The Objective
Fernando Savater

Plaza de España

«Me irritan quienes dicen que la oposición no tiene más plan que el antisanchismo. ¿Les parece poco? Es lo que necesita ya este país. Hoy todos a la plaza de España»

Opinión
Plaza de España

Ilustración: Alejandra Svriz.

Por favor, ya está bien. Lo que está ocurriendo aquí es algo que ya no parece asunto político, sino algo así como la invasión de los ultracuerpos. Todo un país que fue grande –quizá demasiado y toda grandeza se paga- y que aún hoy figura entre los que tienen más personalidad de Europa, el país cuna de la única lengua que compite en extensión y riqueza literaria con el inglés, el país que incorporó al diccionario de la política palabras decisivas como “liberal” y “guerrillero”, un país que desafía a la sensatez de los académicos, a la religiosidad de los clérigos y al muermo de laicos estilo Monsieur Homais, el país que como señaló irónico y admirado Bismarck dedica sus esfuerzos a intentar destruirse a sí mismo y a resistir sus tentaciones de suicidio… ese país como no hay otro, que si no existiera habría que inventar para que el mundo no perezca de aburrimiento… por decirlo de una vez, España. Pues bien, precisamente España está en las garras de quienes más la detestan (aunque a la española, claro), en poder de una gentuza que la malbarata como hacían los tunantes y ladrones del cervantino patio de Monipodio pero con mucha menos gracia, con la más tosca y zafia rapacidad. En tiempos de Rinconete y Cortadillo no había tales desalmados, sino vivales poco escrupulosos: no es lo mismo tener pocos escrúpulos que carecer de alma. 

El episodio del falso atentado con bomba lapa preparado nada menos que por la UCO no es peor que otras cosas que hemos oído, pero supera a todo lo demás en grosería y desvergüenza. Porque resulta que muchos no hemos olvidado que fue la Guardia Civil la que luchó durante años y con muchas bajas contra quienes ponían bombas lapa, fueron ellos los que no podían dejar de mirar bajo el coche todos los días por si algún asesino terrorista de la misma cuerda ideológica que uno de los grupos que con más fidelidad (y provecho) apuntalan hoy al Gobierno socialista se había ocupado de prepararles una sorpresa letal. Hay que ser auténticos canallas para que zánganos con coche oficial hagan como si se creen semejante calumnia contra quienes nos defienden mientras que llaman “hombres de paz” a los que todavía no han acabado del todo de secarse la sangre y la pólvora de las manos. Comprendo que haya gente que por miedo callase ante el terrorismo separatista, pero es inadmisible que hoy no se subleven ante quienes insultan a los que afrontaron los riesgos que los demás rehuían y salvaron así la decencia cívica de este país. Decencia cívica, por cierto, de la que hoy visto lo visto pocos se acuerdan y ninguno reclama.

“El antisanchismo es el antiseparatismo, anticorrupción, antimanipulación histórica, es reivindicar el uso prioritario de la lengua común, oponerse a la justicia con perspectiva de género, luchar contra quienes creen que los deseos o caprichos de cada cual deben ser ley para todos, es defender que España debe ser el nombre de una democracia unida bajo el símbolo de la Corona”

Si vamos a lo más políticamente grave, ahí tenemos la burla constitucional de la aceptación de la indigerible ley de amnistía por parte del alto tribunal que debía precisamente defender la Constitución. No hace falta ser un jurista experto (aunque los expertos que además son honrados ya lo han dejado claro), basta estar dotado de cierta inteligencia natural de esa que las máquinas no sustituyen: la amnistía no es compatible con nuestra ley de leyes, sobre todo cuando se aplica a quienes han conspirado abierta y notoriamente contra el Estado democrático en que vivimos. Y eso no es un lío legal más, otro trabalenguas para dar pábulo a los tertulianos y entretener a quienes no dejan de ver a los influencers televisivos más que para ir al wáter. El separatismo étnico es una agresión personal e intransferible contra los derechos de ciudadanía de cada uno de nosotros. Juzgar y castigar a esos malhechores (que no sólo “dicen” sino que también “hacen”) es una obligación ineludible de nuestros magistrados. Amnistiarlos una vez juzgados y condenados no es favorecer la convivencia, como dicen aguantándose la risa los fariseos, sino amparar y fomentar la subversión de nuestra estabilidad civil. Ante semejante atropello, ¿qué vamos a hacer? ¿Encogernos de hombros y suspirar profundamente? ¿Comentar que con Salvador Illa, rey de los hipócritas en el reino socialista, el procés ya se ha acabado y todo es ahora paz y luego gloria?

Los que más me irritan son quienes dicen que la oposición no tiene más plan que el antisanchismo. ¿Ah, les parece poco? El antisanchismo es el antiseparatismo, es la anticorrupción, es la antimanipulación histórica, es reivindicar el uso prioritario de la lengua común, es oponerse a la justicia con perspectiva de género, es luchar contra quienes creen que los deseos o caprichos de cada cual deben ser ley para todos, es defender que España debe ser el nombre de una democracia unida bajo el símbolo de la Corona. El antisanchismo es lo que necesita ya este país. Hoy, a las once de la mañana, todos juntos en la plaza de España.

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