The Objective
Fede Durán

¿Qué hará Feijóo si alguna vez gobierna?

«Miedo da el estado en que pueda quedar España si Sánchez agota la legislatura, y el posible cambio suscita dudas: ¿se aprovechará el PP del debilitado sistema o se atreverá a regenerarlo?»

Opinión
¿Qué hará Feijóo si alguna vez gobierna?

Ilustración: Alejandra Svriz.

El carácter profundamente religioso de la sociedad española explica muchas cosas. Esa fe contemporánea, menos espiritual que la creencia ortodoxa, se despliega en todo su esplendor en el tablero político, un lugar donde el votante lee con orejeras. Lo que rompe el dogma se obvia; lo que refuerza al Dios propio se celebra. Sólo así cabe entender que el país siga atrapado en el cepo de Pedro Sánchez, quien perdió las elecciones, pactó con los territorios más extractivos del Estado (Aena invertirá en El Prat lo que el resto de España no es capaz de aglutinar en un lustro), ha hecho todo tipo de trampas desde el Gobierno y desde el PSOE y ha convertido al partido, en tiempos remotos la gran esperanza colectiva, en una sociedad limitada unipersonal. 

Propongamos al lector de las orejeras un paralelismo. Este señor (o señora) abre el periódico, enciende la radio o accede al navegador y en la portada de cuatro o cinco medios de comunicación se topa con la misma noticia, un artículo devastador sobre el canciller alemán donde se enumeran todos sus males: resulta que el hermano de este líder ficticio ha sido colocado en un cargo cuyo cometido ignora pese a cobrar religiosamente el salario, que su mujer ha utilizado la infraestructura gubernamental para hacer negocios, que su suegro posee varias saunas y prostíbulos donde -para más inri- se grababa a personalidades de distinto espectro con el propósito de guardarse la bala del chantaje, que su súper ministro y mano derecha resulta ser un personaje de dudosa moral (descripción altamente benévola), que su dimisionario secretario de Organización (y van dos) ha sido señaladísimo por la unidad Anticorrupción de la Policía germana, que una fontanera al servicio de las siglas hacía y deshacía en busca de trapos sucios contra el enemigo para escribir un libro cuyo título y editorial aún se desconocen, y que el propio canciller copió su tesis doctoral y (tal vez) manipuló alguna que otra urna en un comité federal, práctica a la que algunos de sus fieles también se habrían sumado con alborozo. Pues bien: el lector pensaría, sin un asomo de duda, que Alemania y su máximo representante son un quilombo. Por otra parte, en honor a la verdad incrustada en la ficción, ese canciller no habría llegado tan lejos; su dimisión se produciría a la primera, con el pecado menor del plagio. 

Tras siete años de Sánchez, queda claro su proyecto de país, curiosamente similar al de Donald Trump en Estados Unidos: el proyecto soy yo, diría tan pancho el presidente si no le refrenase un resto de pudor. La división de poderes, el respeto a los mecanismos de rendición de cuentas o la ética del día a día suenan en el palacio que ocupa el ilustre a chino mandarín. Si a esto se suman las alegrías de Hacienda, la roncha de las empresas públicas, la amnistía, el ostracismo inversor al que se somete a los territorios que no comulgan con la fe oficial, los increíbles bulos en torno a la magna figura y el manso silencio de la mayoría del Partido ex Socialista ex Obrero ex Español, el futuro sólo puede ser terrorífico. Añádase a la factura que Sánchez pretende agotar la legislatura (2027) y aspira a la reelección y se comprenderá que la limitación de mandatos debería ser una norma sagrada para proteger al país de sus peores vástagos.

“El destino le coloca a Feijóo ante las narices una oportunidad única: contribuir de manera decisiva a la regeneración de la vida política española y desmontar esta brutal aberración a la que Sánchez llama gobierno progresista”

En otras ocasiones se ha mencionado lo nefasto que fue Mariano Rajoy para España. Disponiendo de poder suficiente para reformar el sistema electoral, fijar en ocho años el tope de un político en un cargo (alto o bajo), eliminar esas agencias de colocación llamadas diputaciones y, en fin, darle a la nación un aire más europeo, se dedicó a sus cosas, fueran las que fuesen, mientras otro grupo de chorizos montaba tramas tan lucrativas como las del PSOE. Circula una teoría que preludia el fin de Sánchez sólo a medio plazo y se basa en el cuanto peor (para él), mejor (para Feijóo), pero este planteamiento encierra una certeza y una duda. La certeza es que lo que es peor para Sánchez (la desmesurada multiplicación de los escándalos que directa o indirectamente le socavan) también es peor para España, que a este paso acabará siendo una caricatura de sí misma o un recordatorio de lo que fue en sus peores tiempos. La duda es qué hará Feijóo si alguna vez se convierte en presidente: ¿aprovechará el debilitamiento propiciado por Sánchez para interferir, también él, en los asuntos de la justicia? ¿Se encomendará si lo necesita a PNV y Junts? ¿Querrá ocupar la silla 12 años? ¿Ignorará a la periferia de la España de tercera que calla y no reclama inversiones? ¿Alentará una televisión pública plural? ¿Retocará el sistema electoral? Nadie nunca se atrevió a afirmar a las claras que la España actual no funciona y hay que cambiarla. Nada indica que Feijóo vaya a quebrar esa tendencia. 

El destino, no obstante, le coloca ante las narices una oportunidad única: contribuir de manera decisiva a la regeneración de la vida política española -cortando también en casa las cabezas que deba cortar- y desmontar esta brutal aberración a la que Sánchez llama gobierno progresista.

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