The Objective
Francisco Sierra

El peligro de un 'pseudogobierno'

«No es que el Gobierno no haya presentado los Presupuestos, es que no han tenido el más mínimo sentimiento de culpabilidad de violar un mandato constitucional»

Opinión
El peligro de un ‘pseudogobierno’

Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz

En un régimen democrático parlamentario, la prueba del algodón que indica la estabilidad y fortaleza de un gobierno es tener una mayoría en el Congreso que le permita aprobar unos Presupuestos Generales acordes con ese plan de acción política con el que convenció a sus votantes.

Si lo comparamos con la situación que en esta legislatura vive el Gobierno, es evidente de que nada se cumple, ni siquiera los mandatos constitucionales. Por dos años seguidos no ha presentado, por pánico a ser derrotado, los proyectos de Presupuestos Generales a los que obliga la Constitución. No es que no los hayan presentado, es que no han tenido el más mínimo sentimiento de culpabilidad de violar un mandato constitucional. Tampoco nos debe extrañar nada dada su larga lista de tropelías. Ejemplos tenemos en la ley de amnistía (pese a lo que diga pronto un obediente y agradecido Conde-Pumpido), la eliminación del delito de sedición y la reducción de pena del de malversación, o la propuesta de un concierto singular de financiación para Cataluña. Y harán lo mismo con todo lo que les aleje de esa dosis de votos que les permita seguir en el poder a costa de lo que sea.

Más de cien derrotas legislativas no son fáciles de digerir. Y eso que lo intentan a base decretazos. Huyen de los proyectos de ley trabajados, negociados y discutidos en el Congreso. Prefieren negociar a escondidas, aunque sea en Suiza. Insisten en decir que todos sus socios son progresistas. (Otro día habrá que diseccionar con mucho cuidado como el PSOE puede considerar progresista a un partido como Bildu, heredero político de ETA, o a ERC, un partido que por tres veces ha intentado golpes de Estado contra la democracia española, dos contra la República, y el último con el procés).

«Es ya un ‘pseudogobierno’ con un presidente que huye de la transparencia como si fuera un vampiro al que le mostraran una cruz»

Este Gobierno surgió de un apagón del sentido común de la política y de la aritmética. Sánchez sumó como progresistas a fuerzas que no lo son. Se apoyó en socios que no tienen ninguna objeción en ridiculizar el bien común de una España de la que buscan separarse. Incluso su Gobierno de coalición es el único de un país de la Unión Europea y de la OTAN con miembros de la extrema izquierda. Todo en este Gobierno ha sido siempre contradictorio, inestable y complejo en un proceso degenerativo.

Y en esto llegó la corrupción. La bandera que habían izado los socialistas, con Ábalos a la cabeza, para aquella moción de censura contra Rajoy, estaba ahora siendo arriada, con Ábalos también entre los destacados, con deshonor. La lista de afectados crece día a día y ya ahoga a la familia del propio Presidente y a sus principales apoyos en el partido. Llevamos meses en que cada día nos desayunamos con algún escándalo. En cualquier país democrático con sentido de la responsabilidad moral de los gobernantes, cada uno de ellos hubiera supuesto la dimisión o el cese de alguno de los protagonistas. No parece ser el caso de este Gobierno porque para ellos la culpa acaba siendo del PP. Da igual que Sánchez lleve ya siete años en el Gobierno, lo que ocurra, o tiene su origen en el PP del pasado, en el PP actual, o el PP futuro. Siempre, eso sí, en conjura con esos jueces independientes y esos medios de comunicación críticos y libres, contra los que el Gobierno ya tiene preparadas leyes de control. Para Moncloa y acólitos, todos los escándalos son solo «pseudoinformación». Un prefijo que ya les afecta a ellos mismos. Su forma de gobernar se mueve entre la parálisis, el escondite y el silencio.

Es ya un «pseudogobierno» con un presidente que huye de la transparencia como si fuera un vampiro al que le mostraran una cruz. Cuando usted lea esto, Pedro Sánchez, el presidente de un Gobierno democrático de la Unión Europea, llevará seis semanas, 42 días, sin contestar a ninguna pregunta de ningún periodista en las cero ruedas de prensa que ha convocado. Y once meses, casi un año, sin que ningún medio de comunicación español le haya entrevistado. Como dice el periodista Soto Ivars, lo bueno es que Sánchez lleva 42 días sin mentirnos.

El rey de la «pseudotransparencia» no habla. Ni sobre su mujer investigada, ni sobre su hermano procesado, ni sobre su vergonzante fiscal general del estado, imputado y todo apunta a que pronto procesado. Tampoco ha dado una explicación clara sobre Ábalos, ni Koldo, ni Aldama, ni Leire, ni Dolset, ni sobre nadie. Lo único que declara cuando le preguntan por ellos en el Congreso es que todos son bulos y «pseudoinformación». Y punto. 

Con la corrupción bloqueándoles, sin mayorías de apoyo, la desidia envuelve ya a este «pseudogobierno» al que el Tribunal Supremo amenaza ya con multas e inhabilitaciones por no hacerse cargo de más de un millar de menores no acompañados solicitantes de asilo en Canarias. Ya recibió la orden en marzo y siguen sin hacer nada. Su falta de gobierno a veces está cargada de inhumanidad. No es fácil asimilar tampoco como ha permitido por desidia que hayan muerto 600 enfermos de ELA sin disfrutar de las ayudas contempladas en la ley que en octubre aprobó el Congreso de los Diputados en una insólita unanimidad. Se escudan en la falta de presupuestos, pero para otras partidas más caras sí han encontrado el dinero. Pareciera que les molestara esa unanimidad.

Es un Gobierno que alardea de su gestión económica mientras Bruselas en su informe anual le recuerda que la situación no para tirar cohetes con un alto nivel de déficit y una deuda disparada. Con los más altos índices de paro y paro juvenil de la Unión Europea, con un problema crónico de vivienda en toda España que afecta a los más vulnerables y a los más jóvenes, y con problemas gravísimos de sostenibilidad del sistema de pensiones.

Un informe demoledor que le llega cuando el Gobierno va a subir cuatro mil millones de euros el presupuesto en Defensa y a reducir en mil millones el de Educación, en un intento de llegar al 2% de gastos en Defensa y Seguridad. Tarde y mal, porque ya la OTAN, la UE y los EEUU lo elevan al 5%.

¿Cómo tragarán esta nueva exigencia los socios de gobierno y parlamentarios de Sánchez? Atentos a sus pantallas. Podremos ver, como han hecho con la corrupción, un nuevo ejercicio de cinismo de estos socios. Para ellos, la supervivencia de este «pseudogobierno» es crucial para seguir cobrando piezas. Y para Sánchez también, pero para defenderse.

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