Sánchez, sin fuelle
«El presidente del Gobierno se ha hecho muchos enemigos, por no mencionar a los amigos que no encuentran el momento de empezar a marcar distancias»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Tiene mala cara, se le ve agobiado, cercado, acorralado por los problemas. Tiene fama, merecida, de resucitar cuando se le cree políticamente muerto, así que no se puede descartar una resurrección, ha salido de situaciones imposibles. Pero ahora… ahora es un hombre al que se le nota atemorizado cuando tiene que salir a la calle o al patio del Congreso. Busca con los ojos una puerta o el coche con un par de escoltas que le protegen de gritos y miradas hostiles.
Lo dicho, es legendaria su capacidad para salir de las situaciones más difíciles, incluida aquella urna escondida tras un biombo en Ferraz, donde su círculo pretoriano iba metiendo papeletas a puñados. Le costó la secretaría general, aunque la recuperó meses más tarde. Sigue contando con incondicionales, pero cada vez son menos. Lo compensa con figuras que no han dudado en perder su prestigio, incluso su dignidad, aceptando lo inaceptable. Por ejemplo, que Sánchez pague precios innobles para garantizarse los apoyos que le permiten mantenerse en Moncloa y a sus afines ocupando importantes despachos.
Tiene la desfachatez de echarle en cara a Feijóo que se ha vendido «a los intereses del mejor pagador». No es cierto. Feijóo nunca podría venderse a los intereses del mejor, porque el mejor pagador de España se llama Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Que le pregunten a los independentistas catalanes, o a sus socios de la extrema izquierda, si el presidente paga o no paga bien… Lo que le pidan. Sin chistar. El que mejor lo sabe es el prófugo de la Justicia asentado en Waterloo.
Es un hombre con suerte, pero en algún momento se agotará la baraka, porque se nota el hartazgo en muchos de los que le votaban. El presidente ha traspasado límites que gente que pasaba por todo ya no está dispuesta a pasar.
Hasta ahora encontraban el argumento que Moncloa maneja como nadie: cuidado porque como caiga Sánchez en España gobernará la ultraderecha. Como eslogan repetido una y una vez está bien, pero muchos ciudadanos españoles empiezan a no tragar con esa historia.
«Sánchez, que es un político amoral, pero no tonto, ha podido llegar a la conclusión de que a este paso no va a ser presidente perpetuo»
En primer lugar, porque no se le ve a Feijóo con muchas ganas de gobernar con Vox, en el caso de que logre suficientes votos para convertirse así en presidente de Gobierno. Segundo, porque también está apareciendo un porcentaje de españoles que votaron a Vox y que ya no les gusta esa opción; el partido no es lo que era, se han ido los mejores. Y que Abascal se haya convertido en socio político de Trump provoca rechazo. El presidente americano pierde credibilidad a chorros, cada día que pasa da más motivos para pensar que está p’allá, que diría un castizo.
Sánchez, que es un político amoral, pero no tonto, seguro que como tantos otros ha podido llegar a la conclusión de que a este paso no va a ser, como le gustaría, presidente perpetuo. No sería descartable un movimiento desde el centro y la derecha democrática para ayudar a Feijóo, con los votos, a que lograra los escaños suficientes como para no necesitar a Vox para gobernar. Incluso sin necesidad de mayorías absolutas se puede gobernar, ha habido ejemplos en el pasado reciente. Además, cuando alguien gobierna en minoría, es fácil que aparezcan «espontáneos» dispuestos a echar una mano.
Pedro Sánchez se ha hecho muchos enemigos, por no mencionar a los amigos que no encuentran el momento de empezar a marcar distancias porque no quieren verse marcados para siempre como el cooperador necesario para haber llevado a España a donde ahora está. En el pozo más profundo. Aunque la macroeconomía efectivamente va como un tiro.
Esas cifras son tentadoras para los grandes inversores, pero no para la gente de a pie, que cada vez ve su futuro más negro, con salarios que no alcanzan lo que antes alcanzaban, con sus hijos en casa porque es imposible encontrar techo propio, trabajos precarios, miedo a los okupas que se instalan a cuerpo de rey y el propietario pagando todos sus gastos con años por delante para conseguir echarlos… Todo esto afecta al grado de simpatía que sienten los españoles hacia su presidente. Mucho más que su falta de palabra, su servilismo a los independentistas, las relaciones exteriores -qué ministro, qué vergüenza-, sus engaños, la corrupción galopante en su entorno, que se agrava con personajes e historias propias del Torrente más barriobajero, soez y ordinario… Pues todo eso, que provoca titulares y noticias escandalosas, pasa a segundo plano en la opinión pública ante lo más grave que se ha vivido en los últimos días.
«No se perdona a Sánchez las no explicaciones y las mentiras»
El apagón del lunes 28 y la paralización de los trenes al lunes 5. No se perdona a Sánchez las no explicaciones, las mentiras, la reiteración en el argumentario que distribuyó Moncloa y que conocieron los periodistas: ciberataque y sabotaje. Incluso si fuera cierto, que no lo es, ha habido algo que ha desmoronado la imagen del Gobierno con el presidente a la cabeza: la falta de seriedad en el trabajo de mantenimiento, imponer la ideología a las indicaciones de los expertos, buscar culpables para que los auténticamente responsables salven la cara.
Con unas imágenes que claman al cielo y son pruebas palpables de en qué manos están los españoles: 12.000 pasajeros desatendidos durante diez horas, entre ellos personas mayores y niños. Ni un vaso de agua. Nadie en este Gobierno, nadie en Renfe, ADIF, y las numerosas empresas que fueron tan generosas para acoger a las recomendadas de Ábalos y pagarles un sueldo público, tomó la iniciativa de enviar unos autobuses para llevar unos bocadillos, agua y mantas a quienes estaban encerrados en los vagones. Qué menos.
La preocupación mayor ahora de Renfe y ADIF, es cómo impedir que tengan que pagar indemnizaciones… Lo que hay que aguantar.