Las cuentas del Gran Capitán
«Ha sido la disponibilidad sin ningún control de los recursos europeos lo que ha facilitado en buena medida que Sánchez esté actuando como un autócrata»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Historia o leyenda, se dice que Gonzalo Fernández de Córdoba, denominado, al parecer por sus propios soldados, el Gran Capitán, molesto porque el rey Fernando el Católico le reclamase cuentas por los gastos que a ciertos cortesanos les habían parecido excesivos respecto a sus campañas en Nápoles, presentó de manera bastante chulesca una relación un tanto atípica y estridente. La expresión “las cuentas del Gran Capitán” ha pasado a la posteridad como ejemplo de una lista justificativa de gastos redactada de forma sarcástica y en la que no se acredita nada.
Al escuchar el alegato y desglose que realiza Sánchez de su teórico plan para incrementar los gastos de defensa, por fuerza vienen a la memoria las célebres cuentas del Gran Capitán. Las circunstancias son sin duda muy diferentes. Entonces imperaba una monarquía absoluta y la justificación era ante el rey; hoy, vivimos en una democracia y, por lo tanto, debería hacerse ante el Parlamento.
Hay, no obstante, ciertas semejanzas entre ambas situaciones. Fernández de Córdoba había logrado derrotar brillantemente a Luis XII de Francia expulsándolo de Nápoles y entregando así todo ese reino a Fernando. Tras tamaña victoria, consideró una impertinencia que le reclamase algo tan prosaico como la justificación de los recursos empleados. De ahí su contestación sarcástica. Sánchez, engreído, se encuentra encerrado en su torre de cristal y considera una vulgaridad inadmisible depender del Parlamento y tener que solicitar su aprobación.
El plan presentado por Sánchez se parece a la multiplicación de los panes y los peces. En él todo es positivo, sin que se produzca aparentemente ninguna contrapartida, según nos intenta hacer creer. A pesar de su doctorado, Sánchez no está muy ducho en Economía. La verdad es que tampoco le importa demasiado, ya que su relato se basa en la fe de los creyentes. No obstante, tendría que conocer, aquello de cañones o mantequilla, que se enseña en la primera clase de Teoría Económica, y que nos alecciona sobre el hecho de que en Economía no hay nada gratuito, y que existe el coste de oportunidad.
Sánchez comienza por asegurarnos que no se incrementarán ni el déficit ni la deuda pública. Habrá que deshacer en primer lugar un equívoco al que a menudo inducen los alegatos del Gobierno y en el que se lían algunos comentaristas. Entre las múltiples potestades de Bruselas no se encuentra el conseguir que lo que es déficit o deuda pública deje de serlo. La Unión Europea tan solo puede declarar -y así lo ha hecho- que esa operación tan fabulosamente proyectada del rearme no computará a efectos de las limitaciones fiscales impuestas a cada país por la Comisión, pero de ningún modo que los gastos no existan y que no impacten en las cuentas públicas, como otras tantas partidas, a efectos de calcular el déficit y de emitir deuda si es preciso.
“Últimamente la UE no solo consiente, sino que casi promociona la total relajación fiscal”
El hecho de que durante todos estos años Bruselas haya dejado sin efecto las reglas fiscales de ninguna manera ha impedido que el déficit y el endeudamiento hayan aparecido y con ellos sus efectos negativos sobre la actividad económica. El poder taumatúrgico de la Comisión no llega tan lejos como para conseguir que lo que “es” no sea. Eso solo lo pretende Sánchez y, como es evidente, no lo consigue.
La realidad no se modifica, solo lo hace la política de la Unión Europea. Si antes condenaba como herejía la mínima desviación presupuestaria y perseguía toda ayuda de Estado, últimamente no solo consiente, sino que casi promociona la total relajación fiscal y da carta blanca a que se subvencione a las empresas. Han cambiado las conveniencias de Alemania.
En ese malabarismo trilero en el que se mueve Sánchez nos quiere dar a entender que los recursos de Next Generation que se van a utilizar para el rearme no incrementarán ni el déficit ni el endeudamiento, ya que vienen de Europa. Sin embargo, todo hace prever que la mayoría de los que se van a aplicar pertenecen a la parte que se concede como créditos, créditos que, aunque sean frente a la Unión Europea y en buenas condiciones financieras, no dejan de ser deuda que deberemos pagar en el futuro.
