Los peores
«A los sucesivos asaltos de los mecanismos del Estado han accedido los peores técnicos y políticos, los más mediocres, los que no sirven más que para servir»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Es de manual: cuando se impone un gobierno despótico, el culto a la personalidad exige obediencia absoluta. Eso conduce, sin remedio, a la corrupción, como ha descrito con rigor Anne Applebaum. Y la corrupción lleva al país sometido, de cabeza a su decadencia y muerte.
Eso es exactamente lo que está sucediendo en España desde que Sánchez se ha apropiado del Partido Socialista como si se tratara de un objeto personal, de una propiedad privada, como un cepillo de dientes. A partir de aquel momento, a los sucesivos asaltos de los mecanismos del Estado han accedido los peores técnicos y políticos, los más mediocres, los que no sirven más que para servir.
Es inevitable ya que sólo alguien desprovisto de todo valor, de toda moral, de todo fundamento intelectual, de un resto de dignidad, se puede prestar a ser el pelele de un tirano que desprecia la democracia. Aquellos que saben hacer algo, los profesionales, se apartan todo lo posible del poder político.
En el último desastre, el Gobierno simula estar buscando el origen del problema, su causa eficiente para evitar la repetición, pero no es cierto. Sólo está ocupado en aparecer como la parte inocente y mantener los sueldos. Más de medio millón de euros son los que cobra la señora que dirige la red eléctrica, enchufada en un puesto clave, como otros seis miembros del consejo de administración, por orden de Sánchez o (peor si cabe) de Zapatero.
Todos aquellos que se lanzaron cuchillo en mano sobre Mazón cuando demostró su perfecta incompetencia ante un desastre meteorológico que provocó la catástrofe de su comunidad, están ahora muy atareados buscando culpables “privados”. En su (como es habitual) estúpida aparición al cabo de horas del apagón, Sánchez repitió diez o doce veces que los culpables eran “los operadores privados”.
«La ministra de Sánchez se comportó igual que Mazón, lo que hace pensar que son equivalentes, es decir, un par de mediocres»
Tanta insistencia no era sino la consigna del caudillo para que se enteraran sus secuaces, los cuales son algo tardos en percatarse de las órdenes. A partir de ese momento, no sólo los que cobran del Gobierno, sino los medios de comunicación que están a su servicio, se pusieron de inmediato a cacarear lo de los medios privados, empresas privadas, conectores privados, operadores privados y toda suerte de privacidades que dejaran al estado protegido tras un muro de culpables privados.
Podrá haber un sinnúmero de estropicios entre los cientos de suministradores eléctricos que hayan contribuido al apagón, pero el caso es que todos ellos dependen de la jefa de la red, una que fue ministra y progresista, pero que salió muy combativa a vender caro su cadáver. No se presentó para explicar lo que había sucedido, sino para defender su personita. Como el niño pillado en falta.
La ministra de Sánchez se comportó exactamente igual que Mazón, el valenciano, lo que hace pensar que son equivalentes, es decir, que se trata de un par de mediocres cuya inutilidad les ha conducido a la cima de algún poder político corrupto en donde se aferran a sus privilegios, persuadidos de que nunca más nadie, en la privada, les va a conceder sueldos y prebendas similares.
«En sus innumerables incompetencias, estos empleados acaban por provocar la muerte de los ciudadanos, como sucedió en Valencia»
El modelo antropológico de este tipo de inútiles es, para mí, el actual ministro de Transportes. Otro pobre tipo que fue incapaz de gobernar una ciudad del tamaño de Valladolid y al que Sánchez puso al frente de la red de comunicaciones del país entero, con los resultados que todos conocemos. Es sintomático que al más nulo el caudillo le coloque en un puesto decisivo para la seguridad de los ciudadanos. Sabe que es quien recibirá más palos, de modo que sólo un bobo codicioso puede aceptar esa manzana envenenada y disponerse a recibir todas las palizas para salvar al “puto amo”, que es como llama el ministro a su jefe.
El resultado, sin embargo, siempre es el mismo. En una de sus innumerables incompetencias, estos empleados acaban por provocar la muerte de los ciudadanos y la ausencia de explicaciones, como sucedió en Valencia. También el apagón ha tenido sus víctimas, especialmente funestas porque se trataba sobre todo de enfermos atados a máquinas. Nada se dice sobre ellos. La prensa oficial y todo el búnker sanchista pasa de puntillas por encima de sus cadáveres y se palpa la billetera.
Sin embargo, llega un día en que las víctimas de la incompetencia son tantas que ni siquiera una exministra adicta al régimen, puede salvar su sueldo. Y a eso hay que añadir que no es que Sánchez nos tome por imbéciles, como dice Feijóo, porque el presidente nunca se dirige a nosotros, sólo a sus votantes, a los que, en efecto, desprecia.