
En definitiva, la economía de EE. UU. atraviesa una fase delicada. La contracción del PIB en el primer trimestre no representa una recesión en sentido estricto, pero sí un aviso. Las decisiones que se tomen en las próximas semanas —especialmente las relacionadas con la política monetaria y la de comercio exterior— serán determinantes. Lo que está en juego es 1) la confianza de los consumidores, 2) la capacidad de las empresas para planificar a medio plazo y 3) la credibilidad de una política económica que, hasta ahora, ha oscilado entre la retórica nacionalista y la improvisación.
El rumbo que tome el país dependerá, en buena parte, de si Donald Trump es capaz de reconocer que los aranceles, lejos de proteger la economía, la están desestabilizando. Porque la factura de esta estrategia ya ha comenzado a llegar, y todo indica que no será barata.