The Objective
Antonio Agredano

El Gobierno de la tele

«Los protagonistas del PSOE de ahora se parecen a la galería de personajes que pasaban por ‘Sálvame’. Con sus medias verdades y su televisiva victimización»

Opinión
El Gobierno de la tele

Ilustración de Alejandra Svriz

Yo veía Sálvame antes de que fuera progresista. Por aquel entonces, nadie hablaba de inclusión, sino de telebasura.  «No te pega que te guste», me decían mis amigos. La cultura, por entonces, era otra cosa. Eran novelas inencontrables y películas en versión original. Eran grupos con nombres difíciles de pronunciar y poetas polacos. Samantha Hudson no era ni una posibilidad. Belén Esteban no era pop ni era trasversal, sólo era la exesposa despechada de un torero. España vestía vaqueros de cintura baja. Los hombres llevaban camisas satinadas y en el pecho les caía un rosario. Pipi Estrada y Jimmy Giménez-Arnau se pegaron en una pausa publicitaria. Karmele Marchante se fue cinco minutos antes de que la echaran. «De los tiempos, el que más corre es el alegre».

Yo veía Sálvame sólo porque me entretenía. No había más pretensión. No había ni un atisbo de trascendencia. Me gustaban los personajes y cómo interactuaban entre ellos. Por eso, no seré yo quien reniegue ahora. He pagado cosas mucho peores con mis impuestos que el sueldo de Kiko Matamoros y María Patiño, que son jóvenes que me caen francamente bien. Me sorprende, aun así, que una parte de la izquierda de este país, sobre todo del mundo de la cultura, que tanto atacó este formato, aplauda ahora el baile chuminero. ¿Tan mal está el progresismo que vemos feminista lo que siempre fue machista y moderno lo que, sin duda, olía un poco a naftalina y a taquillón?

Quizá es que el PSOE de Pedro Sánchez tiene algo de folclórica ordinariona, de galán arruinado y de cantante sin voz. Quizá es que los protagonistas del PSOE de ahora se parecen bastante a la galería de personajes que pasaban por aquel plató. Con sus contradicciones, con sus medias verdades, con sus acusaciones y, cómo no, con su muy televisiva victimización. Quien disfrutó del Sálvame sabrá de lo que hablo.

Y no puedo dejar de pensar en el más salsarosista de los ministros, Óscar Puente, que asume, en el panorama partidista, un poco el rol que Víctor Sandoval tenía frente a las cámaras. Ese tertuliano polémico, lenguaraz, incómodo y enemigo de casi todos. ¿Por qué la política ocupa ahora más espacio en el entretenimiento que en la información? Sólo hay que echar un vistazo a la cuenta de X de Puente, si es que no le ha bloqueado. Está en todas las polémicas, en todos los ataques, en toda la fanfarria.

Sabotajes, insultos, motes, revelación de identidades ocultas… su trabajo que, como el de Sandoval, también pagamos entre todos, está más cerca del “Gobierno de la tele” que del lógico funcionamiento de un ministerio; con su institucionalidad, su prudencia y su pluralidad. ¿Qué le pasa a Óscar Puente? ¿Por qué su hiperactividad en redes? ¿Por qué su belicosidad? ¿Es un encargo o una epifanía política? ¿Se está posicionando para suceder a Pedro Sánchez? ¿Es su radicalidad impostada o ha somatizado el cansancio y la responsabilidad? ¿Qué agujero le dejó Ábalos en el Ministerio? Ojalá Patiño preguntándole mientras Belén Esteban les interrumpe comiéndose un yogur.

“En 2003, el PSOE planteaba beneficios fiscales para las cadenas que emitiesen programas culturales de calidad”

El sanchismo tiene más del Sálvame que este nuevo programa que han montado. Fiestas privadas, traiciones y relato. Mucho relato. Culpables en todas partes. Lloriqueos frente a la cámara. Soberbia, cinismo, divismo y mucha, mucha teatralidad. Presuntos delitos. Teléfonos de aludidos. Que se lleven el Congreso al plató. Moncloa Televisión.

Son nuevos tiempos. Los mayores invocan La Clave. Yo hablo ya del Sálvame con nostalgia. De qué hablarán los que vienen detrás de mí. La izquierda reivindica a Belén Esteban. Rebusco en viejas noticias. Doy con una de eldiario.es, dice lo siguiente: «El PSOE ha incorporado a su programa electoral, ‘como actuación prioritaria, cargada de fuerza simbólica’ la propuesta de eliminar los contenidos basura de la programación televisiva. Para conseguirlo, anuncia la creación de un Consejo Superior de la Comunicación, que velará entre otros aspectos por la calidad de los contenidos, y que establecerá ‘a través de un Código Ético de Programación, los indicadores y contenidos que respondan al concepto ‘basura'”.

Dicho código ético será resultado de un acuerdo estatal, que implicará obligatoriamente a las televisiones públicas “y condicionará a las privadas, impidiendo la programación de contenidos basura, es decir, los de baja calidad en el lenguaje y los mensajes morales que rocen el respeto humano, el sexismo, la violencia, la xenofobia y la intimidad de las personas”. Entre otras medidas de choque, el PSOE plantea crear medidas de beneficio fiscal a favor de las cadenas de televisión, que premien “la cercanía de la emisión de los programas (culturales de calidad) a los horarios de máxima audiencia televisiva, propiciando así la consolidación de un prime-time cultural”.

Asimismo, el Partido Socialista quiere “recuperar el papel cultural que los medios de comunicación públicos y privados no deberían haber perdido jamás, y acabar con su instrumentalización política y partidista”, como objetivo para un Ministerio que englobará la Cultura y la Comunicación, y desde el que se crearán un defensor del espectador, una comisión interministerial que coordine la política de comunicación del Gobierno, y el propio Consejo Superior de la Comunicación. Además, anuncia la intención de poner en marcha un Plan de Choque de Educación en Medios que, en coordinación con el Ministerio de Educación, se desarrolle en centros de Primaria y Secundaria ‘ampliándose paulatinamente a otras esferas ciudadanas’».

La noticia era de 2003. En 2014 Pedro Sánchez llamó a Sálvame en directo para hablar del Toro de la Vega. En 2025, aquel cuestionado programa de Telecinco sobrevive, como un avance democrático de la cultura progresista, en la televisión pública española. «O tempora, o mores», que dijo Cicerón.

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