The Objective
Juan Luis Cebrián

La casquería del putiferio

«La política de casquería, difamada ahora por el poder, ayuda, con todos sus defectos, a arrojar luz sobre el putiferio en que se ha convertido nuestra democracia»

Opinión
La casquería del putiferio

Ilustración de Alejandra Svriz.

Los guasapes del presidente Sánchez con su íntimo amigo y colaborador José Luis Ábalos, antes y después de que le echara del ministerio, han sido definidos con acierto por un buen número de ministros del Gobierno: es política de casquería. Pronunciaron su sentencia, claro está, siguiendo las instrucciones de los asesores de imagen pagados con dinero público que trabajan en beneficio de la Moncloa y sus hooligans. La verdad es que me enternece escuchar las declaraciones de nuestros gobernantes, también en sede parlamentaria, cuando repiten como cotorras consignas que ni siquiera entienden, pero que el márquetin político les obliga a entonar.

Con arreglo a esas órdenes, los casos judiciales de presunta corrupción, tráfico de influencias y desviación de poder referidos a la esposa y el hermano del presidente son solamente un «no caso». Pues vaya. Y el relato de las aventuras sexuales y monetarias de algunos dirigentes de la nación, ninguna otra cosa que «política de casquería». Pero en esta ocasión los funcionarios monclovitas han acertado. La casquería es la tienda del casquero, donde se venden vísceras y entrañas, antiguamente alimento de las clases desheredadas y ahora deliciosas viandas en las cartas de muchos restaurantes de lujo gracias a la imaginación de excelentes cocineros. De igual modo, el trabajo de la guardia civil y el de unos buenos reporteros ha permitido a la opinión pública conocer las entrañas, los jugos gástricos y también las babas de algunos políticos. 

Ante estos sucesos, el Gobierno pide que se investiguen las filtraciones a los diarios. ¿Por qué lo solicita cuando puede simplemente ordenarlo? El Gobierno tiene el CNI, la Policía, el fiscal general, el CIS, y hasta la OTAN si es que quiere investigar; seguro que no lo dice, pero lo está haciendo ya. Podría tratar también de ampliar sus averiguaciones respecto al contenido de las más de cien horas de conversación del presidente Sánchez grabadas mediante el sistema israelí Pegasus por los servicios de inteligencia de Marruecos. Si se filtran, quizá nos enteraríamos de las sinrazones que le llevaron a sumarse a la política de Rabat respecto al Sahara, vulnerando la resolución de las Naciones Unidas.

Porque lo más importante no es el origen de las filtraciones, sino el contenido de las mismas. Dice el presidente que se trata de diálogos privados, algo discutible cuando sus protagonistas son gobernantes en activo y sus contenidos tratan de cuestiones que los ciudadanos tienen derecho a saber y sobre las que el poder no ha dado ninguna explicación. Pero el poder no ceja: las amenazas a la libertad de expresión suben cada día de tono, al tiempo que se proponen leyes y políticas tendentes a censurar a los medios. A corromperlos, también, si pueden. 

Semejante situación me recuerda la del presidente americano Richard Nixon, que persiguió al Washington Post y al New York Times por la revelación del los Papeles del Pentágono y acabó su carrera sucumbiendo a las consecuencias del Watergate. Solo el indulto de su vicepresidente y sucesor en la Casa Blanca, Gerald Ford, le libró de ser enjuiciado, y muy probablemente de la cárcel. Pero Nixon tenía por lo menos a su lado a Henry Kissinger, lo que le ha permitido pasar también a la historia como el hombre que cambió la geopolítica mundial tras su acuerdo con la China de Mao. Aquí solo contamos por desgracia con el ministro Albares, Napoleonchu para los amigos.

