The Objective
José María Rotellar

La necesaria independencia de los bancos centrales

«Imponer desde el poder político qué política monetaria debe seguir un banco central independiente perjudica a la seguridad jurídica y a la actividad económica»

Opinión
La necesaria independencia de los bancos centrales

Ilustración de Alejandra Svriz.

La Reserva Federal ha dicho que seguirá vigilante la evolución del impacto de la guerra arancelaria en los precios de Estados Unidos, de manera que se muestra cauto a la hora de decir si bajará más los tipos o si hará un descanso en los mismos por el posible incremento de precios derivado de los aranceles. Al mismo tiempo, analizará qué impacto tiene en el crecimiento económico, pues hay riesgo de que la guerra comercial pueda provocar una recesión en Estados Unidos. Por otra parte, el Banco Central Europeo (BCE) ha continuado con su política de reducción de los tipos de interés, al considerar que el objetivo de precios del 2% no se encuentra muy lejos y que hay una cierta posibilidad de desaceleración de la economía.

En este punto, ante esta nueva posible expansión monetaria de los bancos centrales, hay que señalar varias cuestiones. En primer lugar, no nos encontramos en una fase de política monetaria contractiva, como podía suceder en 2007, cuando estalló la crisis de las hipotecas basura, sino que ya se había comenzado a relajar, no habiendo reducido, previamente, lo necesario su balance.

En segundo lugar, hay que recordar que el objetivo primordial del BCE es mantener la estabilidad de precios y sólo subsidiariamente se encuentra el contribuir al crecimiento económico. Si los precios no han reaccionado ante tanto estímulo expansivo monetario, no parece que vayan a reaccionar entrando por el peligroso e inexplorado camino de los tipos negativos, que sólo puede tener consecuencias de mantener anestesiados, por un lado, a los bancos, gracias al Tiering, al tiempo que les impiden tener un margen de intermediación suficientemente elevado en su operativa tradicional, que limita sus ganancias; perjudicar a los ahorradores, al penalizarse los depósitos, y un efecto nulo en el impulso de la actividad económica. Por otra parte, el objetivo de la Fed es diferente, al serlo el velar por el crecimiento económico.

Y aquí llegamos al tercer punto: la necesaria independencia de los bancos centrales. La política monetaria es una de las principales herramientas de política económica, sin duda. Su fuerza y potencia es muy elevada, de manera que sus efectos también lo son. Por eso hay que extremar el cuidado en las medidas que se adopten, y dichas medidas deben ser tomadas por los bancos centrales con absoluta independencia. Un banco central puede depender del poder político, como siempre defendió el Reino Unido, porque, al final, entendían que dependía de los ciudadanos a través de su voto, o puede ser independiente de la política, para que no tenga que obedecer mandatos que puedan provocar inflación, como siempre ha defendido Alemania.

Una gran parte de los bancos centrales mundiales gozan de dicha independencia, que, a mi juicio, es esencial para evitar presiones inflacionistas, uno de los elementos más nocivos que puede haber para la economía. Por eso, cuando un banco central es independiente y se trata de influir sobre él, no es una buena práctica, y mucho peor es querer forzar la destitución del máximo responsable de un banco central porque no aplica la política monetaria que le gusta al gobierno de turno. Eso es gravísimo y no debería suceder nunca. Como gravísimo es que el máximo responsable de un banco central, aunque ahora sea sucursal de un banco central supranacional, censure una buena parte de un informe para no perjudicar el Gobierno que lo propuso. Todo ello, es muy perjudicial para la independencia de los bancos centrales y la autonomía de la política monetaria.

«Los bancos centrales pueden equivocarse o estar acertados, pero deben ser ellos los que acierten o se equivoquen»

Los bancos centrales pueden equivocarse o estar acertados –por ejemplo, se equivocaron, y mucho, al desdeñar el riesgo de inflación en 2022–, pero deben ser ellos los que acierten o se equivoquen. Se puede comentar, criticar o aplaudir una decisión, pero no se puede imponer desde el poder político qué política monetaria debe seguir un banco central independiente. Si eso sucediese, supondría un quebranto importante en la seguridad jurídica y en la confianza sobre las decisiones de política monetaria, perjudicando profundamente a la actividad económica y al empleo.

Miramos con preocupación las presiones que sobre la Fed trata de ejercer Trump, que no debían producirse, pero no debemos obviar tampoco el hecho de que un ministro saliese del Gobierno para ocupar el puesto de gobernador y que ello pueda poner en duda la independencia del Banco de España, con la dimisión añadida del Director General de Economía del Banco, tras presentarse un informe anual que parece que fue guillotinado en gran parte a instancias del gobernador.

La independencia de los bancos centrales es un valor para la economía, y el ataque a la misma supone incorporar incertidumbre e inseguridad jurídica, que afectan negativamente a la actividad económica y al empleo.

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