Culpables sin explicación
“Lo importante no es que durante horas España volviera a la era preindustrial sino el reparto de culpas. Es la lógica política de Sánchez, distinguir entre amigo y enemigo”

Ilustración: Alejandra Svriz.
El presidente insiste en que todavía no sabe la causa del apagón del lunes pasado. Al mismo tiempo, afirma que no tuvo que ver con las renovables y acusa velada y no tan veladamente a las eléctricas. Lo importante no es que durante varias horas España volviera a la era preindustrial; lo importante aquí es el reparto de culpas. Ya saben la lógica schmittiana que tiene Sánchez de la política. Es el elevadísimo arte de distinguir entre amigo y enemigo. Y actuar en consecuencia. Sánchez ha dejado claro que los enemigos aquí son los “operadores privados”, un sintagma que repitió tantas veces en su comparecencia que acabó convenciendo a la ciudadanía de lo contrario: ahora todos tenemos clarísimo que Red Eléctrica es pública, publiquísima.
Beatriz Corredor, la presidenta de Red Eléctrica, un operador tan tan tan privado que su máximo accionista es el Estado, con un 20% de acciones, y a una distancia considerable del siguiente gran accionista (Pontegadea, de Amancio Ortega, y el fondo BlackRock, tienen en torno a un 5%), mantuvo una postura igual de ambivalente (y con el mismo vigor) en una entrevista: no sabemos lo que pasó, pero no volverá a pasar. Para aquellos que no se queden tranquilos con esto, Corredor añadió esta frase estoica digna de Séneca: “El riesgo cero no existe, no hay ninguna actividad humana que esté exenta de riesgo”. Y terminó la entrevista con otra aún más delirante: “Lo que está claro es que en 50 años no ha ocurrido, es decir, que se están haciendo las cosas bien”. Es como decir, el día después del 11-S, que no hay que preocuparse, que en cien años de aviación nunca un avión se había estrellado contra dos rascacielos en el centro financiero global.
Este Gobierno siempre ha sido el gobierno de la excepcionalidad. Sánchez se ha movido bien en la interinidad, al borde del abismo, maniobrando y calculando siempre al límite. Pero siempre ha sido una excepcionalidad posmoderna, comunicativa, simbólica. El Gobierno se movía bien en la guerra cultural y psicológica, la colocación de marcos, la demoscopia, la captura de rentas políticas y mediáticas.
A menudo la excepcionalidad es manufacturada, como con los decretos ley, que deben solo usarse en casos de “extraordinaria y urgente necesidad” y el Gobierno los usa hasta para aprobar una partida de nuevos bolis con cuerda para las sucursales de Correos. Y es especialmente manufacturada cuando se usa el argumento de la alarma antifascista y la urgencia democrática. Cada vez más el sanchismo es un one trick pony, es decir, un mago con un solo truco que ya nos sabemos todos (y que, sin embargo, todavía encandila a muchos).
“La prioridad del Gobierno fue desde el principio encontrar un culpable, no una explicación”
Pero cuando se trata de excepcionalidades reales, modernas y no posmodernas, el rey está desnudo. Se vio en la gestión de la pandemia, que se nos olvida porque es humano querer olvidarla; se vio en la gestión de la dana, en la que el gobierno se enzarzó como siempre en una batalla acomplejada de competencias entre el Gobierno central y las autonomías; y se ha visto durante el apagón, que ha sido la verdadera excepción ibérica, como ha dicho Daniel Gascón. La prioridad del Gobierno fue desde el principio encontrar un culpable, no una explicación.
Resulta especialmente irritante el relato extendido sobre el lunes que pinta esas horas como un remanso, un día para la desintoxicación, “aproveché para leer”. ¡Samantha Hudson estaba de fiestuki en la Plaza 2 de Mayo! Es una postura que conviene al Gobierno: sigan con su vida. Pero fue una tragedia que no solo pagaremos económicamente, sino también en reputación. Imaginen con qué cara negociará ahora Pedro Sánchez con los dirigentes chinos, en su nueva estrategia de pivot to Asia ante el cierre autárquico de Estados Unidos. Es la tercermundización gradual de España: lluvias torrenciales, apagones nacionales, el presidente negociando con China, que seguro que nos ve como ve a los países en vías de desarrollo donde ejerce su particular colonialismo económico.