Ese mismo principio es aplicable a los hipotéticos 150.000 millones de euros que la Comisión puede aportar a los países, y que están dentro de los más hipotéticos 800.000 que figuran en el proyecto de financiación del rearme presentado por doña Úrsula. También son bajo la fórmula de préstamos. Es más, no hay que olvidar que la parte de recursos europeos que se conceden a fondo perdido no lo son tanto, puesto que se financian por la Comisión mediante mutualización de deuda y en consecuencia son imputables proporcionalmente de acuerdo con el respectivo PIB a todos los países, también a España.
“Sánchez pretende reasignar a la nueva finalidad del rearme fondos europeos ya concedidos”
Sánchez pretende reasignar a la nueva finalidad del rearme fondos europeos ya concedidos o que estaban destinados a las comunidades autónomas. ¿Cómo se puede garantizar que no va a afectar a los gastos sociales cuando más de la mitad de estos competen a las autonomías? Lo más probable es que estas se vean obligadas a realizar ajustes. En cualquier caso, todo lo que ocurre con los recursos de Next Generation es un arcano. Sin duda alguna ha sido la disponibilidad sin ningún control de estos recursos, lo que ha facilitado en buena medida que Sánchez esté actuando como un autócrata. La responsabilidad en este asunto de Vox es ingente. Fue gracias a su abstención por lo que pudo aprobarse el Decreto ley 30/2020, que daba al Gobierno la posibilidad de escapar en esta materia de todo control político, y dejar el administrativo-financiero en su mínima expresión.
Habrá quien afirme que los gastos de recuperación tienen un control firme de la Unión Europea. Nada menos cierto. Ya hemos visto para lo que sirve la Fiscalía europea, para quitar la competencia a los jueces españoles y que los asuntos mueran de hastío en sus cajones, sobre todo cuando hay un interés político por medio.
El mismo trilerismo de cambiar los destinos en los fondos europeos es el que Sánchez piensa aplicar, con ayuda de la insigne doctora en Medicina, a las partidas presupuestarias. Y eso a pesar de llevar ya dos ejercicios sin aprobar las cuentas públicas. Hay muchos que piensan que sin presupuestos no se puede gobernar; y puede ser que tengan razón, no se puede gobernar bien, pero sí chapuceramente. He venido defendiendo que en circunstancias normales un gobierno, y más si es uno con tan pocos escrúpulos democráticos como este, puede mantenerse con unos presupuestos prorrogados. Lo he hecho, últimamente sin ir más lejos, en un artículo publicado en este mismo diario el 24 de septiembre del pasado año con el título Con presupuestos o sin ellos.
Los que hemos trabajado dilatadamente en el área del gasto público tendemos a relativizar y a desmitificar la realidad presupuestaria. La flexibilidad de las modificaciones es tan amplia que el presupuesto prorrogado se puede alterar todo lo necesario para acometer aquellos gastos que el Gobierno desee. Ello sin tener en cuenta la capacidad que además tiene de aprobar gastos totalmente nuevos, créditos extraordinarios, mediante decretos leyes cuando se produzca un acontecimiento imprevisto.
“La conveniencia de nuevos presupuestos proviene más que de una necesidad económica de una exigencia política”
La conveniencia de unos nuevos presupuestos proviene más de una exigencia política que de una necesidad económica. Su aprobación es señal de que se cuenta con estabilidad parlamentaria. Y es aquí donde se halla la anormalidad de este Gobierno. Lleva dos ejercicios con unos presupuestos prorrogados y todo hace pensar que pretende hacer lo mismo el próximo. Hasta ahora en siete años ha elaborado tan solo tres presupuestos y casi podríamos asegurar que llegará al año octavo en las mismas circunstancias.
El plan que ha presentado para el rearme ahonda aún más en la debilidad (más que debilidad, anemia) parlamentaria de Sánchez. Rechaza llevar al Congreso un decreto ley (él, tan amigo de utilizarlos) para la aprobación de un crédito extraordinario por importe de 10.471 millones de euros, cifra que el plan considera necesaria para la defensa.
