El hedor es insoportable
«Cada nueva noticia de un escándalo de Sánchez ha sido metabolizada por sus seguidores como un mal menor ante la opción de que gobernara el PP»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Esta España nuestra, a mitad de la década de los años veinte del siglo XXI, esta España, que lleva siete años gobernada por el socialista Pedro Sánchez, ha superado los niveles más inimaginables de degradación democrática. Vivimos un momento político que, en cualquier país con un estado de derecho fuerte y con unos mínimos de ética en su clase gobernante, hubiera supuesto no una, sino casi una decena de crisis en su Gobierno y una convocatoria urgente de elecciones.
Dice el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, que ya no estamos ante una degradación, sino ante una auténtica “putrefacción” de nuestro sistema democrático. En una durísima declaración, en la que hay que criticarle por no permitir preguntas de los periodistas, era el propio líder del PP el que se preguntaba: “¿Decadencia o limpieza, mentiras o integridad, cloacas o decencia, democracia o mafia?”. Preguntas que se hacen millones de ciudadanos al leer o escuchar cada nuevo escándalo. Estoy más que seguro de que dado el tsunami de porquería que nos invade, estas preguntas se las hacen cada vez más militantes y votantes de los partidos políticos que han dado vida y siguen dando asistencia, carísima, pero asistencia vital, al Gobierno.
La sociedad española que ha visto y sufrido años de un enfrentamiento político polarizado y cada vez más tenso asiste ahora a lo que se podría llamar una fase de desesperada supervivencia socialista. Cada nueva noticia de un escándalo en la familia del presidente, o en su Gobierno, o en su partido, ha sido metabolizada por sus seguidores como un mal menor ante la opción de que gobernara el PP.
Su impresentable defensa no ha sido ni la explicación, ni la investigación ni las disculpas. Su estrategia de encender el ventilador para esparcir más porquería del PP con el “y tú más” ya no es operativa. Parece, o eso apunta todo el chaparrón de nuevas informaciones, que alguien en Ferraz decidió dar un paso más allá, un paso preventivo, un paso de “fontanería”. Y no por deplorable nos puede sorprender.
Cuando para un presidente del Gobierno la única explicación ha sido el ataque malintencionado a jueces y medios de comunicación. Cuando la única maquinaria productiva legislativa a la que siguen poniendo empeño es para controlar a jueces y fiscales tanto en su actividad como en el acceso a sus carreras, o para intentar imponer leyes de prensa que apuntan contra la prensa libre. Cuando todo esto se asimila y defiende con normalidad desde el Gobierno, a nadie le puede extrañar que ahora presuntamente disparen contra la UCO. Esa unidad de la Guardia Civil, creada, por cierto, por un Gobierno socialista en 1987, para luchar contra la corrupción.
Lo que ahora vamos sabiendo de unos hechos que presuntamente cuestionan la independencia de los fiscales y de la abogacía del estado y que atacan a la independencia de la UCO intentando, presuntamente también, buscar con métodos mafiosos como atacar al responsable público de esa unidad. Son tan graves estas informaciones que ya no es solo el PP el que pide explicaciones. Ya no son malversaciones, corrupciones o tráfico de influencias. Esto es más grave. Es retorcer, con premeditación y alevosía, el cuello del Estado de derecho, pero intentando, como manda el protocolo, que parezca un accidente. Es intentar manchar y romper la sagrada confianza de la ciudadanía en sus fuerzas y cuerpos de seguridad.
Seguramente a usted también le parecerá ofensivamente estruendoso y obsceno el silencio del fiscal general del Estado, que solo debe pensar en cómo sobrevivir él mismo. O el responsable de la Abogacía del Estado. Y qué decir de esa directora general de la Guardia Civil, de ida y vuelta, que calla como una marioneta desactivada por su mando superior. Que no es otro que el ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, que, en vez de defender radical y totalmente a la UCO, sale diciendo que niega que la OCU tenga malas actuaciones. Pues claro. El problema no es la UCO, es también Grande-Marlaska.
Sí han hablado en el PSOE las voces de siempre. Page, el presidente castellano manchego, una vez más alza la voz y exige que el partido denuncie a Leire Díez. Javier Lambán pide la disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones. Ya ni a Sánchez molestan. Están declaraciones de estos dos socialistas están metabolizadas por el aparato y saben que no irán a ninguna parte.
Moralmente algún día los socios del Gobierno y socios parlamentarios tendrán que efectuar un ejercicio de autorrevisión y no sabemos si se avergonzarán de su pasividad y silencio cómplice para comprobar como dejaron de exigir el cumplimiento de la ley con tal de poder seguir obteniendo réditos de un Gobierno dispuesto a todo con tal de que Pedro Sánchez siga en el poder. Porque no se equivoquen los socialistas, ni nadie. Ellos no lo hacen por un Gobierno progresista, lo hacen por un político, al que saben que tienen prisionero con sus votos. Echen un vistazo y vean el silencio de Bildu, de ERC, de Junts, del PNV, del BNG o de Compromís.
Algo se ha movido, seguramente para adelantarse a la también silenciosa Podemos, la vicepresidenta Yolanda Díaz ha venido a decir que, si los hechos son ciertos, son gravísimos. Y pide que se investiguen y se depuren responsabilidades. Hasta ahí. No irá más allá. Repetirá como mucho una docena de veces más, que, con la corrupción, tolerancia cero. Pánico le da comentar en concreto esas nuevas informaciones que, según el empresario Javier Pérez Dolset, sitúan al mismísimo Pedro Sánchez y a Santos Cerdán a la cabeza de todos estos hechos.
¿Moncloa qué dice? Pues que no hay nada. Y que los mafiosos son los que lo denuncian, por denunciarlo. Mensaje claro para que sea repetido por medios y trompeteros amigos. Dicen que no harán nada y que ya el PSOE ha abierto un expediente informativo a la fontanera Leire Díez. Expediente Informativo. Nada más. Sin amenaza de expulsión. Sin amenaza de nada, porque a ver si se va a enfadar también ella y acaba como Ábalos soltando, presuntamente también, wasaps amenazadores. Qué seguro que tiene muchos y con todo el partido como se ve en sus redes y currículo.
El hedor es terrible. El hedor es insoportable. Ni la Dinamarca de Hamlet olía tan mal. De momento seguimos siendo, presuntamente, un Estado de derecho. La justicia debería de triunfar. Pero cada vez parece más difícil. E incluso antes de ese lento y riguroso paso de la justicia, está la ética y la responsabilidad moral y política de un presidente del Gobierno que sigue obcecado y callado como si no pasara nada.
Los hechos denunciados son tan graves que provocan, más allá de la indignación por los presuntos delitos relatados, la desafección de una ciudadanía ante un Gobierno que no reacciona. Feijóo sabe que ganó las elecciones, pero también sabe que no puede gobernar bloqueado por la pandilla de Sánchez. Ahora apela otra vez a las calles. Seguramente hace bien en proponerlo aún sabiendo que de poco servirá, más allá de manifestar el asco del pueblo español por este hedor insoportable.