El futuro no es ni el sol ni el viento
«Está claro que Pedro Sánchez hace un uso ideológico de la energía, para grave perjuicio de nuestros bolsillos y con riesgo para la estabilidad del sistema»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Este no es otro artículo sobre las causas del apagón. Todos lo conocen. Todos los que quieren conocerlo, lo conocen. Tan es así que incluso la presidenta de Red Eléctrica sabe bien cuáles fueron las causas. Pero conocer y reconocer no es lo mismo, y Sánchez y los suyos han cubierto el asunto con una manta de ignorancia impostada. El Gobierno adopta una posición socrática en este asunto. Sólo sabe que no sabe nada. Todo es posible: el contagio desde terceros países, el boicot, la desaparición de los gigavatios, las alineaciones de Carlo Ancelotti, la sempiterna Ayuso…
Nos arrojan un quién sabe, para tapar hoy su responsabilidad. Pero la patada a seguir hasta los próximos seis meses no parece una jugada muy juiciosa. O reconoce entonces que la causa está en el peso excesivo de las energías eólica y solar, y le da la razón a los expertos con medio año de retraso, o sigue diciendo que vaya usted a saber. Y eso es peor, porque mostraría a un gobierno incapaz de gestionar una infraestructura básica, o de afrontar sus responsabilidades. Por eso, la ministra Aagesen se ha visto obligada a reconocer que no ha habido ciberataque.
Porque sí, la causa está en el peso de los molinillos y las placas fotovoltaicas en el mix de generación de electricidad. Expuesto de forma sucinta: 1) El sistema tiene que producir la energía que se consume en el momento; producción y consumo han de estar acompasados, con muy poco margen de exceso o defecto. 2) El sistema tiende a ser estable, porque algunas de las fuentes energéticas tienen la capacidad de amortiguar los cambios dentro del mismo. Si tienen inercia mecánica (porque utilizan turbinas), ésta puede absorber cambios y contingencias. 3) Por razones que no es necesario explicar, las energías solar y eólica no tienen inercia. 4) Cuanto mayor peso tengan estas fuentes, más fragil es el sistema, ya que cuenta con menos inercia; menos capacidad de resistir cambios bruscos en la red. 5) Por otro lado, estas dos fuentes son especialmente volátiles; cambian con las rachas de viento o el paso de las nubes. 6) Por razones ideológicas y de propaganda, el Gobierno forzó que el peso del viento y del sol en nuestra red fuera más allá, mucho más allá, de lo razonable. El sistema estuvo a punto de romperse en varias ocasiones, la propia Red Eléctrica lo advirtió, y el Gobierno siguió apostando al rojo… hasta que salió negro.
Pero este, ya lo he dicho, no es un artículo más sobre las causas del «cero», como ha preferido llamarlo el Gobierno. Partimos del cero, que es la nota que tenemos que poner al Gobierno en este asunto, para mirar con algo más de altura sobre nuestro sistema eléctrico. Está claro que Sánchez hace un uso ideológico de la energía, para grave perjuicio de nuestros bolsillos, y con riesgo para la estabilidad del sistema.
Parte de esa ideología tiene que ver con la lucha contra el calentamiento global de origen humano, causado por la emisión de gases de efecto invernadero, con el CO2 como protagonista de esta historia. Y es verdad: el globo se calienta. Ciertos gases contribuyen a conservar el calor en la atmósfera, y algunos de ellos aumentan de la mano de la creciente actividad humana. Pero hay que tener en cuenta más razones que las que habitualmente se consumen por la televisión.
«Necesitamos formas de energía que tengan un mayor nivel de orden. No necesitamos calor, sino electricidad»
Por ejemplo, según un reciente estudio (Bjørn Samset et al), la principal causa del aumento de la temperatura global no es la emisión de gases de efecto invernadero, sino el enorme descenso en la polución generada en China. Los aerosoles tapan el sol. Pero China produce muchos menos, y es el principal motivo del calentamiento. Por otro lado, la Unión Europea y Estados Unidos, Japón también, no dejan de reducir la emisión de CO2. Eso se debe, en parte, a que algunas actividades que producen esos gases se desplazan a China. Y desde allí el CO2 sigue aumentando como si no conociera un límite. Pero no es el único motivo. Somos economías capitalistas, innovadoras, que adoptan tecnologías más y más eficientes, y que ahorran cada vez más toneladas del temido gas.
Y si miramos el modo en que los Estados Unidos produce energía, resulta que ahí no siguen las indicaciones de Pedro Sánchez. Tampoco han tenido un apagón recientemente, todo sea dicho. Viento y sol producen el 15% de la electricidad. En España, esas dos fuentes aportan el 40%. Allí, el gas natural aporta el 39% de la luz; en España es el 12%. Y cada año emiten menos CO2.
Si todo nuestro norte es contribuir menos al calentamiento, el sol y el viento no están solos. España, que es el segundo país más montañoso de Europa, puede aprovechar una fuente renovable y que no emite gases: la hidráulica. Pero el Gobierno, si hace algo al respecto, es desmantelar parte de la infraestructura.
Siempre fue un resonante éxito la apuesta de España por la energía nuclear. Y siempre fue estúpida la política de Felipe González, azuzada por sus apoyos mediáticos, de paralizar su desarrollo en nuestro país. Pero es que con la tecnología actual, mucho más segura y eficiente de lo que ya era, oponerse al desarrollo de nuevas centrales llega a la estulticia, por usar una palabra del gusto de Sánchez.
«Extraer energía del viento y de los rayos solares supone volver a fuentes de energía con muy bajo orden energético»
Pero es que la energía eólica y solar son, estrictamente hablando, un paso atrás en la generación de energía. Nosotros, como consumidores, no necesitamos energía. Lo que necesitamos es orden energético; es decir, necesitamos formas de energía que tengan un mayor nivel de orden. No necesitamos calor, sino electricidad. Y, para ciertos usos de mayor valor, no nos vale la electricidad, sino que necesitamos láser. Históricamente, hemos ido avanzando hacia fuentes con un mayor orden energético. De la biomasa al carbón. De ahí al petróleo. Y al gas. Y a la energía nuclear. Extraer energía del viento y de los rayos solares supone volver a fuentes de energía con muy bajo orden energético.
Tienen su función, indudablemente. Por poner un ejemplo, la energía solar se puede producir en el mismo sitio en que se consume, lo cual tiene enormes ventajas. Pero no son el futuro. No pueden serlo. Sólo hay que mirar la prensa para saber de nuevas tecnologías que nos ofrecen hoy, o lo harán en unos años, muchas más ventajas. No sólo la fisión, sino la fusión, que está ya muy cerca de introducirse en el circuito comercial. Las posibilidades de la geotermia profunda son ¡tan grandes! que resultan difícil de calibrar. Hay un mundo nuevo que nos aguarda, y al que le estamos dando la espalda.