The Objective
Daniel Portero de la Torre

¿Pocas luces o fanatismo?

«La realidad es incompatible con un fanatismo ecológico que lleve a hacer depender el 100% del sistema de las energías solar y eólica. La red española no está preparada»

Opinión
¿Pocas luces o fanatismo?

Un taxi durante el apagón.

Resulta altamente llamativo que, entre las 10 horas y las 12.30 horas del 28 de abril de este año, la generación eléctrica por placas solares fotovoltaicas suponía el 52%-54% del total de la energía consumida en España (en torno a 18 gigavatios) y la eólica el 12%. La suma de las energías renovables, por lo tanto, rozaba el 65% del total (más de 22 gigavatios), cifra no alcanzada hasta ese momento en todo lo que va de 2025 y que contradecía a los informes especializados que desde hace meses recomiendan limitar el uso de energías renovables.

Esas altas proporciones eran muy peligrosas, como saben todos los técnicos, pues es muy complicado controlar la frecuencia eléctrica de las energías solar y eólica para que sea constante y se sitúe en torno a los 50 hercios a los que debe funcionar la red nacional. Esta última, por lo tanto, fue sometida en ese momento a parámetros eléctricos que podían llevar al colapso, pues en España una variación de la frecuencia eléctrica de un 1% o superior activa dispositivos de seguridad en todas las plantas del país que automáticamente provocan el cierre del suministro de electricidad y dejan de aportar energía con el fin de no provocar un daño mayor en el propio grupo generador.

Y es lo que pasó el pasado 28 de abril. Desde las 10 horas hasta la caída total de la red a las 12:30 horas, el gran porcentaje de energía eléctrica proveniente de placas fotovoltaicas y aerogeneradores causó una alta fluctuación de la frecuencia eléctrica y un aumento de corrientes armónicas distorsionando la uniformidad del sistema eléctrico. Con muy alta probabilidad, este incremento de armónicos -por uso excesivo de las energías renovables- aumentó la potencia reactiva (no aprovechable), lo que produjo una descompensación enorme entre la carga útil entregada a la red y la realmente demandada, que era muy superior.

Las oscilaciones provocadas por corrientes armónicas no compensadas, por lo tanto, era tan elevada que la potencia activa no llegó ni al 20% de la que se necesitaba. Es posible por ello que, de los 18 gigavatios que producían las placas solares, posiblemente 15 desaparecieron tras volverse no aprovechables, justo los 15 que Sánchez dijo que desaparecieron. La energía, sin embargo, no desaparece, presidente. La energía se transforma y, en este caso, se transformó en inútil por un abuso de renovables.

Cuando se incorporan energías hidroeléctricas, de ciclo combinado o nucleares, por contra, no existe problema de descompensación alguno, pues estas fuentes son síncronas y no varían la frecuencia en la red eléctrica, pues sus generadores giran a una velocidad constante y tienen una elevada masa rotatoria que les confiere gran inercia que ayuda mantener la estabilidad del sistema y evita fluctuaciones en la demanda. El pasado 28 de abril, estas energías más estables no aportaban ni el 25% del total, un porcentaje insuficiente para soportar una caída de 15 gigavatios como la que se produjo en pocos segundos.

«Las energías renovables son seguras y competitivas económicamente, pero tienen desventajas que no pueden ignorarse»

El obstáculo es que el problema de control de frecuencia de las renovables se torna de momento insalvable. La electricidad que producen las placas solares es continua, por lo que requiere de unos inversores para transformarse en alterna que no están preparados para soportar las grandes variaciones en la frecuencia de la red eléctrica. Un molino de viento, por ejemplo, puede producir energía eléctrica alterna, pero la rotación de las turbinas depende del viento que sople en cada momento, por lo que no es posible controlar que se cierren o abran para controlar la frecuencia mecánica y eléctrica en cada momento.

La clave está, por lo tanto, en no hacer el sistema dependiente (más de un 50%) de las renovables. Estas energías son buenas, seguras y competitivas económicamente, pero tienen desventajas que no pueden ignorarse, pues pueden convertirse en el talón de Aquiles del sistema eléctrico español.

La realidad, por este motivo, es incompatible con un fanatismo ecológico que lleve a hacer depender el 100% del sistema de las energías solar y eólica y, por lo tanto, con construir un parque de generación de renovables superior al que se demanda como el que ahora mismo existe en España. La red española no está preparada.

El día del apagón, España, Portugal y una parte del sur de Francia estaban consumiendo la energía renovable que producía el primer país porque era la más competitiva del mercado. Cuando todo se fue a negro, Portugal y Francia se desconectaron de España para evitar mayores problemas en sus sistemas eléctricos. Francia se reinició con facilidad, pues tiene un alto respaldo de nucleares. No así Portugal ni España.

Sánchez, sin embargo, en lugar de decir la verdad a los españoles, culpó a los operadores privados y no descartó el ciberataque. Quizá alguno de sus ministros con contactos en los tribunales levantó el teléfono para que la Audiencia Nacional abriera unas diligencias por terrorismo sin base alguna con el único fin de desviar el foco mediático, incluso cuando la propia Red Eléctrica ya había desechado la posibilidad. La realidad, sin embargo, es imposible de ocultar, porque es tozuda, la niegue quien la niegue.

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