The Objective
Paulino Guerra

El AVE a Zamora, otro castigo a la España despoblada

«En los mismos días en los que el Gobierno se arrastraba por Europa para conseguir la oficialidad del catalán, se trataba con desdén a la comarca de Sanabria»

Opinión
El AVE a Zamora, otro castigo a la España despoblada

Tren media distancia de Renfe.

Hace algo menos de diez años que la España urbana y oficial descubrió de repente que a unos pocos cientos de kilómetros de la Puerta del Sol había otro país despoblado, envejecido y falto de servicios, un mundo de pequeñas capitales de provincia y de núcleos rurales, que llevaban varias décadas desangrándose demográfica y económicamente. La mayoría eran sitios hermosos, pero silentes, parados en el tiempo, donde abundaban los ancianos y escaseaban los jóvenes y los niños, lugares sobrados de historia y faltos de oportunidades de futuro.  

El éxito editorial de España vacía de Sergio del Molino y los imitadores que le siguieron, contribuyeron a poner de moda efímeramente el debate sobre la despoblación rural y el creciente desequilibrio social y económico entre provincias ricas y pobres, del que rápidamente todo el mundo quiso sacar tajada.

En primer lugar, los políticos de todos los partidos que vieron una oportunidad electoral e introdujeron el debate en su agenda e incluso se comprometieron por escrito en sus programas electorales. De repente, en la izquierda y en la derecha, gente que no conocía más campo que el Parque del Retiro y que tampoco distinguía las encinas de los alcornoques, daba lecciones magistrales sobre cómo resolver la decadencia rural, un colosal problema que dio comienzo en los años 60 con la masiva emigración del campo a la ciudad.

A esa categoría de la España despoblada, envejecida y agotada pertenece la provincia de Zamora. Estas últimas semanas ha ocupado en la prensa nacional más espacio del acostumbrado porque Renfe ha decidido unilateralmente que a partir del 9 de junio los trenes del AVE Galicia-Madrid y Madrid-Galicia que a primera hora de la mañana paraban en la comarca zamorana de Sanabria pasen de largo para acortar el tiempo del viaje y que los vigueses lleguen antes a la capital de España. 

Son los trenes de las 8.46 y 9.35 horas con dirección a Madrid que hasta ahora permitían a los 5.600 habitantes de la zona desplazarse a primera hora a la capital de la provincia, distante casi 120 kilómetros, para ir al médico, estudiar o trabajar. También será suprimida la parada de las 8.15 horas en dirección a Galicia y que es utilizada por las personas que viven en la capital y que trabajan en la comarca.

El cerebro de la supresión ha sido el alcalde socialista de Vigo, Abel Caballero, ese señor tan pesado, gracioso sin gracia, que cada Navidad da la tabarra desde todas las televisiones para promocionar las luces planetarias de su ciudad. Caballero podía haber sido discreto, pero no, ha presumido del éxito de sus gestiones ante Renfe. También ante el ministro de Transportes, Óscar Puente, que, aunque es de la región y se le supondría comprometido con sus intereses y reivindicaciones, debutó bruscamente en la sala de prensa del Consejo de Ministros tras su nombramiento, asegurando que Castilla y León es un “geriátrico a cielo abierto”. Sin duda, es un logro colectivo de todos los Puente que han pasado por la política regional y nacional y que a partir de ahora lo será un poco más gracias a la cacicada que acaba de hacer su departamento. 

También es socialista, además de senador, el alcalde de Puebla de Sanabria, José Fernández Blanco, que como el resto del partido en Zamora ha intentado modificar la decisión, siendo desairado por los directivos de Renfe en Madrid que le han dicho que la supresión no se cambia. Si don José, en vez de ser alcalde de Puebla lo fuera de alguna de las ‘Pobla’ de lo que el golpismo independentista llama los ‘Països Catalans’, el ministro Puente en persona saldría a recibirlo en la puerta del ministerio y a decirle: ¡Tranquil Pep, aixo ho arreglem! Y es que siempre ha sido muy propio de los bravucones el ser fuertes con los débiles y cobardes con los fuertes.

Pero el desprecio y la chulería con la que el Gobierno socialista trata a la comarca de Sanabria y por extensión a toda provincia le saldrá gratis. Haga lo que haga, el PSOE tendrá asegurado al menos uno de los tres escaños que Zamora aporta al Congreso de los Diputados y un senador en la Cámara Alta. Para mayor escarnio, esos y otros escaños procedentes de la España despoblada que no sirven para defender sus intereses locales, son los que ahora están siendo vitales en el Congreso de los Diputados para votar los privilegios con los que el sanchismo compra el favor del nacionalismo vasco y catalán. 

¿Pueden hacer algo más los alcaldes, concejales, diputados y otros cargos socialistas zamoranos para frenar la tropelía? Sí, podrían rebelarse, indignarse al menos, dar un portazo, dimitir, romper el carnet del partido… Pero no lo harán porque el sistema político español ha generado una casta de gregarios, de políticos complacientes, que deben su puesto al aparato que les ha colocado en las listas y por ello anteponen la obediencia ciega y el patriotismo de partido a los intereses de sus votantes y representados. Saben muy bien que el que se mueva será cancelado y desaparecerá para siempre de las candidaturas y de las prebendas. 

Pero el caso del AVE a Sanabria es más que una decisión arbitraria para una comarca ya muy castigada y con pueblos que se encuentran al borde de la desaparición física, sino otro de los ejemplos de la falta de una auténtica política de Estado que sea capaz de pensar y planificar las grandes políticas del país a medio y largo plazo, más allá de la extorsión nacionalista y de las escaramuzas para sobrevivir una semana más en el poder.

Porque en los mismos días en los que el Gobierno se arrastraba por Europa para conseguir la oficialidad del catalán, con un coste para España de 132 millones de euros anuales, se trataba con desdén y se les negaba el aire para respirar a los zamoranos. Pero somos tan pocos, tan sumisos y tan españoles, que nos tratan como a ganado de segunda.

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