Sánchez y los falsos inocentes
«Cuando los hechos punibles son tan evidentes y se gestionan tan mal, lo que no se puede pretender es ocultar la verdad con mentiras, aunque las diga Pedro Sánchez»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Tras el último congreso extraordinario del PSOE, Pedro Sánchez ha convertido a su Gobierno y al partido en una unidad de destino en lo universal que tiene a todos inmersos en la grave crisis que supone la corrupción del entorno más cercano al presidente. El día a día en la corrupción está poniendo en evidencia que Sánchez sabe de resiliencia pero no de gestión de crisis. La crisis se define como “una coyuntura de cambios —imprevistos— en cualquier aspecto de la realidad organizada, que presenta un grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad y grado de profundidad”. Toda la agenda política está infectada por la percepción de corrupción. Y la sensación es que nadie, ni el Gobierno, ni el PSOE, incluidos los pseudoperiodistas del equipo de opinión sincronizada, son capaces de evitar a través de la acción política dicha percepción en la sociedad.
La vicepresidenta primera, en funciones de líder socialista de Andalucía, se ha dirigido a la militancia del PSOE en clave de qué hacer para resolver la crisis de la corrupción: “Hay que defender a nuestro presidente de las mentiras y decir que aquí está el partido para defenderlo, para decir que las mentiras no van a triunfar, que será la verdad la que se abra camino”. Y así será. La verdad judicial se abrirá camino a golpe de sentencias.
La situación de corrupción se les ha descontrolado. Desde que apareció el caso Begoña la estrategia de defensa ha sido que “todo es mentira, bulo, fake y fango”. La frase más repetida es “todo quedará en nada”. Nunca pensaron que, con todo el poder que manejan, aparecerían tantas pruebas. Si se habla de Begoña, todos los ministros de Sánchez —o sea un grupito de entre los 22— dicen que “todo terminará en nada”. Para ellos nada es ser tetrainvestigada por cinco delitos: tráfico de influencias, corrupción en los negocios, apropiación indebida, intrusismo y malversación. Y eso que todos sabemos, porque nos lo dicen, que es inocente.
La solución de la negación de la realidad no funciona. Decir que todo es mentira no funciona. La difusión de un falso discurso único, por todos los altavoces gubernamentales, tampoco funciona. El sistema de respuesta única de todos los agentes ha llevado a la falta de credibilidad de cada ministro. En lugar de buscar la especialización del portavoz, han optado por la unidad de discurso. Para hablar del procedimiento y la tipificación judicial, en vez de usar a Marlaska o a “la pájara” Robles, que para algo son jueces, salen a hablar la ministra de vivienda o la vicepresidenta económica. Escucharlas es lo mismo que escuchar a Óscar Puente decir que el ferrocarril está mejor que nunca. Sencillamente, ni es verdad, ni resulta creíble.
Saber de crisis es saber que son imprevistas, que generan incertidumbre, pérdida de control y gran estrés organizativo, que son destructivas, multidisciplinares y generan conflictos tanto internos como externos. Por todo esto están pasando el gobierno y el PSOE.
Los argumentos jamás deben utilizarse con bocachanclas cuya ignorancia enciclopédica es conocida. El último ejemplo ha sido Isabel Rodríguez, la ministra de vivienda, cuando ante Alsina afirmó que “si David no se apellidara Sánchez y no fuera el hermano del presidente no habría caso”. Totalmente cierto. Ella lo dijo como argumento de defensa, de exculpación y lo único que supone la declaración es el reconocimiento de los delitos. El problema es que David se apellida Sánchez y es el hermano del presidente. Es precisamente eso lo que tipifica los delitos de tráfico de influencias y prevaricación por los que la juez lo ha imputado, en compañía de otros imputados.
Nada de lo que dicen los voceros del presidente es creíble porque las actuaciones de todos los investigados, en los diferentes casos, son un cúmulo de hechos que certifican su culpabilidad. No se salva ni uno a pesar de que todos sabemos, porque así nos lo dicen, que son víctimas del lawfare y que por supuesto son inocentes.
Por eso, cuando el Fiscal General del Estado resultó investigado decidió borrar todos los mensajes de WhatsApp en un flagrante caso de obstrucción a la justicia y destrucción de pruebas. Porque es inocente.
En el caso de David Sánchez, José María Gallardo, el presidente de la Diputación, al pasar a ser investigado junto a otras personas, ha obligado a cesar a una diputada regional, a renunciar a sus escaños a cuatro personas que iban en las listas antes que él para así intentar conseguir ser diputado regional y ser aforado. Todo esto porque es inocente. La realidad es una repugnante operación política para entorpecer la justicia, retrasar la vista en sala y someter la figura del aforamiento a un estrés social público inaceptable que conlleva el clamor social a favor de la eliminación de los privilegios de los políticos.
Santos Cerdán, personaje de opereta, para explicar su complicado interés por las obras públicas en Navarra, dice que él pregunta y se interesa como diputado por ellas. Después de cinco años sin presentar una sola pregunta en el Congreso, en el momento en que se supo que puede aparecer un informe de la UCO sobre sus relaciones presentó de golpe cinco preguntas en el Congreso. Esta maniobra es porque es inocente. Después de decir que preguntaba sobre las obras es más que presumible pensar que la pregunta que hacía era qué hay de lo mío.
Lo de la inocencia de Ábalos y que todo lo relacionado con él es mentira se ha tornado tan imposible que no se han atrevido. Con el caso Begoña, el ministro Bolaños, un amigo, un admirador, un siervo, un esclavo, ha presentado una reforma de la justicia mediante la propuesta de “Ley Orgánica para la ampliación y fortalecimiento de la carrera judicial y fiscal”. Todo una alternativa para anular las tetrainvestigaciones porque es inocente. Ante la llamada ley Begoña jueces y fiscales han convocado una huelga para el 11 de junio. Europa toma nota ante semejante barbaridad. Menos mal que según el PSOE todos —menos Ábalos— son inocentes.
Gobierno y PSOE repiten los argumentarios como papagayos: lawfare, mentira, bulo, fake, persecución, “no hay nada…”. A sus palabras se las llevan los hechos. Y cada hecho que se conoce aumenta la percepción ciudadana de culpabilidad, que se traduce en la caída de intención de voto del PSOE. Porque cuando los hechos punibles son tan evidentes y se gestionan tan mal, lo que no se puede pretender es ocultar la verdad con mentiras. Aunque las diga Pedro Sánchez, el hombre que miente con más sinceridad de España.