Es esa falta de apoyo parlamentario la que le conduce a un callejón sin salida, a un malabarismo que difícilmente es compatible con la transparencia y que conlleva contradicciones y enormes riesgos. Cuando se acude a recursos totalmente extraordinarios y que son disponibles una única vez tales como los de Next Generation, ¿cómo garantizar la consolidación de un gasto (2% del PIB o más) que va a ser recurrente en los próximos años? Y todo ello sin presupuestos a la vista.
Aun suponiendo que sean ciertas y legales las modificaciones presupuestarias que se acometan, la cantidad de recursos a obtener es tan sustancial y, por tanto, los recortes en los distintos capítulos y en el propio fondo de contingencia tan cuantiosos, que el margen de maniobra en el gasto público va a ser mínimo y desde luego incapaz de dar respuesta a cualquier eventualidad que pueda surgir en los próximos meses del ejercicio, que aún son bastantes. ¿En qué van a quedar las ayudas a la dana de Valencia o incluso a las del volcán de la Palma?
“La productividad no despega, los datos de paro están trufados y el empleo es cada vez de peor calidad”
Sánchez complementa su propuesta de rebañar todas las partidas presupuestarias con la existencia de un remanente de ingresos (algo así como una hucha con ahorros) acumulado, según dice, gracias a su exitosa política económica. No es el momento de extenderse en aclarar que su política económica es todo menos exitosa, pero señalemos, sí, de paso, que la renta per cápita apenas se ha incrementado y se han perdido posiciones respecto a la media europea, la productividad no despega, los datos de paro están trufados y el empleo es cada vez de peor calidad, los salarios reales más bajos, etcétera, etcétera. Y eso a pesar del desequilibrio fiscal y de contar con los fondos de recuperación económica.
Pero retornando a los excedentes de ingresos, y a esa hucha que Sánchez dice tener. En ningún caso se debe al virtuosismo del Gobierno, sino a la inflación que actúa automáticamente sobre los ingresos incrementándolos y a la inacción del Gobierno que no ha corregido, de la misma manera, al menos algunos gastos como el sueldo de los empleados públicos y las inversiones.
Sánchez debería saber, o se lo deberían haber contado, que un exceso de recaudación no concede por sí solo autorización para incrementar el gasto. Son las cuantías de las partidas consignadas en los presupuestos, que son limitativas, las que lo permiten o no. En este caso, después de haber rebañado todas ellas, tal como ha afirmado Sánchez que va a hacer, por mucho exceso de impuestos que se tenga, la única manera de incrementar el gasto es mediante un crédito extraordinario aprobado por el correspondiente decreto ley, que debería convalidarse posteriormente en el Congreso pero de eso en este momento Sánchez no quiere ni oír hablar.
Las dotes de prestidigitador e ilusionista de Sánchez se hacen presentes cuando afirma que el plan va a incrementar el PIB entre 0,4 y 0,7 puntos, y el empleo en 100.000 trabajadores. Al mismo tiempo asevera que no se van a ver aumentados ni el déficit ni el endeudamiento, es decir, se va a financiar mediante el trasvase a la nueva finalidad de defensa, de cantidades previstas para otros menesteres y de recursos europeos que se dirigían también a otras actividades. Como es lógico, los nuevos gastos del rearme van a tener un impacto positivo en el PIB y en el empleo, pero no hay ninguna razón para pensar que serán mayores que el negativo de dejar de acometer las actividades y objetivos sacrificados, por ejemplo, las obras públicas. Más bien hay que suponer que el resultado va a ser el contrario, si tenemos en cuenta que seguramente la mayoría de las compras del material de defensa se realizarán en el extranjero.
Con toda razón, podemos calificar este bodrio presentado por Sánchez de cuentas del Gran Capitán. Chapuza tras chapuza, su única razón es que no quiere ir a las Cortes a pedir la autorización para acometer ese gasto considerable del rearme. Fernández de Córdoba se sentía con derecho a no dar explicaciones al haber ganado un reino para la Corona. Sánchez no ha ganado un reino; más bien, como nos descuidemos, puede hacernos perder dos autonomías. No obstante, desprecia al Parlamento y se cree con derecho a todo.