The Objective
Javier Santacruz

La Haya, un Maastricht devaluado con acuerdos caducos

«La Haya tiene la responsabilidad de actualizar las reglas del club que es la OTAN, igual que Maastricht estableció las del ‘club del euro’»

Opinión
La Haya, un Maastricht devaluado con acuerdos caducos

El secretario general de la OTAN, Mark Rutte. | Europa Press

En diferentes ocasiones a lo largo de la Historia, las ciudades holandesas han sido protagonistas de grandes acuerdos internacionales que han afectado sensiblemente a España. Queda alejado en la Historia el famoso Tratado de Utrecht que se cerró en 1715 para acabar con la Guerra por la sucesión de Carlos II, pero sigue teniendo una consecuencia en nuestros días como es el contencioso por la soberanía del peñón de Gibraltar, de nuevo en las primeras planas de la prensa por los acuerdos cuatripartitos para establecer una unión aduanera con la Unión Europea, es decir, con España.

Más cerca en el tiempo, concretamente en las últimas cuatro décadas, dos nuevos tratados han tenido vital importancia para el papel de España y el resto de los socios europeos. Por un lado, el Tratado de Maastricht en 1992, donde se establecieron las bases de la Unión Monetaria y, muy especialmente, los criterios macroeconómicos que debían cumplirse para pertenecer a la moneda única (el euro). Y, por otro lado, el Tratado de Ámsterdam en 1997, que supuso la actualización y ampliación de los tratados de la Unión Europea.

A esta selección de ciudades de los Países Bajos se sumará el martes 24 La Haya por ser el lugar donde se celebrará la cumbre de la Alianza Atlántica más trascendental de los últimos años. Cierto es que esta capital holandesa ya es de sobra conocida por albergar la sede del Tribunal Penal Internacional, pero hoy tiene un significado aún más importante, coincidiendo en el tiempo con un secretariado de la OTAN cuyo titular es un ex primer ministro neerlandés, Mark Rutte.

Ahora, La Haya tiene la responsabilidad de actualizar las reglas del club que es la OTAN, igual que Maastricht estableció las del ‘club del euro’. Sin embargo, los movimientos realizados en los últimos días por parte del presidente del Gobierno español amenazan con unas conclusiones de la cumbre que pueden caducar muy pronto si no son verdaderamente conscientes de lo que está sucediendo. Rutte navega a dos aguas: la de un muy exigente Trump que lanzó como órdago negociador el aumento del presupuesto en Defensa hasta el 5% del PIB y el resto, en su inmensa mayoría partidario de aumentar considerablemente sus inversiones para dejar de ser considerados free-riders («gorrones») por Estados Unidos.

Pero al resto le ha salido un outsider que es España. Uno de los eslabones más débiles de la Alianza por la dependencia de Estados Unidos (las bases militares en territorio peninsular), la consideración del vecino del sur como aliado más fiable por parte de Washington y, muy especialmente, el presupuesto de Defensa más bajo de entre los países más grandes que son miembros de la OTAN. Para intentar llegar al 2% ha habido que hacer un barrido por las diferentes partidas de unos presupuestos generales del Estado prorrogados dos veces buscando remanentes con los que hacer transferencias de crédito hacia Defensa.

«El verdadero ‘estrecho de Ormuz’ de la legislatura es tener nuevos presupuestos generales del Estado»

Más concretamente, según los datos de la ejecución presupuestaria al cierre de 2024, el Ministerio de Educación sufrió una modificación de crédito negativa por importe de 506,9 millones de euros y el Ministerio de Ciencia de 1.081,2 millones. Junto a casi 4.000 millones procedentes del Fondo de Contingencia y otros casi 2.000 millones de la aportación de España al presupuesto de la UE, se ha podido ampliar crédito de algunos capítulos como el de Defensa por un importe de 2.755 millones. Una tendencia que continúa en los primeros meses de 2025, pero que revela la imposibilidad de poder asumir tres puntos de PIB adicionales de incremento del presupuesto militar sin que haya un nuevo Presupuesto cuya probabilidad de no salir adelante es muy alta porque si hay algo que cohesiona a los socios parlamentarios del Gobierno de coalición es el discurso anti-OTAN.

Por tanto, el verdadero ‘estrecho de Ormuz’ de la legislatura es tener nuevos presupuestos generales del Estado. Y la única forma de no tenerlos es salir de La Haya con un acuerdo que diga explícitamente que España puede configurar de manera autónoma, estirando en el tiempo y usando diferentes mecanismos un plan para alcanzar el 5% del PIB en gasto en Defensa en la siguiente legislatura. De ahí las prisas por anunciar un ‘pacto’ entre Sánchez y Rutte extramuros de la cumbre y cuya vigencia puede ser muy corta, dados los graves riesgos en frentes como el ruso-ucraniano o el ataque israelí a Irán, acompañado de Estados Unidos, para acabar con el programa nuclear de los ayatolás.

No solo es un problema que la conferencia de La Haya quede rápidamente en ‘papel mojado’, un Maastricht descafeinado convertido en un «menú del día» en el que los socios de la OTAN pueden elegir qué tomar. Peor sería continuar la improvisación en la que vive actualmente el equipo político de la Alianza Atlántica. Incluso el propio Rutte señalaba hace escasamente unos meses que el incremento del presupuesto de Defensa no debía contraponerse al modelo de Estado del bienestar, ya que de hacerse habría que ir pensando en aprender ruso. La disyuntiva del Samuelson «cañones o mantequilla» sigue siendo falaz. En España sí pueden hacerse las dos cosas simultáneamente, pero eso exige tener Presupuestos, algo que la actual legislatura no puede ofrecer.

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