«Las conversaciones reveladas por El Mundo no son en ningún caso privadas, no afectan en nada a la intimidad de sus protagonistas»

Las conversaciones reveladas por el diario El Mundo no son en ningún caso privadas, no afectan en nada a la intimidad de sus protagonistas, salvo que la vicepresidenta Montero diga que su apelativo de tronco aplicado a su predecesor tiene un significado explícito. Los diálogos filtrados por el propio Ábalos ponen de relieve una excelente relación personal con el presidente, incluso años después de su destitución. Tan buena era que pudo presentarse en las listas del partido a las elecciones de 2023, a fin de obtener así el aforamiento en sus procesos judiciales. Nunca Sánchez ha explicado por qué le expulsó fulminantemente del gabinete. Pero como dice Antonio Elorza lo ya publicado pone de relieve la estrechísima relación y cercanía entre ambos personajes, de modo que resulta inverosímil que Sánchez desconociera las andanzas y manejos de su mano derecha, que a su vez debe poseer también jugosa información sobre la casquería de su antiguo jefe y todavía amigo. 

La publicación de los Papeles del Pentágono demostraba que el presidente Johnson primero, y Nixon después, engañaron a la opinión pública y al Congreso sobre la intervención americana en la guerra del Vietnam. Acorde con la inevitable y tradicional España cañí que Sánchez representa, sus protestas e intentos de desacreditar la importancia de lo ahora publicado tienden solo a tratar de protegerse de las revelaciones sobre los negocietes de sus amigos y familiares más cercanos y la corrupción de sus colaboradores políticos denunciada por Aldama. Los engaños de Sánchez a millones de sus electores y a los militantes de su partido son, por otra parte, tan públicos y conocidos que no precisan de prueba alguna. 

Para seguir con las comparaciones en el caso de los famosos Papeles, Nixon acudió a los tribunales tratando de impedir la publicación de documentos formalmente reservados y secretos, pero el Supremo de los Estados Unidos estableció que la libertad de expresión prevalecía sobre las intenciones de la Casa Blanca de aplicar la censura. El juez Black, ponente de la sentencia, subrayó que «solo una prensa libre y sin restricciones puede narrar eficazmente el engaño del gobierno». De nuevo recordaré que, en democracia, jueces y prensa son los mejores valedores del Estado de derecho frente a los abusos, la manipulación y la invasión de las instituciones por parte del Poder Ejecutivo.

El semanario The Economist denuncia ahora el retroceso de la libertad de expresión en los países democráticos y los inevitables riesgos en que incurren las empresas y los profesionales de la información en la defensa de la misma. Es obvio que la extensión de internet, el predominio de las redes sociales, la sustitución en muchos casos del rigor profesional por el aventurerismo de los influencers y la permisividad del anonimato ensombrecen la aportación de la sociedad digital a la ampliación de los derechos individuales a la hora de pensar y expresarse libremente.

«No se justifica en absoluto la utilización del dinero público para promover o controlar líneas editoriales a través de la publicidad»

Pero esos problemas, que reclaman reflexión y acuerdos para encontrar soluciones que respeten los derechos de todos y castiguen calumnias e injurias, no justifican en absoluto la manipulación y las amenazas de los gobiernos y mucho menos todavía la utilización del dinero público para promover o controlar líneas editoriales a través de la publicidad.

La política de casquería, difamada ahora por los emisarios del poder, es en realidad una política de transparencia que ayuda, con todos sus defectos, a arrojar luz sobre el putiferio en que se ha convertido nuestra democracia, desde que los perdedores de las elecciones se hicieron con el poder con el apoyo de los enemigos del Estado. Y también nos ayudará a denunciar la miseria moral del actual presidente de la Generalitat valenciana, las mentiras sobre el apagón, la incompetencia en la gestión de los servicios públicos, sea la energía, el transporte por ferrocarril o la atención a los sin hogar.

Felipe González llegó en su día al poder bajo el programa de que España funcionara. Mirando ahora a mi alrededor recuerdo la respuesta de Albert Einstein cuando le preguntaron por la diferencia entre la teoría y la práctica:

—La teoría es cuando se sabe todo pero nada funciona. La práctica es cuando todo funciona aunque nadie sabe por qué. Y aquí hemos reunido teoría y práctica: nada funciona y nadie sabe por qué.

Aprendan la lección los protagonistas del putiferio, especialmente los que presumen de estar del lado correcto de la Historia.

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