The Objective
Victoria Carvajal

La enojosa independencia de los bancos centrales 

«El asalto a las instituciones independientes para someterlas a la voluntad del líder es una característica que comparten hoy algunas de esas democracias occidentales»

Opinión
La enojosa independencia de los bancos centrales 

Ilustración de Alejandra Svriz.

Independencia. Solvencia. Rigor. Son condiciones que se le presumen a todo banco central de una economía avanzada. Y, sin embargo, se han convertido hoy en un enojoso estorbo para algunos de los jefes de Gobierno de las democracias capitalistas más asentadas de Occidente. A pesar de que la confianza en sus monedas y el atractivo de sus emisiones de deuda soberana, necesarias para financiar sus déficits públicos, dependan de las mismas. Donald Trump amenazó con destituir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, cuando los mercados financieros aún no se habían recuperado de los efectos del agresivo plan arancelario presentado por el presidente y posteriormente retirado. No parecía preocuparle las consecuencias que su intento de asalto a la autoridad monetaria más importante del mundo pudiera tener en la credibilidad del dólar y de los bonos del Tesoro como valor refugio. 

Le paró los pies a tiempo Scott Bessent, su secretario del Tesoro y antiguo ejecutivo de Wall Street. Por si no era suficiente el caos financiero desatado por su errática política arancelaria, a Trump le pareció buena idea poner en entredicho la autonomía de la Fed. Pero el asalto a las instituciones independientes para someterlas a la voluntad del líder es una característica que comparten hoy algunas de esas democracias occidentales que empiezan a deslizarse por el camino de la autocracia. Por eso la resistencia de Jerome Powell es tan relevante.

Más si tenemos en cuenta que fue elegido por el propio Trump en su anterior mandato y que con ese nombramiento el presidente incumplió la regla no escrita que obliga al presidente electo a mantener en el cargo al presidente de la Fed heredado de la anterior Administración para mandar una señal de respeto a la independencia de la autoridad monetaria. Trump en su momento destituyó a Janet Yellen para colocar a un Powell que, tras capear con solvencia las sucesivas difíciles crisis vividas desde su elección en 2018, le ha salido rebelde. 

La responsabilidad del presidente de cualquier banco central en una economía avanzada es la de procurar la estabilidad de los precios, asegurar la salud del sistema financiero y dar confianza a los agentes económicos para promover un crecimiento estable de la economía. También asesorar sobre las políticas públicas y, en caso necesario, advertir contra los efectos adversos de las mismas. Y hacer todo ello manteniéndose a salvo de cualquier presión política. 

La última vez que la Reserva Federal bajó los tipos de interés fue el 18 de diciembre de 2024. Es decir, los ha reducido cero veces desde que Trump es presidente. Previamente, los redujo dos veces, en noviembre y septiembre del año pasado. En total, los ha recortado un punto porcentual. Pero el presidente Trump quiere más. Y, sin embargo, es él el principal responsable de que el banco central estadounidense haya frenado en seco la expansión de su política monetaria, que venía apoyándose en la corrección de una inflación que llegó a dispararse a los niveles más elevados de los últimos 40 años a raíz de la crisis energética provocada por la guerra en Ucrania. La incertidumbre que ha generado la política arancelaria de la nueva Administración en la economía mundial, pero sobre todo en la estadounidense es la razón. Las perspectivas de inflación han aumentado y se extiende el miedo a la recesión en una combinación letal llamada estanflación. Powell quiere evitar este escenario a toda costa.

De forma que Trump le echa en cara a Powell que no siga el ejemplo de su colega Christine Lagarde, que ha bajado los tipos de interés en siete ocasiones (la última el pasado mes de abril). En total, los ha reducido del 4% hasta el 2,25%, hasta situarlos al nivel de finales de 2022. Ambos bancos centrales, el BCE y la Fed, comparten el mismo objetivo de inflación: 2%. Los precios en la eurozona subieron un 2,2% en abril. En Estados Unidos, un 2,3%. Ninguno está lejos de su objetivo, pero en el segundo caso las perspectivas de inflación para los próximos meses son superiores. Y Powell ha optado por la prudencia, salvaguardando así la credibilidad e independencia de la institución, tan importantes para la estabilidad financiera del país. 

Y una no puede evitar preguntarse: ¿Le saldrá también rebelde José Luis Escrivá a Pedro Sánchez? Su nombramiento en septiembre del año pasado quebró la apariencia de imparcialidad de la institución. El que fue ministro de Transformación Digital del actual Gobierno fue elegido por el presidente sin pactarlo con el principal partido de la oposición, como viene siendo habitual desde que en 1994 se aprobó la ley de Autonomía del banco central español. Aún no sabemos si como Powell con Trump, Escrivá le saldrá díscolo a Sánchez.

Porque el gobernador sólo ha comparecido una sola vez en el Congreso de los Diputados desde que accedió al cargo. Fue en noviembre de 2024 y lo hizo para informar de su nombramiento y las líneas generales de su actuación al frente del Banco de España. Habitualmente, a estas alturas el gobernador tendría que haber presentado el Informe Anual del Banco de España correspondiente a 2024. Su antecesor en el cargo, Pablo Hernández de Cos, lo hacía a finales de abril. Escrivá tiene previsto presentarlo este próximo martes 20. 

Con las decisiones de política monetaria transferidas al BCE, en cuyo consejo de Gobierno Escrivá ocupa una silla, el foco de las comparecencias de los gobernadores suele ponerse en las previsiones económicas que sus muy solventes servicios de estudios hacen y en la valoración que haga la autoridad monetaria de las políticas públicas adoptadas por el Gobierno de turno. ¿Tendrá algo que decir sobre el creciente peso del sistema de pensiones, de cuya última reforma es autor, en el gasto público? ¿De la falta de presupuestos generales? ¿O de cómo sin unas cuentas públicas aprobadas por el Parlamento se van a financiar los más de 10.000 millones de euros de gasto en Defensa? ¿Tendrá opinión sobre el impacto en la caja común de las comunidades autónomas de una financiación singular para Cataluña? 

Confiemos en que Escrivá sea leal a su cargo y no a quien le nombró. Es lo que se espera de alguien cuya trayectoria profesional está muy vinculada al Banco de España, en el que ha ocupado varios puestos previamente, y que ha sido el primer presidente de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF). Que esté de sobra capacitado para su cargo no quita que su nombramiento fuera inadecuado. Si su elección supuso un problema de forma, Escrivá tiene ahora la oportunidad de demostrar que no lo ha sido de fondo.

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