La oportunidad perdida de Escrivá
«El actual gobernador del Banco de España podía haber elegido entre ser leal a la institución, en la que se forjó y labró su prestigio, o a quien le nombró»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Sólo ha comparecido una vez ante el Congreso de los Diputados desde que fue nombrado para el cargo en septiembre de 2024. Desde su llegada a la institución ha habido tres dimisiones, la más sonada la de su economista jefe esta semana. Sus lealtades han quedado claras. También su poco respeto al Parlamento en donde ha evitado comparecer para presentar el último informe. ¿Será que le da vergüenza hacerlo? ¿O quizás quiere eludir algunas preguntas incómodas que le pongan en evidencia? Al fin y al cabo, el documento final ha quedado seriamente mutilado además de haber menguado (100 páginas menos con respecto a años anteriores). La que supuestamente ha de ser la radiografía más completa de la situación económica del país, el documento estrella de la institución que dirige, ofrece este año una imagen intencionadamente parcial. La guerra abierta que ha provocado su elaboración está dañando seriamente la credibilidad del regulador y que amenaza con dilapidar el capital de autoridad y prestigio acumulado por el organismo financiero gracias a la gestión de su predecesor.
El responsable de este desaguisado es José Luis Escrivá, gobernador del Banco de España. Ser nombrado gobernador del Banco de España cuando uno era ministro el día antes es lo que tiene. Sobre todo, si eres el autor de una reforma, la del sistema de pensiones, que está poniendo en cuestión la sostenibilidad futura de estas prestaciones, rompiendo con la justicia intergeneracional y comprometiendo la salud de las finanzas públicas. Su creciente peso en el presupuesto del gasto público no sólo lo corroboran los datos, sino que es un desequilibrio del que vienen alertando los más solventes servicios de estudios del país desde hace tiempo.
El actual gobernador podía haber elegido entre ser leal a la institución, en la que se forjó y labró su prestigio, o a quien le nombró. El informe light publicado esta semana, en el que se elude criticar la gestión económica del Gobierno, pasa de puntillas sobre la ausencia de presupuestos generales y, a diferencia de los años anteriores, omite expresar su preocupación sobre su evolución del gasto en pensiones y su impacto adverso en las cuentas públicas, no deja lugar a dudas sobre cuál ha sido su elección. Ser leal al Gobierno. La dimisión de Ángel Gavilán, el director general de Economía, por las injerencias en la redacción del informe por parte del gobernador y sus empleados fieles en la redacción del documento, sólo lo confirma. Evitar ser crítico con el Gobierno en las 199 páginas que tiene el informe requería inflar la parte dedicada a los grandes desafíos internacionales. Y así lo hace. Poniendo especial énfasis en los efectos de los aranceles que está imponiendo Estados Unidos, aunque el grado de exposición de España a los mismos es limitado, y su impacto en la inflación.
Que la independencia del banco central español se vea en entredicho es una mala noticia para una institución que había recuperado su prestigio bajo la competente y solvente gestión de su predecesor, Pablo Hernández de Cos. A quien no sólo le tocó lidiar con las secuelas de la durísima crisis financiera y restablecer la confianza en la solvencia del sector bancario rescatado parcialmente por la Unión Europea, sino también contribuir desde su puesto a superar las sucesivas recientes crisis a las que se enfrentó el país. Desde el colapso económico que provocó la pandemia, a la crisis de la oferta que la siguió o la escalada de la inflación a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Sin dejar de alertar en todo momento de los posibles efectos adversos que algunas políticas públicas pudieran tener en la estabilidad de los precios y en la consolidación fiscal a la que nos compromete nuestra pertenencia a la unión monetaria europea. Y advirtiendo de una realidad: España lleva más de una década sin conseguir mantener una senda de convergencia sostenida en renta per cápita con el resto de sus socios europeos.
En sus críticas, el anterior titular supo eludir cualquier sesgo político, basándose siempre en los informes equilibrados del servicio de estudios del banco central español. En los seis años de su mandato nadie dimitió. Hizo una gestión honesta que, junto con su contribución al fortalecimiento de la unión bancaria europea, hoy ha sido reconocida con el nombramiento de Hernández de Cos como director general del Banco Internacional de Pagos de Basilea. El primer español en estar al frente de esa institución, encargada de facilitar la cooperación entre los bancos centrales y las autoridades financieras de más peso en el mundo en cuestiones como la estabilidad financiera, la política monetaria y la supervisión bancaria. Incluyendo la liquidación de pagos y el manejo de las reservas.
«La independencia del banco central nacional no es una opción, es una obligación»
El Banco de España parece condenado a convertirse en una víctima más del afán colonizador de Pedro Sánchez para someter a su control toda institución pública que deba ejercer de contrapoder al Gobierno. Y Escrivá, con su docilidad, ha permitido que se consume ese asalto. Debemos agradecer que el Banco de España tenga delegada su política monetaria en el Banco Central Europeo, en cuya junta de gobierno el gobernador Escrivá ocupa un puesto junto al resto de los responsables de los otros 20 bancos centrales que tienen al euro como moneda. De forma que su función principal es promover el buen funcionamiento y la estabilidad del sistema financiero para favorecer la estabilidad de la economía. Pero también el asesoramiento sobre las políticas públicas y su obligación de advertir de los posibles desequilibrios que estas puedan producir. Y debe hacerlo de acuerdo con la ley que regula su autonomía: con independencia del Gobierno. De ello depende la credibilidad y el prestigio de la institución. ¿Tendrá algo que decir el Banco Central Europeo (BCE) al respecto?
La independencia del banco central nacional no es una opción, es una obligación. Recogida en nuestro caso en la Ley de Autonomía del Banco de España (1994). Una norma que surge internacionalmente para dar respuesta a la necesidad de los bancos centrales de tener autonomía para estabilizar los precios en la crisis energética de los setenta. Y funcionó. Y fijó un modelo que ha salvado de la quiebra muchos países. Véase el prestigio de los bancos centrales en Latinoamérica, supervivientes a tantos pésimos gobiernos durante años. Sembrar dudas sobre esa independencia es una irresponsabilidad. ¡Qué gran oportunidad ha perdido Escrivá de poner su lealtad a la institución por delante de la que le debe a su anterior jefe en el Gobierno! Su reconocido prestigio técnico alimentaba esa esperanzo. Y el daño a la más importante institución económica del país al margen del Gobierno está ya hecho.