The Objective
Joseba Louzao

¿Sanchismo terminal?

«Cuesta pensar que no nos encontramos en los estertores del sanchismo. Demasiadas décadas de democracia para saber que siempre terminamos en corrupción e inestabilidad»

Opinión
¿Sanchismo terminal?

Ilustración: Alejandra Svriz.

Los analistas políticos no tenemos precio como profetas. En 2018, publiqué en estas mismas páginas un artículo titulado El fracaso o la naturaleza de la política. Ya entonces creía que Pedro Sánchez estaba jugando con fuego, entre vaivenes, y que su estrella terminaría por apagarse pronto. Puedo justificarme porque en ese momento aún creíamos que la hemeroteca y las promesas electorales importaban para los votantes. Poco, eso es cierto, pero lo suficiente como para establecer un terreno común. 

Han pasado los años y el presidente sigue resistiendo contra viento y marea. Y, sobre todo, frente al Sánchez del pasado –que, en ocasiones, es el del día anterior–. Estamos en mayo de 2025. Podría volver a refrescar aquellas líneas porque el contexto ha cambiado, pero la sinfonía es similar. O peor. Porque en el último año se han ido acelerando los escándalos y cada día trae una noticia suficiente para justificar una moción de censura, si existiera una masa crítica en el Congreso. En cualquier caso, hay algo en aquel texto que seguiría repitiendo hoy. Era una frase del polémico conservador británico Enoch Powell, quien formuló una ley irrefutable de la política moderna: todas las carreras, a menos que se interrumpan a mitad de camino, terminan en fracaso. Quizá fue lo único certero de aquel texto. 

Cuesta pensar que no nos encontramos en los estertores del sanchismo. Hemos vivido demasiadas décadas en democracia para saber que siempre terminamos en la misma casilla: denuncias de corrupción a borbotones e inestabilidad constante. Con un punto de gravedad mayor a lo habitual, la huida hacia delante de Sánchez y los suyos se puede llevar el Estado de derecho tal y como lo conocíamos. Hay historias que nos suenan lo suficiente, como la de Ábalos, Koldo y los que vendrán, o el control de RTVE a su antojo. Pero hay otras tantas que son novedosas incluso para un país que atesora formas de corrupción política. Tenemos al hermano del presidente en el banquillo por tráfico de influencias y prevaricación; a su esposa, también investigada; al fiscal general acorralado con acusaciones bastante graves para una figura que debería ser ejemplar; a un líder regional socialista corriendo hacia el aforamiento para evitar a una jueza; y otros sucesos sin precedente hasta la fecha.

“Sabemos que Sánchez será recordado en la historia española, pero no de la manera que él soñaba”

Puede parecer hasta lógico que Sánchez y sus gurús comunicativos quieran seguir en esta carrera hacia ninguna parte. Quizá piensen que es la única vía que les queda para resistir. Si les ha funcionado hasta la fecha, ¿por qué iban a cambiar de estrategia? Lo que sorprende es que haya una galaxia mediática que esté siguiendo sus pasos sin crítica alguna. Porque esto acabará y el daño ya está hecho. Saben que Roma no paga traidores y que en tiempos de oscuridad para sus intereses habrá que mostrar una cédula de buen comportamiento y defensa del patrón para no pasar demasiado frío. Pero, por el camino, están dilapidando su carrera por muchos premios y carantoñas que les hagan los suyos. 

Tampoco es comprensible que algunos de los partidos que sostienen al Gobierno no se hayan separado para guardar la distancia. El cálculo político que hacen para ello es evidente: la debilidad gubernamental les ayuda a obtener jugosas contrapartidas. Sin embargo, pueden estar sellando un discurso virtuoso frente a la corrupción. Porque, recordemos, este ciclo político se inauguró como una búsqueda de la santidad. La sinfonía que escuchamos en este momento está entre el escándalo y la deriva iliberal que tanto ha hecho desgañitarse a analistas en otros lugares del mundo.

En fin, la historia se conjuga de forma irregular, pero es evidente que Powell acertaba en su insinuación: todas las carreras políticas terminan en fracaso, si no se sabe dar un paso hacia atrás en el momento propicio. Habrá que recordar la sorprendente confesión de Máximo Huerta, en ese baluarte de la fachoesfera que es El Hormiguero. Sánchez le defenestró cuando llevaba menos de una semana como ministro. En aquella reunión final, el presidente habló mucho sobre él mismo y se preguntó sobre cómo le vería la historia. Sánchez se ha ido perfilando de tal forma que no tenemos motivos para dudar de la versión de Huerta. Sabemos que el presidente será recordado en la historia española, pero no de la manera que él soñaba.

Publicidad